El pasado 25 de noviembre fue la entrega de los ‘Premios Latir Hispano’ en los que fueron nominados finalistas dos párrocos de nuestra archidiócesis, Jaime Gualdrón y Samuel Pérez. Finalmente, Samuel fue uno de los siete profesionales galardonados. Estos premios, impulsados por el ayuntamiento de Zaragoza, han nacido con el objetivo de reconocer «el esfuerzo, la dedicación y el talento» de la comunidad latina para engrandecer la capital aragonesa.
Por este motivo, entrevistamos el pasado 22 de noviembre en el Espejo de la Iglesia en Aragon de COPE Zaragoza a Jaime y Samuel. A continuación, incluimos la entrevista colgada en nuestro canal de Youtube y la transcripción de la misma.
Rocío Álvarez: Jaime, en tu caso, como decíamos, él es párroco de San Pedro Apóstol en el barrio Oliver. ¿Cuéntanos cómo vivís la integración entre latinos y españoles en vuestra parroquia?
Jaime Gualdrón: Yo quiero aclarar que soy el barroco de la Coronación de la Virgen y de San Pedro Aposto. Soy el párroco de la Unidad Pastoral Oliver, soy el barroco de las dos parroquias, y de verdad que ha sido una experiencia, ya casi 10 años de estar aquí en esta unidad pastoral, pues ha sido una riqueza y una experiencia muy hermosa, el poder trabajar, el poder sentirme primero acogido yo en esta comunidad y luego esa integración de la comunidad española y de la comunidad latina que trabajan en conjunto, que no hay diferencia, que no somos unos ni otros sino que hacemos parte de una comunidad y de una comunidad que juntos vamos construyendo, que juntos vamos también participando dentro de toda la vida social del barrio, de la comunidad y así nos vamos enriqueciendo.
R.A.: Samuel, en tu caso párroco de Cristo Rey, ubicada en Las Fuentes, en vuestro caso, tenéis ya un recorrido con vuestra asociación Peregrinos de Esperanza. ¿Cuéntanos, cómo surgió, cuál es su finalidad, cómo ha ido evolucionando?
Samuel Pérez: Sí, bueno, es un poco muy parecido a la misma experiencia del hermano Jaime. En mi caso, yo tengo un poco menos años en el barrio de Las Fuentes, yo llevo de párroco, voy a cumplir seis años. Primero esta experiencia también de haber sido acogido por la ciudad, llevo 12 años en el país y como párroco eso, casi seis.
Y bueno, ha sido también una experiencia muy enriquecedora, la experiencia de encuentro. Surge, primero la experiencia de comenzar a acoger a las personas migrantes del barrio, tomando en cuenta que el barrio tiene una cuarta parte de migrantes, y pues viendo, contemplando la realidad del barrio, es que nos ponemos manos a la obra, el consejo pastoral de entonces, haciendo un análisis de esta realidad, comienza a dar pasos adelante.
En ese momento yo no era el párroco, la experiencia comienza hace siete años, con el párroco anterior que es José Ignacio Blanco, yo era el vicario parroquial. Hay que tomar en cuenta, pues eso, de dar mérito a quien no merece también, el párroco anterior. Y yo tomo un poco el relevo con él y la experiencia de Peregrinos de la Esperanza nace tres años después, un poco para dar cauce a las ayudas, pues en realidad es una consecuencia de la acogida.
Y es una experiencia asociativa, o sea es la experiencia de dar cauce a las ayudas por un lado y por el otro la necesidad de que los migrantes tengan un espacio de referencia, una comunidad de apoyo. Entonces, es así como nace de una forma más visible, como asociación, Peregrinos de la Esperanza en el año 2020.
R.A.: Y dada esta trayectoria que tenéis cada uno, en tu caso Jaime, ¿cómo crees que pueda ayudar la parroquia y qué debe ayudar para fomentar la integración entre ambas comunidades o cualquier comunidad, de migrantes con la autóctona?
J.G.: A ver, yo creo que una de las cosas más importantes, primero es que los que llegamos, pues sentir que llegamos a una parte donde tenemos que aprender y donde tenemos que aportar. Y los que estamos ya abrirnos un poco también. Yo creo que esa apertura, a enriquecernos, a tratar de ir acogiendo con tranquilidad, con serenidad a las personas que llegan yo creo que es importante. Con Samuel tuvimos hace unos meses la experiencia que los dos consejos se encontraron y compartieron y a partir de esta experiencia de encuentro se inició aquí, de parte de Edgar, especialmente, esa acogida también de peregrinos de la esperanza.
