Alégrate, llena de gracia

Pedro Escartín
7 de diciembre de 2024

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción – (08/12/2024)

Hoy celebramos la fiesta de la Inmaculada, patrona de España. Este año coincide con el segundo Domingo de Adviento, pero desde antiguo la Iglesia concedió a los cristianos españoles que pudiéramos celebrar en este día la Concepción Inmaculada de María, aunque como ocurre este año coincida con un domingo del Adviento. La embajada del ángel Gabriel que hoy narra el evangelio –«Alégrate, llena de gracia» (Lc 1, 26-38)– ha resonado con gozo en mis oídos…

– ¡Felicidades, Jesús!, por la parte que te toca en este día tan glorioso para tu Madre –le he dicho nada más vernos–.

– Felicidades también para ti, pues bien sabes que desde la cruz la encomendé a vuestros cuidados como si fuerais sus hijos –me ha respondido con gozosa sonrisa–.

– Nunca agradeceremos tu regalo como se merece. Por lo menos, tomemos hoy el café hablando de ella. ¡Lástima que no esté ahora aquí! –he dicho mientras he depositado dos cafés en la mesa–.

– Ya conoces su humildad y discreción –me ha replicado–: Cuando el ángel Gabriel le anunció que iba a ser mi madre no reaccionó como Zacarías. Seis meses antes, cuando el mismo Gabriel le anunció el nacimiento de su hijo Juan, Zacarías recordó al ángel: “Yo ya soy viejo y mi mujer es estéril”, reclamando algún signo que avalase lo que acababa de oír; en cambio, María se limitó a preguntar cómo llegaría a ser madre, pues, aunque estaba desposada, no se había realizado la boda, que según la costumbre tendría lugar un año más tarde, y aún no había convivido con José. No pidió signos y aceptó, como humilde esclava, que el Espíritu Santo la cubriera con su sombra…

Sin poder contenerme he dicho a Jesús:

– Por cierto, una pregunta que me parece lógica: ¿cómo iba a tomar la gente su embarazo, y sobre todo José, si aún no habían compartido el lecho matrimonial? ¡Menudo bochorno!

– Pues todavía hay más –ha añadido–. El evangelista Mateo dice que José era tan buena persona que no quiso denunciar el embarazo de María, porque la hubieran acusado de adulterio, y decidió cargar con la afrenta de haberla abandonado dejándola embarazada. ¡Cuánto amaba a mi Madre!

– Sin embargo, el Padre envió su ángel para decir a José: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu esposa, porque lo concebido en ella viene del Espíritu Santo» (Mt 1, 18-22). José se serenó y se llevó a María a su casa –he dicho recordando lo que ya había leído en otras ocasiones sobre la concepción virginal de Jesús–. Pero dime si había necesidad de montar todo este embrollo. ¿No podías haber sido concebido como todo el mundo?

– Olvidas, amigo, que mi presencia entre vosotros es consecuencia del amor del Padre, obra del Espíritu Santo y fruto de vuestra entrega a Dios –me ha replicado después de tomarnos un sorbo de café–. Mi Madre, que había sido concebida sin esa tendencia a la desconfianza, que tanto os acosa, fue capaz de decir: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». Hoy y siempre hacen falta mujeres y hombres que se fíen del Padre sin condiciones, aunque de entrada parezca un sinsentido. Ésta fue su gran virtud: fiarse de Dios contra viento y marea, y esta virtud es la que salva vuestro mundo de la descomposición. ¿No estás viendo cada día que el egoísmo y la mentira minan la credibilidad entre vosotros y la posibilidad de que viváis en paz? Alguien tenía que haceros ver, con su confianza en el Padre, que otro modo de vivir es posible y deseable.

– ¡Gracias, Jesús, por haber querido nacer de tan buena Madre y por atreverte a confiarla a nuestros cuidados! –he dicho con los ojos humedecidos por la emoción–.

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