Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del I Domingo de Adviento – C – (01/12/2024)
El evangelio que se leyó hace quince días concluye hoy con unas esperanzadoras palabras de Jesús: «cuando empiece a suceder esto, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». Si hace quince días el anuncio de la destrucción del Templo me dejó perplejo, la descripción de la venida del Hijo del Hombre, que hoy hemos escuchado (Lc 21, 25-28. 34-36), no ha disminuido mi inquietud, pero Jesús me ha dicho:
– No te dejes impresionar por ese lenguaje catastrofista que utilizó el evangelista para transmitir lo que dije cuando ya estábamos llegando a Jerusalén. Esas descripciones apocalípticas eran el medio literario que se usaba en aquella época para anunciar algo importante. No te dejes atrapar por el lenguaje; fíjate más bien en que anuncian la venida del Hijo del Hombre. Vosotros proclamáis mi segunda venida con esperanza todos los domingos al recitar el Credo. Decís: «Creo que vendrá desde el cielo a juzgar a vivos y muertos». Esta expectativa ha de producir sentimientos de ilusión, no de temor, a todo el que se siente zarandeado por la dura realidad de la vida.
– Ya veo que el evangelista invitó a acogerte con esperanza, al insertar a continuación: «Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». Pero la imaginación nos juega la mala pasada de hacer que nos detengamos más en lo catastrófico que en lo esperanzador -he dicho después de aproximar a Jesús el café que ya nos habían servido-.
– Eso os ocurre porque, a pesar de las múltiples desgracias y sufrimientos que diariamente acongojan a tantos hermanos vuestros, vivís demasiado apegados a los pedazos de felicidad que pretendéis arañar cada día en la corteza de vuestras vidas -me ha respondido-. Si os solidarizarais de verdad con el sufrimiento de vuestros hermanos, desearíais con anhelo esa liberación. Este apego ya lo vivió la gente de mi pueblo. Recuerda cuánto tuvo que esforzarse Moisés para convencer a los israelitas, que vivían oprimidos en Egipto, para que se pusieran en marcha hacia la libertad. Y después, por el camino del desierto, ¡cuántas veces temió ser apedreado por haberlos sacado de Egipto! Caminaban hacia una tierra prometida, que manaba leche y miel, y sin embargo añoraban los ajos y cebollas de Egipto cada vez que sufrían el zarpazo del hambre o la sed. No se percataban de que el camino hacia la libertad es arduo y requiere algún sacrificio.
– Una pregunta -le he dicho buscando mi taza de café para tomar un sorbo antes de que se enfríe-: Cuándo dijiste: «Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día», ¿querías ponernos sobre aviso para que tu segunda venida no nos pille de improviso y la vivamos sin pena ni gloria? ¡Son tantas las distracciones que impiden tomarnos en serio lo que verdaderamente importa…!
– No te avergüences por reconocerlo. El primer paso para curarse es reconocer que se está enfermo y acudir al médico -me ha dicho tratando de tranquilizarme-.
– ¡Cuánta razón tienes! Hace unos días escuché por la radio un anuncio en el que se preguntaba a la gente: “Para usted, ¿qué es practicar el buen vivir?” Las respuestas eran de lo más pintoresco, pero totalmente rastreras e insolidarias. Nadie dijo que el buen vivir sea esperar tu venida o ayudar a los que sufren… Supongo que cuando llegues caerás sobre algunos como un lazo. ¡Tantas luces navideñas, comidas y regalos, y qué pocos se preguntan quién llega en Navidad!
– Pues tenéis las cuatro semanas del Adviento para despertar y manteneros en pie cuando yo llegue -me ha dicho indicándome que teníamos que irnos-.
2 respuestas
El camino del Adviento puedes hacerlo caminando hacia esa liberación a través de la solidaridad (caridad en cristiano) o bien parando a reflexionar sobre la celebración de la llegada del Salvador
Caminemos, pues, con ánimo alegre y esperanzado.