Este domingo celebramos la Jornada Mundial de los pobres. Hace 8 años que el Papa Francisco instituyó esta jornada para que fuese una oportunidad pastoral para tomar conciencia de la presencia de los pobres a nuestro lado y conocer sus necesidades. El propio papa dice en el mensaje de este año, que “es una ocasión propicia para llevar a cabo iniciativas que ayuden concretamente a los pobres y también para reconocer y apoyar a tantos voluntarios que se dedican con pasión a los más necesitados” (7).
Tenemos ante nosotros una nueva oportunidad para que nadie nos sea indiferente, para que descubramos que, cerca de nosotros, hay personas que cuentan poco en nuestra sociedad, que podemos tener la tentación de hacer invisibles; oportunidad para que perdamos el miedo a estar a su lado y escucharlos y para, con valentía, plantearnos si podemos y queremos ser voluntarios para atender, ayudar y acoger a los pobres. Cáritas y otras instituciones nos abrirán sus puertas con mucha alegría para coger a toda persona que quiera ser voluntaria.
El lema para la jornada de este año es la oración del pobre, sube hasta Dios, (Eclesiástico 21, 5). Es “la esperanza cristiana que nos da la certeza de que nuestra oración llega hasta la presencia de Dios. Pero no cualquier oración, ¡la oración del pobre!” (1). Podemos decir que Dios siempre escucha al pobre. En palabras de Francisco “tiene un lugar privilegiado en el corazón de Dios”. Como buen padre quiere a todos sus hijos, pero siempre está más preocupado y atento por los débiles, los que necesitan más atención, sin que ello signifique que quiera menos a los otros. Por eso Francisco concreta “nadie está excluido de su corazón, ya que ante él todos somos pobres y necesitados. Todos somos mendigos porque sin Dios no seríamos nada” (4).
Es misterio de esperanza y de humildad, Dios no se olvida de nadie, todos caben en su corazón, su amor infinito alcanza a todos, incluso a aquellos que le niegan. Es misterio de humildad, porque nos lleva a descubrir que sin Dios no somos nada, ni siquiera existiríamos, humildad que nos lleva a reconocer que nadie es superior a nadie delante de Dios; humildad que tenemos que concretar en estar siempre dispuestos a aceptar a todos y estar atentos a sus necesidades. Dios cuenta con nosotros para que su amor misericordioso pueda ser sentido, palpado por los más débiles y así, se puedan reconocer como hijos de Dios. Esta jornada nos invita a que tengamos “un corazón humilde, que tenga la valentía de convertirse en mendigo, un corazón dispuesto a reconocerse pobre y necesitado” (5).
Nos pide el Papa a que tengamos muy en cuenta los pobres que generan las guerras. ¡Cuántos nuevos pobres producen estas malas políticas hechas con las armas, cuántas víctimas inocentes! (4)
Oremos por los pobres, acompañemos siempre nuestras obras de caridad con la oración; que nuestra oración nos lleva al compromiso. Cada vez que ayudamos un pobre estamos haciendo que sienta que su oración ha sido escuchada por Dios. Una última llamada del Papa en su mensaje: “Estamos llamados en todas circunstancias a ser amigos de los pobres, siguiendo las huellas de Jesús” (10).