El Papa en su última Exhortación Apostólica “Gaudete et Exsultate”, escribe lucidamente en el numero 94 sobre los dos peligros que hoy podemos vivir los cristianos que dificultan recibir la llamada a la santidad: fascinarnos con las nuevas formas de gnosticismo y vivir un nuevo pelagianismo.
“Esta mundanidad puede alimentarse especialmente de dos maneras profundamente emparentadas. Una es la fascinación del gnosticismo, una fe encerrada en el subjetivismo, donde sólo interesa una determinada experiencia o una serie de razonamientos y conocimientos que supuestamente reconfortan e iluminan, pero en definitiva el sujeto queda clausurado en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos. La otra es el neopelagianismo autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas”.
Al leer la “Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana” publicada el 15 de octubre de 1989, y la “Carta Placuit Deo de la Congregación para la Doctrina de la Fe a los obispos de la Iglesia católica sobre algunos aspectos de la salvación cristiana”, publicada el 1 de marzo del 2018 en la fiesta de la Catedra de San Pedro, me he quedado sorprendido de las similitudes e intuiciones compartidas que aparecen en los tres documentos acerca de las nuevas formas de gnosticismo. Os recomiendo su lectura.
El gnosticismo fue la primera herejía con la que el cristianismo tuvo que dialogar y combatir en los primeros siglos de nuestra era. Aunque el contexto sociocultural ha cambiado y evolucionado, hay que reconocer que las cuestiones de fondo permanecen. Hoy en día hay una sutil tendencia gnóstica que se expresa de muchas formas: la reducción de la fe a mística y sabiduría espiritual, el desplazamiento del cristocentrismo en pos de un teocentrismo en forma de misterio buscando una reducción inconsciente al común denominador de las diferentes experiencias religiosas universales, hacer del evangelio una sabiduría entre otras, la sustitución de la fe por sabiduría religiosa, la constante tendencia a espiritualizar la fe, la superación y el deseo de trascender y liberarse de todas las mediaciones históricas, institucionales, religiosas en función de una espiritualidad con mas brillo, las sabidurías orientales de la interioridad…
En definitiva, esta tendencia gnóstica pretende disociar la fe y la ética, presentando una experiencia desencarnada de Dios. Hay que reivindicar bien alto y claro, que nuestro Dios se revela en lo humano tanto en la experiencia espiritual interior como en la experiencia histórica. Las tendencias gnósticas dan primado a la sabiduría o conocimiento experiencial de Dios por encima de la revelación histórica y la encarnación del Hijo de Dios, e incluso por encima de la ética del amor al prójimo.
No me deja de sorprender la fascinación que en España, y por supuesto en Zaragoza esta causando tanto el budismo theravada como el principio de la no dualidad, a través del grupo Aletheia y los Foros de espiritualidad que se organizan (Alcoy, Zaragoza, Pamplona, Logroño…). Reconozco la aportación positiva que significa recuperar la dimensión espiritual y trascendente del ser humano, tan olvidada en nuestra Iglesia al haber absolutizado cuestiones institucionales y doctrinales a lo largo de la historia. Incluso puedo entender bien que la subjetividad moderna antropocéntrica conecte perfectamente con la interioridad oriental. Pero también percibo la ambigüedad del planteamiento y el hecho de que se llegue a confundir esto con la identidad cristiana, no me deja indiferente. Continuará…