El pasado 7 de diciembre, las Hermanas Pobres de Santa Clara de Monzón vivieron una jornada festiva con la toma de hábito de la hermana Clara. Natural de Pozuelo de Alarcón, quinta de siete hermanos y la primera en irse de casa, cumplió 19 años en julio y se declara feliz porque «por fin» ve materializarse una vocación que nació muy, muy temprano. «Lo único que hice fue ponerme delante de Dios y Dios me encontró», explica con abrumadora sencillez detrás de una reja, la de la clausura, que, asegura con una sonrisa permanente, le ha liberado.
¿Cómo fue esa toma de hábito?
Muy bonito, pero muy movido. También fue divertido porque era todo, cómo decirte, todo junto. Estaba mi familia, amigos, las hermanas… Todos volcados en ayudarme a vivir el momento. Pusieron todo precioso y el día estuvo lleno de emociones. Las hermanas me despidieron el día anterior cantando y al día siguiente me amanecí y me estaban cantando.
Si la cara es el espejo del alma, la tuya está feliz.
Sí, mucho.
¿Cómo descubriste tu vocación? Porque por tu edad y por lo que me ha contado, fue muy temprana.
Yo desde pequeña he querido mucho a Jesús. Cuando en el Evangelio aparece ese Jesús que atiende a los que nadie atiende, que cuida a los que nadie cuida, me impresionaba mucho ese Jesús. Mi primer contacto con Dios fue por Jesús.
Estudié en un colegio católico y recuerdo cuando tenía 5 años que me despertaron de la siesta para ir a la capilla del colegio y tuve una alegría que no sabía por qué me hacía tan feliz. Con 7 años ya empecé a hacer preguntas. Y antes de hacer la Comunión ya les dije a mis padres que quería ser monja.
¿Antes de hacer la Comunión?
Yo quería entregarme a Dios, responder a su amor de alguna manera. Yo me sabía muy amada por Él. Lo que pasa es que era muy pequeña. Lo pasaba mal porque yo veía que mis amigos, a los que quería mucho y ellos me querían, buscaban una cosa que a mí no me llenaba como a ellos.
¡Es que eras muy pequeña! Quizá no conocías ni siquiera las palabras para expresarte.
Intentaba transmitirles a mis padres o a la gente que me pudiera ayudar, pero como era tan pequeña o no se lo creían o no sabía hacerme entender. De hecho, yo recuerdo como medio enfadarme con Dios diciéndole: “Pero, vamos a ver, ¿si yo no puedo hacer nada ahora, para qué me lo haces saber, que me pone triste?” Intenté distanciarme, pero Dios salía a mi encuentro. Pero fue a los 12 años, cuando entró mi prima Nazaret aquí, en Monzón.
«Intenté distanciarme, pero Dios salía a mi encuentro.»
Y ese fue un hito en tu vida.
Fue uno de los acontecimientos más importantes de mi vida. Mis hermanos preguntaban: ¿Y por qué se mete monja?¿Por qué tan lejos? Pero para mi fue llegar aquí y entender: Clara, no busques más. Es esto.
¿Qué hiciste entonces?
Yo tenía miedo de decirlo y que me volviera a pasar lo mismo. Pero entonces, a los 14 años, se lo dije a mi prima y ya después ya hablé con sor Alegría. Fue súper bien. A ver… Me dijeron que todavía era muy pequeña, que tenía que esperar. Y claro, fue un tiempo, hasta los 18, como muy doloroso, porque veía que tenía una vida que no era la mía. Lo pasé fatal. Tuve un momento de crisis, estaba súper desesperada. Yo estaba con Dios, nunca lo dejé, pues iba a misa todos los días, rezaba, me iba a la parroquia. Todo lo movía Él, pero no podía hacer de Él el centro de mi vida porque estaban los estudios. Para mí los estudios siempre han sido como “Jo, tengo que estudiar, pero no me va a servir para nada”.
(risas) Sí te va a servir. Esta es la batalla de los padres con sus hijos.
¡Sí! ¡Me sirve! Y gracias a lo que he estudiado ahora sé muchas cosas. Pero era la sensación de pensar: «Si yo lo único que quiero es amar a Jesús, ¿para que tengo que estudiar matemáticas?» Estudié hasta cuarto de la ESO, hice un grado de cuidado a personas mayores, con discapacidad… Lo hice ya pensando en cuidar a las monjas mayores y ya se lo advertí a mis padres, que no se equivocaran.
«Si yo lo único que quiero es amar a Jesús, ¿para que tengo que estudiar matemáticas?»
¿Y cuál fue la reacción de tus padres?
Como siempre les he ido diciendo, no les sorprendió tanto, ni a mis hermanos porque también se lo olían, aunque sí les sorprendió que fuera ya, tan pronto. Al final soy la primera que me he ido de casa y con el pequeño, que tiene 14 años, tenía mucha relación.
¿Tus amigos?
Me fueron a acompañar cuando entré, estuvieron muy pendientes. Pero claro, había perdido un poco la relación, aunque nunca nos dejamos de querer. A alguno le sorprendió, otros dijeron que se me veía.
El 22 de julio cumpliste 18 años y ese era un momento que tú estabas esperando.
