“Jamás he dejado de sentir en el corazón que el Señor quería toda mi vida”

Marta Latorre
1 de junio de 2018

El próximo sábado, 9 de junio, la hermana Clara Mª de San José tomará los hábitos  de las Madres Carmelitas Descalzas en el Monasterio de San José de Maluenda para iniciar su etapa de novicia.  Es una ceremonia “largamente esperada” y que ella está viviendo con una “inmensa felicidad”. Natural de Moros, vivió allí hasta que a los 14 años se trasladó a Calatayud con sus padres y hermana.  Dejó atrás un negocio, una peluquería, que montó con 19 años y con una gran cartera de clientas -“de las que siempre conservaré un grato recuerdo”-, por una vida que siempre ha querido tener y que fue postergando porque tuvo miedo.  Ahora con 31 años da un paso más, ser novicia, y nos relata en esta entrevista cómo ha sido el proceso hasta llegar aquí.

-¿Cuándo te diste cuenta de que querías seguir este camino?

La primera vez que me sentí fuertemente atraída a la vida religiosa contaba con 14 años, ayudaron mucho las bonitas catequesis de preparación para la confirmación. En aquella época cada vez que escuchaba hablar de Jesús, de entregar toda la vida, de los consejos evangélicos sentía un escalofrío, un fuego en el corazón, una emoción indescriptible; pero por timidez, no me atrevía a compartir esos sentimientos con ningún sacerdote o alguien que pudiera orientarme.

-¿Cómo se lo tomó tu familia?

He tenido la suerte de crecer en una familia muy unida, dónde el amor entre mis padres ha imperado siempre. A pesar del amor que se respiraba, mi familia tenía la espiritualidad bastante abandonada. No se frecuentaban los sacramentos y a menudo se les restaba importancia  pero desde hace algún tiempo, gracias a Dios y a Radio María, las cosas han cambiado mucho y mis padres muy felices asisten al sacramento de la confesión y la Eucarístía.

Mis padres  siempre han fomentado la confianza total entre nosotros y se han mostrado siempre abiertos y respetuosos con nuestras decisiones; por eso, en la adolescencia abiertamente comenté mi deseo de ser religiosa. Sinceramente no esperaba ninguna oposición, pero aunque no fue una negativa rotunda, dejaron ver muy claramente su inmensa tristeza si yo decidía seguir lo que sentía que Jesús me pedía de corazón. Ellos no entendían cómo se podía ser feliz «renunciando» a todo lo que el mundo tiene que ofrecer a una chica joven. Respetaban, e incluso admiraban a sacerdotes y religiosos y religiosas y la labor de las personas que viven cualquier tipo de consagración dentro de la iglesia, pero infravaloraban la importancia de la vida espiritual. No entendían la vida religiosa, y todavía menos la vida contemplativa. ¿Cómo dices? -decía mi madre- ¡pero es una cárcel! No, peor todavía,  porque de la cárcel hay esperanza de salir algún día, pero hasta la muerte… ¿te has vuelto loca? Tenían esperanza de que se me pasara con la edad aquella idea y confieso, que después de conocer su opinión al respecto, deseé con todas mis fuerzas dejar de sentir aquello.

-Supongo que tomar la decisión no sería fácil

A diferencia de otros testimonios, en los que con la fuerza que Dios les da,  siguen valientes y en cuanto son mayores deciden seguir al Señor con todas sus consecuencias yo, en cambio,  me dejé llevar por el miedo, y cometí el error de dejar de frecuentar los sacramentos para intentar olvidarme de la llamada y realizar mi vida de acuerdo con el deseo de mis padres, que aceptaban con alegría cualquier tipo de vida menos esta. Y así transcurrieron varios años. Pero en el corazón jamás he dejado de sentir que el Señor quería mi vida, pero TODA mi vida. Fui cumpliendo años, y traté de vivir una entrega a medida como, por ejemplo, dejar de ver la televisión por amor a Jesús. Sin embargo, me daba cuenta de que por muchas renuncias voluntarias a cosas lícitas pero mundanas que hiciera, nunca sería suficiente.  Pero había emprendido mi propio negocio y me costaba dejarlo.  Al final, pasados algunos años más el amor de Dios abrasó mi corazón de tal modo, que la determinada respuesta se hizo necesaria, y aquí estoy,  y aunque quisiera haber venido antes, es bonito todo lo que Dios ha permitido en mi vida  y me ha servido de lección.

«Pasados algunos años más el amor de Dios abrasó mi corazón de tal modo, que la respuesta se hizo necesaria y aquí estoy»

– ¿Estás viviendo ya con las hermanas?  

