Este domingo Jesús nos muestra precisamente en el evangelio cuál fue su misión: «llevar la Buena Noticia a los pobres, anunciar la libertad a los cautivos, dar vista a los ciegos, y liberar a los oprimidos» ¿No tendría que ser éste también nuestro programa de vida jubilar?
Como concreta Javier Pérez Benedí en su elocuente poema:
Tú vives en esos pobres
y tu imagen se refleja
en esos crucificados,
que la libertad esperan.
¡Que, como Jesús, nosotros
llevemos noticias buenas
a tanta gente que sufre,
se amarga y se desespera!
¡Que perfumemos su vida
con las humildes violetas
y rosas de amor que brotan
en el jardín de tu Iglesia!
Jesús nos desafía a mirar con compasión, a ser portadores de su amor transformador. No podemos mirar hacia otro lado frente al sufrimiento de nuestros hermanos más vulnerables; no podemos permanecer indiferentes ante la injusticia, la explotación, la desigualdad social. el maltrato… Nada de lo que ocurra a uno de nuestros hermanos nos es ajeno.
Nuestra tarea es muy sencilla pero trascendental: aportar nuestro «granito de arena» en la construcción de una sociedad más justa y fraterna. Como un humilde cantero que construye catedrales piedra a piedra, cada uno de nosotros contribuye a levantar el Reino de Dios con pequeños gestos de amor y solidaridad.
Como comunidad, debemos ser portadores de esperanza y amor, «perfumando la vida» con gestos concretos de caridad y justicia. Siguiendo el ejemplo de Jesús, que construyó su ministerio sobre el amor incondicional y la dignidad de toda persona, somos llamados a vivir las Bienaventuranzas en nuestra vida cotidiana.
¿Qué puedo hacer yo por continuar la misión de Cristo? Vivir este «año jubilar» transformando mi comunidad cristiana con mi humilde testimonio ¡Siendo instrumentos de paz, justicia y misericordia, reflejando a Cristo en todo lo que hacemos! ¡Perfumando nuestro entorno!
Con mi afecto y mi bendición,
Ángel Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón