Estad, pues, despiertos en todo tiempo…
INTRODUCCIÓN
La primera parte del evangelio nos presenta una situación caótica: con la caída del sol, la luna y las estrellas; con naciones asustadas por el mar y el tumulto de las olas, con gentes llenas de espanto. Pero esto es sólo aparentemente, ya que en las tres lecturas se nos dan razones para la esperanza. En la primera se nos dice que Dios mandará “un vástago que hará justicia”. Y donde hay justicia hay orden y paz. En la segunda San Pablo nos habla de unos corazones “rebosantes de amor”. Y es el mejor equipamiento para vencer todas las dudas y todos los miedos. Y Jesús, en la segunda parte del evangelio nos invita a “levantar la cabeza”. No quiere el Señor que vivamos con miedos, con humillaciones, con complejos, con tristeza. Precisamente este tiempo de Adviento se caracteriza por la alegría y la esperanza ante la venida de Jesús nuestro Salvador.
TEXTOS BÍBLICOS
1ª lectura: Jer. 33, 14-16. 2ª lectura: 1Tes. 3, 12-4,2
EVANGELIO
Lucas 21, 25-28.34-36:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación. Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre»
REFLEXIÓN
En este Primer Domingo de Adviento, el Señor nos invita a una cosa: LEVANTAD LA CABEZA. No podemos ir por la vida con la “cabeza baja”. No quiere nuestro Señor que vivamos humillados, despreciados, sin derechos ni dignidad. Es verdad que, como humanos, no podemos presumir de nada. Pero ese Hijo de Hombre que aparece en una nube, allá en lo más alto, ha bajado de la nube a compartir con nosotros esta existencia tan frágil, tan caduca, tan deleznable. Y nos ha devuelto “la imagen” que habíamos perdido. Por eso nos preguntamos: ¿Por qué debemos ir con la cabeza levantada?
1.– Levantamos la cabeza para mirar la vida tal y como es. Hay mucha gente que se escapa de esta vida: no quiere ver tanta violencia, tantas guerras, tantas filas de gente huyendo de sus países, tanto atropello, tanta corrupción. Y dicen: con los ojos cerrados, se vive mejor. Pero, por mucho que cierren los ojos, la miseria no dejará de existir. Jesús pasó por la vida con los ojos bien abiertos: Veía la soberbia y avaricia de los jefes; la corrupción de los poderosos, la ambición instalada en el mismo corazón de sus discípulos. Y porque vio el mal con todas sus secuelas, quiso luchar contra él. Si Jesús no hubiera tomado partido por los pobres, si hubiera sido más prudente a la hora de denunciar el mal, si hubiera cuidado un poco las formas y hubiera sido más condescendiente, hubiera vivido muchos años y hubiera muerto tranquilamente en su cama. Pero miró el mal del mundo y ya no pudo vivir tranquilo. Y se comprometió hasta el final.
2.– Levantamos la cabeza para poder mirar el cielo. Uno de los grandes males de nuestra época es que la gente, ya no mira al cielo. El hombre de hoy quiere ser feliz en la “inmanencia”. Lo decía muy bien el Papa San Juan Pablo II: «Una especie de ateísmo práctico y existencial que coincide con una visión secularizada de la vida…Un hombre lleno de sí que no sólo se pone como centro de su interés, sino que se atreve a llamarse principio y razón de toda la realidad…Ya no hay necesidad de combatir a Dios. Se piensa que basta simplemente con prescindir de El» (P.D.V. 7). Se están cumpliendo las palabras del poeta: “Bueno es saber que los vasos nos sirven para beber. Lo peor es que no sabemos para qué sirve la sed” (A. Machado). La sed de infinito, de verdad, de felicidad, que el mismo Creador puso en nuestro corazón, ya no sabemos para qué sirven. Hoy, más que nunca, necesitamos levantar la cabeza y mirar al cielo con un sentido de “trascendencia”. El hombre, como el árbol, necesita de la profundidad de las raíces y de la inmensidad de los cielos para mantenerse en pie. Raíces, sí; pero también lluvia, aire, viento, sol, sobre sus ramas, cielo.
3.– Levantamos la cabeza para vivir de esperanza y poder todavía soñar. La vida humana está lanzada hacia el futuro. Somos lo que no somos y estamos llamados a ser. Y para esto necesitamos de la “esperanza”. En realidad, uno no muere cuando acaba de respirar sino mucho antes, desde el momento que ya “no espera nada de la vida”. Sin esperanza no se puede vivir. Y matamos a una persona cuando le decimos: “Yo de ti ya no espero nada”. Los sueños más bonitos de los profetas coinciden con la época más trágica del pueblo judío: el destierro de Babilonia. Vendrán días en que los “huesos secos se llenarán de carne y de vida” (Ez. 35). Días en que “un agua que baja del Templo convertirá el desierto en vergel y las aguas salobres del Mar Muerto en un mar de agua dulce donde acudirán los pescadores (Ez. 47). A los cristianos que creemos en Cristo Resucitado, se nos podrá quitar la piel, pero no los sueños. Adviento es tiempo de soñar.
PREGUNTAS
1.- ¿Miro la vida como es, con todo su realismo? Y esto ¿Me obliga a cambiar y luchar por un mundo más humano?
2.– ¿Doy a mi vida un toque de fe, de amor, de esperanza? Y esto ¿Lo nota la gente?
3.- ¿Estoy convencido de que, si pierdo la esperanza lo he perdido todo? Además de dormir, ¿me gusta soñar?
Este evangelio, en verso, suena así:
En este tiempo de Adviento,
nos invitan los profetas
a cultivar la “esperanza”,
porque “el Señor está cerca”.
El Adviento es “esperanza”
tensa y vigilante espera.
Esperamos a Jesús,
al “Salvador de la tierra”.
La “esperanza” no se duerme,
vigila y está “despierta”.
Ante el miedo reacciona
“levantando la cabeza”.
La “esperanza” siempre canta,
aunque tropiece con piedras.
Cuando todos se acobardan,
ella redobla sus fuerzas.
La “esperanza” siempre es niña,
una flor de ilusión nueva.
“Nuestra esperanza es Jesús,
Que está llamando a la puerta.”
Quiere “nacer en nosotros”,
alejar nuestras tinieblas,
regar nuestro corazón
con una lluvia de estrellas.
Ven, Señor, que te esperamos.
Hace frío, eres “hoguera”.
Es de noche, Tú eres “día”.
Somos pobres, Tú “riqueza”
(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)