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María fue aprisa a la montaña

Pedro Escartín
22 de diciembre de 2024

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del IV domingo de Adviento – C – (22/12/2024)

 

El párroco ha recalcado que en el evangelio de hoy (Lc 1, 39-45) se narra lo que ocurrió «en aquellos mismos días», inmediatamente después de que Gabriel anunciara a María que estaba embarazada de Jesús, y que ella, sin perder tiempo, «se puso en camino hacia la montaña» donde vivía Isabel. ¿Por qué tantas prisas?, nos ha preguntado…

– Eso mismo estoy pensando -he dicho a Jesús cuando le he comentado la homilía-. Supongo que tu madre quería estar cuanto antes junto a su prima, que había quedado embarazada en su vejez, ya que, como dijo el ángel a Zacarías, «ninguna cosa es imposible para Dios».

– Ya sabes que Nazaret no está cerca de donde vivía Isabel y que la prima de María estaba de seis meses. Es natural que quisiera estar con ella cuanto antes -me ha advertido-.

– He leído que los arqueólogos fijan la residencia de Zacarías e Isabel en Ain Karim, que está a unos 6 kilómetros de Jerusalén, pero a 160 de Nazaret, y la ruta más corta entre Nazaret y Ain Karim es la que atraviesa la montaña de Judea y la provincia de Samaría, un camino abrupto y no demasiado grato para los judíos, ya que eran mal vistos por los samaritanos. Si damos crédito al relato de Lucas, y este hombre era bastante meticuloso con los datos, ésta fue la ruta que siguió María -he dicho con mi taza de café en las manos-.

– Ahí tienes la respuesta a tu pregunta -me ha dicho dejando su taza sobre la mesa-. Mi madre tenía que darse prisa si quería llegar antes de que se precipitase el parto de Juan.

– Si nada es imposible para Dios, ¿por qué no retrasó el parto a Isabel? -he dicho ingenuamente-.

– Porque, al igual que el Padre respeta vuestra libertad, respeta el curso de la naturaleza y de la historia. Sólo se lo ha saltado en contadas ocasiones como signo de la presencia del Reino entre vosotros. Lo normal es confiar en que vuestra vida, vuestros esfuerzos y vuestro dolor, aunque hagan sufrir, tienen sentido. Cuando rezáis “hágase tu voluntad” hacéis un precioso acto de fe, pues, aunque no se cumplan vuestros deseos inmediatos, creer que la esperanza no defrauda redime del sinsentido y os enriquece con una dimensión eterna. Ya sé que esto es muy duro en algunas ocasiones; también lo fue para mí. Clavado en la cruz llegué a gritar: “¡Padre!, ¿por qué me has abandonado?” Y el Padre dejó que la historia siguiera su curso: no me bajó de la cruz ni fulminó a Poncio Pilato, y, sin embargo, no me abandonó: al tercer día me dio vida eterna.

Me he quedado rumiando en silencio las palabras de Jesús hasta que me ha sonreído y, mirando a las tazas de café, me ha recordado que aún estaba potable. Entonces le he dicho:

– Con tu reflexión, hemos dejado a María camino de Ain Karim y vamos a perdernos su encuentro con Isabel. ¿Qué se dijeron estas dos mujeres embarazas de Dios?

– Pues lo que ha recogido el evangelista -me ha dicho abriendo sus manos-. Mi madre saludó a Isabel y ésta bendijo a mi madre con la bendición más hermosa que puede escucharse: «Bienaventurada la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

– ¡Otra vez la esperanza…! -he exclamado ante las palabras de Jesús-.

– Es que no podéis vivir sin esperanza. Mis Vicarios, Benedicto y Francisco, lo han dejado claro con sus recomendaciones: la fe es esperanza, porque os permite vivir lo que esperáis y la esperanza no defrauda, porque está garantizada por la promesa del Padre, que cumple lo que promete…

– … y que vale más que el premio gordo de la lotería -he dicho acercándome a pedir la cuenta-.

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