Durante todo el verano estuve nerviosa porque el tiempo no pasaba. Me costaba mucho dormir porque quería que llegara al día y me pasaba el tiempo pensando en el día de entrar y como iba a ser mi vida. Entonces fue tener fecha de entrada y mis males se pasaron. Fue pisar esto y cambié radicalmente, volví a ser feliz. Y todavía no había vivido nada. Fue entrar y que todo encajara; esto y no hay más.
Las hermanas desde el primer momento… fueron super simpáticas. No sé cómo agradecer lo que han hecho por mí, ya antes de llegar porque sabía que rezaban por mí. Y yo por ellas.
¿Te ha costado adaptarte a la nueva rutina?
Pensé que me iba a costar más, pero como tenía tantas ganas…Yo he soñado con tener más tiempo para que Dios sea el centro de mi vida y no el sentido de mi vida. Es decir, que cuando puedes y tienes tiempo, vas a rezar. Pero si no tienes hecho el trabajo, el cuidado de la familia, pues no vas. Aquí ya sí se puede hacer porque es el centro de tu vida, pero el centro de todas las hermanas.
Entonces tienes tiempo para estar con ellas, pero también tienes tiempo, la mayoría del tiempo, para Dios. Porque incluso cuando estamos trabajando, estás en oración con Él, porque tú te callas para que Él te hable. A lo mejor eso es lo que más me ha costado, aquí lo estoy descubriendo.
Porque tú eres habladora.
¡No lo era hasta que llegué aquí! No soy una persona que hable mucho, pero yo creo que aquí como he tenido mucha más libertad.
¿Te das cuenta que es muy paradójico eso que dices? Has entrado en un convento de clausura y tienes más libertad.
Sí, pero es como que mi vida está hecha para eso. ¡Pobres de mi hermanas!
Están encantadas contigo, eres la benjamina. Y te has encontrado con tu prima.
Sí, yo pensé que la conocía, pero ahora sí que la conozco. Ella me apoyó y me ayudó siempre.
«Lo que más cuesta, y eso pasa siempre, es el dejarte a ti.»
¿Qué aspecto de todo lo que te has encontrado al entrar te ha parecido lo más desafiante?
Lo que más cuesta, y eso pasa siempre, es el dejarte a ti. Porque tú has dejado a tu familia, tus amigos, a tu sitio, tus estudios, tu vida entre comillas, o sea, un futuro laboral, de familia… para amar a Dios. Pero no tiene punto de comparación con dejarse a uno mismo. Que es como decir de verdad me entrego. Creo que eso es lo más desafiante. Y creo que otra cosa muy desafiante es vivir el carisma que santa Clara y san Francisco nos dejaron, porque es que es un carisma que es el Evangelio puro. Volvemos a lo mismo, porque al final Evangelio es renuncia a uno mismo para entregarse, y si te entregas a Dios, te entregas también a los demás, a las demás personas, a tus hermanas. O sea, creo que los dos puntos están unidos. Es un reto. Vivir el carisma y entregarme a Dios
¿Y lo más gratificante?
Después de tanta lucha y de tanta oscuridad, volver a encontrar la alegría. Que encaje todo, ser inmensamente feliz por poder amar del todo a Dios. Poder vivir tu vida. Encontrar tu vida, reconocer en ella a Dios, ser feliz porque estás haciendo lo que para él ha sido para lo que ha sido creada. Ahora tienes que vivirlo y tienes que luchar porque si es así. No vale con responder.
Tu opción, en la sociedad actual, es transgresora ¿Lo ves así?
No sé, nunca me lo había planteado.
En la iglesia, que muchas veces le da vueltas a cómo conectar con los jóvenes, quizá puedas aportar alguna clave.
El joven tiene que tener encuentro con Jesús. Si realmente confiamos en que Dios habla, que Dios vive y que Dios puede llegar a todo y a todos, lo mejor que puedes hacer es dejar espacio a Dios.¿Cómo hacer eso? Ya no lo sé, yo es qué, por ejemplo, yo de pequeña lo único que hice fue ponerme delante de Dios y Dios me encontró. No hay que hacer nada sin oponerse, que Dios está deseando encontrarte.
«Animaría mucho a la gente a encontrar su vida. Y a amar.»
Hay que ponerse a tiro.
Sí, sí, a ver, que Dios puede hacer lo que quiera cuando quiera y se puede poner la tiro en un momento en el que tú estés fuerísima de todo y haciendo cosas que no deberías hacer, incluso cuando las estás haciendo.
Hay que dejar a Dios ser Dios. Porque muchas veces, me pasa a mí y le pasa a mucha gente, que queremos que todo salga tan bien y como que lo organizamos nosotros. ¿Y el momento para que Dios actúe? No podemos organizarlo todo.
¿Qué mensaje te gustaría transmitir?
¿Qué puedo decir yo? Yo solo puedo decir que uno busque de verdad a lo que está llamado. Si tu encuentras lo que Dios busca de ti es que no vas a poder dejar de ser feliz, de amar y de querer vivir con la misma ilusión que el primer momento, aunque lo hayas hecho ya tres mil veces. Animaría mucho a la gente a encontrar su vida. Y a amar.