Ya nos hemos calmado un poco por el asunto de la «manada, pero el problema sigue ahí porque nada se ha cerrado: ni las heridas, ni la sentencia ni el tiempo que a ellos les queda de encierro para reflexionar y cambiar el rumbo de sus vidas.
Esta es, precisamente, la función de las condenas a prisión: cambiar, volver a la sociedad para integrarse en ella en normalidad y dignidad, con respeto a ellos mismos y a los demás.
Y hablan de 9 años. Nueve años no es nada! se ha gritado por las calles.
Pues sí son ALGO 9 años: son una juventud, una pérdida de oportunidades, de trabajo, de familia… cuando salgan serán «ya mayores», habrán perdido la época más bonita de su vida y habrán vivido una dura experiencia de despersonalización y cuando quieran retomar sus vidas igual ya es tarde, «al volver la mirada….» dice el tango.
Nueve años es mucho, aunque lo merezcan, pero no se trata de ojo por ojo , eso alguien lo abolió hace años: Jesús de Nazaret.
Y es tiempo suficiente para reflexionar sobre la misericordia de Dios con ellos y con nosotros.
Por qué nos hemos vuelto tan duros?
El odio engendra odio y llenando nuestras calles de NO PERDÓN e intolerancia no mejoramos nada el ambiente, ni su deseo de mejorar, el de ellos.
Soy mujer y de antaño y conozco bien ese mundo de machismo y abusos, pero tengo suficiente edad para haber pedido mucho perdón y haber perdonado mucho, justo como dice el Evangelio. SE PUEDE PERDONAR!
Y para terminar transcribo algo que Chaime Marcuello escribió días pasados en Heraldo:
«Volverse airado cuando un juez no coincide con nuestro juicio previo…va contra uno de nuestros pilares. La justicia no debe mezclarse con la pasión de la venganza.»