No sé si seremos muchos los que aceptamos esta frase, esta afirmación, esta idea.
Puede haber algunos que la interpreten mal: los que dan ‘desde arriba’: “me sobra y lo doy a estos pobres hombres que no tienen donde caerse muertos”. Esto es insultar, despreciar, ofender.
Otros juzgan negativamente a los necesitados sin conocerlos, sin saber de su vida, de su situación, de sus problemas. “Están así por pereza y por malos trabajadores. Merecen esa situación. Se la han buscado y ganado”.
Este juicio no es cristiano. “¿Quién soy yo para juzgar a nadie?” ¿Os acordáis de esta frase y de quién la dijo?
Quien apostilló esta otra: “No olvidemos que sólo en una ocasión es lícito mirar a una persona de arriba hacia abajo: solamente para ayudarla a levantarse. Es la única ocasión en la que es lícito mirar a una persona de arriba hacia abajo”. (FRANCISCO. A la Curia Romana. 22 diciembre 2023. Repetido en otras muchas ocasiones)
También existen, por desgracia, los que no quieren trabajar (no sé si son muchos o pocos). “Cuando estábamos entre vosotros, os mandábamos que si alguno no quiere trabajar, que no coma. Porque nos hemos enterado de que algunos viven desordenadamente, sin trabajar, antes bien metiéndose en todo. A esos les mandamos y exhortamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con sosiego para comer su propio pan” (2Tes 3,10-12)
Quien no trabaja porque no quiere, no tiene derecho a comer. Hasta San Pablo nos lo dice.
Pero el “dar cristiano” no juzga, simplemente ayuda con generosidad. Excepto cuando le consta que el necesitado no trabaja porque no quiere. ¿Existe esta clase de personas?
Sin embargo, a los cristianos se nos ha dicho también, se nos sigue diciendo: Siempre os he enseñado que es trabajando como se debe socorrer a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús, que dijo: ‘Hay más dicha en dar que en recibir’ (Hch 20,35)
Y añadimos a continuación, cuando la proclamamos en nuestras celebraciones: ¡PALABRA DE DIOS!
Y, cuando la leemos y meditamos personalmente, también sabemos que es PALABRA DE DIOS.”
Para que no quede ningún resquicio de duda, nos dice San Pablo: “es trabajando como se debe socorrer a los necesitados”. Con el fruto de nuestro trabajo hemos de ayudar a quienes no pueden trabajar y no gozan de ninguna ayuda para sobrevivir. Esta es la comunión-solidaridad cristiana.
”Cada uno dé como le dicte su corazón: no a disgusto ni a la fuerza, pues Dios ama al que da con alegría… Siempre seréis ricos para toda largueza, la cual, por medio de nosotros, suscitará acción de gracias a Dios; porque la realización de este servicio no solo remedia las necesidades de los santos, sino que además redunda en abundante acción de gracias a Dios. Al comprobar el valor de esta prestación, glorificarán a Dios por vuestra profesión de fe en el Evangelio de Cristo y por vuestra generosa comunión con ellos y con todos; finalmente, con su oración por vosotros mostrarán su afecto al ver la gracia sobreabundante que Dios ha derramado sobre vosotros. ¡Gracias sean dadas a Dios por su don inefable!” (2 Cor 9,7.11-15)
El que da y el que recibe ven que ambas acciones son un don de Dios para los dos. Por eso, ambos deben dar gracias a Dios. El que da porque da y el que recibe porque recibe. Todo es gracia de Dios.
“Porque quien ha probado una vez la felicidad de dar sabe que no hay nada que se le parezca” (Carmen Posadas).