Yo creo que eso también nos ayuda a que, entre nosotros mismos como Iglesia, vayamos creando esos espacios. Y yo creo que poco a poco con el Plan Vita hemos ido fortaleciendo ese trabajo en conjunto y muchas veces creemos que nos supera la realidad, pero a veces lo que la gente necesita es tener un espacio, es saberse acogido, que les escuchemos, es compartir y yo creo que las comunidades, las parroquias han sido muy receptoras en ese sentido, después de saber escuchar, de saber compartir, de saber celebrar también, porque no es solamente la parte social, son todos los aspectos de la vida de las personas que tienen que ser atendidas, acogidas. Y yo creo que eso nos ha ido fortaleciendo mucho, porque la gente está en esa disposición de aprender y de saber caminar juntos.
R.A.: Samuel, en tu caso, ¿cómo puede la integración, entre ambas comunidades, enriquecer la vida parroquial y la fe de toda la comunidad, de todos los miembros?
S.P.: Sí, efectivamente, yo pienso un poco igual. Yo creo que ponernos en la sintonía. Primero, en la sintonía del Espíritu, que siempre, el Espíritu es acogida, es brazos abiertos. Entonces, yo creo que solo ponernos en esa sintonía de escucha ya nos dispone, nos dispone el corazón a abrir los brazos. Yo creo que eso ya hace que seamos espacios de encuentro, espacios de encuentro, lugar de acogida. Y ya eso nos dispone, nos dispone al diálogo con el otro, nos dispone a la escucha, nos dispone a compartir la diversidad, la acogida, el poder encontrarnos, el poder mirar historias, el poder saber que todos aportamos, que todos nos enriquecemos mutuamente y ya eso va haciendo que todos nuestros recorridos sean válidos y que todas nuestras historias vayan haciendo de la Iglesia una Iglesia cada vez más rica, más hermosa, más bella.
Ver justamente eso, la belleza de una Iglesia que yace visible en estos espacios. Y yo creo que, al final, algo quisiera puntualizar lo que decía, Jaime, al final, no miramos de dónde viene cada uno, miramos que vamos caminando juntos y al final eso es lo que nos hace ser Iglesia.
R.A.: No sé si queréis añadir alguna cosa más, Jaime o Samuel.
S.P.: Yo creo que ha sido un camino muy hermoso, la verdad, y es verdad que hemos tenido nuestros grises y lógicamente creo que es importante. Esta apertura pasa, quizás en el caso nuestro, que somos también migrantes y que como migrantes, nos ha tocado también vivir el otro lado, el vivir la otra orilla, yo creo que también es importante, el hacer el recorrido.
A veces, como sacerdote, que también hemos vivido la experiencia de la migración, nos toca vivir todo lo que vive un migrante y eso pasa por la experiencia también del duelo, por la experiencia de reconocer que bueno que también hemos vivido el estar rotos y eso es precioso, yo creo que el vivir reconociendo, que bueno que nos ha tocado vivir el Éxodo es precioso y no es una debilidad. Yo creo que eso es una gran riqueza para poder comprender en gran sintonía lo que vivieron nuestros hermanos migrantes y poder mirar también desde abajo de alguna manera, con humildad, lo que bueno, por lo que pasa, el tránsito de nuestros hermanos y eso le da una riqueza y una mirada muy profunda al trabajo que vamos haciendo.
Al final es un acompañamiento integral, no es asistencial, es como dice nuestro arzobispo no es asistencial, es existencial y eso da una gran profundidad.
J.G.: Yo quería contar un poquito la experiencia. A mí me costó un poco cuando me avisaron de esto, yo decía Dios mío que pereza, pero ayer tuvimos la oportunidad de encontrarnos con algunos de los finalistas, estaba Samuel también, de entrevistarnos, de hacer un vídeo, de fotos y ver la alegría, y ver el compartir, y ver el estar juntos, yo decía, madre día esto vale la pena. Esto tiene mucho sentido.
Pensaba que no es solamente las personas que estamos ahí, sino la cantidad de personas que lleva mucho tiempo ya trabajando, contribuyendo en Zaragoza, contribuyendo con su trabajo, pero también todos los que están pasando momentos difíciles, todas las que personas que llegan y están en la calle, que no tienen absolutamente nada. Entonces, yo veía como reflejado eso también un poquito, el reconocer, el entusiasmarnos para dar la mano, para saber acoger, para saber caminar juntos, para saber a ortar también nuestras riquezas, también saber a portar, pero con la humildad de aprender y saber recibir y recibir. Y detrás de nosotros, tanto de mí o de Samuel, está toda la diócesis, todos los sacerdotes también que, con su trabajo silencioso, aportan cada día al bienestar de una cuidad, al bienestar de una parroquia y al bienestar de las personas.