Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Solidaridad, voluntarios, fe, amor

6 de noviembre de 2024

Este puede ser un conjunto de palabras-actitudes-virtudes que definen a tantas y tantas personas que han reaccionado ante la

MUERTE, BARRO, AGUA ENFADADA y VIOLENTA

en Valencia, Albacete, Teruel, Cimballa, Monasterio de Piedra …

 Las diferentes televisiones nos han impactado con sus imágenes.

Nos han ofrecido dos fotografías, puestas en paralelo, que expresan muy bien la realidad. La tragedia en la fotografía inferior y, en la superior, una inmensa fila de voluntarios caminando hacia los lugares del desastre para colaborar en todo lo que hiciera falta.
Los Medios de Comunicación Social, cuyos reporteros se han manchado de barro hasta la cintura, expresan, mucho mejor que lo que yo pueda escribir, la tragedia en Valencia y en los otros lugares. Por eso me sirvo de ellos.

La gota fría más mortífera de este siglo en España irá disipándose poco a poco, pero lo que ha dejado a su paso, la tragedia en vidas, en bienes e incluso en la mente de los ciudadanos, perdurará por muchos años. Los desgarradores testimonios de los vecinos de los pueblos afectados, las fotografías y las imágenes de televisión han dejado al país entero sobrecogido y en trance de asimilar todavía que en España se haya podido producir una catástrofe de esta magnitud, con más de 200 muertos y decenas de desaparecidos. Seis días después -cuando escribo esta página- aún no sabemos la dimensión exacta de la tragedia en vidas humanas. La cifra de desaparecidos sigue siendo una incógnita no despejada aún por la Generalitat valenciana.

Se ha llevado a cabo, en palabras del presidente del Gobierno, la mayor movilización de la historia de las fuerzas armadas españolas y de seguridad del Estado en tiempos de paz. 7.000 efectivos del Ejército, más 10.000 policías y guardias civiles se han puesto a disposición de las autoridades de la Comunidad Valenciana para acelerar las labores de rescate y de limpieza. La tarea que queda es ingente y solo la suma coordinada de los efectivos de todas las Administraciones puede hacerle frente.

Será, efectivamente, imperativo analizarlo en profundidad y con todo detalle porque lo ocurrido esta semana en España es tan serio que incluirlo como una pieza más de la confrontación partidista —como ya está sucediendo- es, además de un desaire a las víctimas y a todos los españoles, un peligro para extraer las lecciones que debemos sacar de esta hecatombe.

Es impresentable toda disputa partidista en momentos como este. ¿No es posible, ni siquiera en estas situaciones, que los políticos se unan para atajar la situación de modo eficaz sin protagonismos ni luchas partidistas? Los extremistas reaccionarios aprovechan la catástrofe para hacer populismo y atacar, no ya al Gobierno sino al Estado democrático y a los científicos, que son los primeros aliados de toda la sociedad para anticipar y enfrentar los fenómenos meteorológicos extremos e intentar que sus efectos sean lo menos devastadores posibles.

Los poderes públicos, especialmente los que tienen responsabilidades de protección civil, deben asumir la alteración, perturbación, trastorno social derivados de una prevención contundente ante las alertas de los expertos científicos, sean meteorológicas o de salud pública: el derecho a la vida y a la integridad física no es por casualidad el primero en nuestro ordenamiento constitucional. Las personas han de ser la prioridad. También para las empresas privadas y para los propios ciudadanos, que han de ser conscientes de que los fenómenos meteorológicos extremos están siendo más intensos y frecuentes debido al cambio climático.

Los efectos económicos de la Dana son ya gigantescos. Y todavía hay localidades sin acceso por carretera que acrecentarán el impacto económico.

Preparar las infraestructuras para el cambio climático será también una prioridad que el desastre ha hecho más evidente. Puentes, pasos inferiores, carreteras, autopistas y líneas férreas deben ser revisados para comprobar su capacidad de resistencia a una clase superior de desastres naturales. Todo ello exigirá una labor colectiva a todos los niveles, millones de euros de inversión y, sobre todo, unidad para un esfuerzo de país que requiere de la colaboración de todos. Frente a la naturaleza desatada, prevención, prevención y prevención. No se acabará con los fenómenos extremos, pero se conseguirá reducir sus consecuencias.

Y puede venirnos muy bien recordar con frecuencia un dicho popular totalmente sabio y verdadero: DIOS PERDONA SIEMPRE. EL HOMBRE, A VECES. LA NATURALEZA… NUNCA.

 

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