Sí,  estoy viviendo ya con las hermanas. Llevo aproximadamente un año y medio. Desde muy temprano pude sentir un amor hacia ellas que sinceramente me sorprendió. Igualmente me siento querida y veo mucho amor entre ellas. Es maravilloso.  A menudo comparo este pequeño “palomarcico” de la Virgen, con un pedacito de cielo, o con la humilde casita de Nazareth. Me hace feliz saber que vivo físicamente en la misma casa que mi amado Jesús, y cuando veo la separación física con el mundo y sus cosas, siento que al vivir en el convento, tanto en la oración, como en el trabajo, o en el descanso, le estoy diciendo a Jesús: Te amo, te elijo a Ti, por amor a ti quiero realizar todas mis acciones, y me importas más que cualquier cosa que el mundo pueda ofrecerme. Pienso que sólo a través de la entrega en la vida contemplativa puedo dar al Señor lo que me pide. Me gusta tener la oportunidad de imitar a Cristo a través de los consejos evangélicos, en los cuales quiero ir mejorando y poquito a poco.

«Me hace feliz saber que vivo físicamente en la misma casa que mi amado Jesús»

– ¿Cómo ha sido el proceso hasta que has decidido dar este paso?

Los dos años antes de venir por primera vez al convento intentaba vivir en casa de forma similar, como yo imaginaba que se vivía en un convento, pero siempre encontraba dificultad en practicar la obediencia. Fuera es imposible entregar al Señor toda la voluntad. El deseo fue creciendo y Ntro. Padre San José me trajo hasta Maluenda y de ahí viene mi nombre, Clara María de San José. El día 19 de cada mes, las M.M. Carmelitas hacen una oración a Ntro. Padre San José pidiendo vocaciones para nuestra comunidad. En la tarde de un 19 de julio, después de que terminaran de rezar la oración, aparecí por el convento y me presenté como «una posible Vocación». Desde el primer momento me sentí muy comprendida e identificada con las Madres y Hermanas de este convento.

– Vas a ser novicia con las M.M. Carmelitas, ¿hay alguna razón por el que hayas elegido esta orden?

Sí, el que sea una orden consagrada a la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, una Madre sencilla, humilde e intercesora, a la que todos hemos de imitar en sus virtudes. También me gusta mucho la doctrina de nuestros Santos Padres, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús y toda la historia de la orden. El primer libro de espiritualidad que cayó casualmente en mis manos fue «Camino de Perfección»  de Ntra. Madre Sta. Teresa de Jesús, que me marcó mucho. Por último otra de las cosas que me gusta de las Carmelitas Descalzas es el número reducido de hermanas en cada comunidad y el amor que manda Ntra. Madre Santa Teresa de Jesús nos tengamos unas con otras.

– ¿Cómo estás viviendo los días previos a la ceremonia de la toma de hábitos?

Con una alegría inmensa, es un acontecimiento largamente esperado, aunque el día de mi entrada le dí a Jesús mi Corazón y le dije: Jesús mío, Tú que todo lo conoces, ya sabes que te amo, aquí está mi corazón que ya no me pertenece, y como sabes, no quiero vivir si no es para Ti y deseo ardientemente que su último latido sea junto a tu Sagrario. El Santo Hábito me hace sentir un poquito más cerca, y me recuerda la alegría del día que si Dios quiere llegará en el que pueda profesar obediencia, castidad y pobreza hasta la muerte. A pesar de mi intento, el gozo es tan grande, que no existen las palabras adecuadas para describirlo.

«El Santo Hábito me hace sentir un poquito más cerca , y me recuerda la alegría del día que si Dios quiere llegará en el que pueda profesar obediencia, castidad y pobreza hasta la muerte»

– Eres  joven ¿cómo explicarías al resto de la gente de tu edad el importante paso que estás a punto de dar?

Tengo 31 años, creo que el Señor ha esperado mucho tiempo mi respuesta, afortunadamente por su infinita misericordia. A pesar de todo, aquí estoy, dispuesta a darle lo poquito que soy. A veces pienso que habrá chicas más jóvenes que yo, que se sientan como yo me sentía hace años.  Yo a estas chicas les diría que no teman, que tras un rendido SÍ, sabrán lo que es la felicidad que Dios tiene reservada para los que le aman. Les diría también que consigan llevar una vida estupenda a los ojos de la familia y amigos. Si no siguen su vocación, con nada lograrán apagar ese fuego que consume sus almas. Pienso que hoy y ahora, Jesús estará pidiendo a muchas chicas TODA su vida. Desde mi punto de vista, sólo desde la vida contemplativa e imitando a Jesús a través de los consejos evangélicos practicados con toda la perfección que sea capaz, puedo dar a Jesús todo lo que me pide. Hoy entro –por el 31 de mayo- en los 10 días de ejercicios previos a la toma del Santo Habito en los que me dedicaré a la oración por los sacerdotes, como quería nuestra Santa Madre Teresa de Jesús, por toda la iglesia, por la conversión de los alejados, por los jóvenes y por las vocaciones, porque en esta comunidad tenemos la esperanza de ver llenas las celditas de nuestro Santo Noviciado, de almas fervorosas, dispuestas a ser como las velitas encendidas que se consuman junto a Jesús en el Sagrario, alabándolo siempre y acercándole numerosas almas que le amen a través de nuestra oración.

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