Ayer celebrábamos la fiesta de la Virgen del Pilar, fiesta nacional de España, Patrona de España y de la Hispanidad. Conmemorábamos “la venida” de la Virgen a Zaragoza apareciéndose al apóstol Santiago para darle fuerza y apoyo en su tarea de predicar la fe cristiana en nuestra tierra.
Esta es la tradición que durante siglos se sigue transmitiendo. Hay documentos escritos del año 855, en el que se menciona una iglesia dedicada a la Virgen María de Zaragoza, vinculando este templo al siglo IV, época de San Valero. El Papa Bonifacio VIII, en junio de 1296, promulgaba una bula en la que concede indulgencias a los que visiten la iglesia de Santa María en Zaragoza. El nombre de Santa María del Pilar aparece en documentos de 1299.
Nuestro país es “tierra de María”, la Virgen del Pilar ha contribuido a que así sea. Es fácil comprobar la devoción y el amor a la Virgen del Pilar, no sólo por la presencia de peregrinos en la basílica, sino porque su imagen está presente en la gran mayoría de templos, en las casas y en las calles… alentando su cariño y oración. Esta misma tarde se celebrará el multitudinario Rosario de Cristal, fuente y expresión de esa devoción. María está en la base de nuestra fe, ella nos lleva a Jesús.
El Concilio Vaticano II dice que “la madre de Jesús acompaña al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo” (Lumen Gentium 68). Expresión que recoge el Papa Francisco en la bula de convocatoria del próximo año jubilar (Spes non Confundit, 24). Con ella, nos está diciendo que María colabora para que nuestra vida de fe y de caridad nos sirva para unirnos plenamente a Cristo, para vivir como él nos mandó y así alcancemos la Gloria del Cielo. María da constancia a nuestra esperanza, que nos dice que estamos llamados a la vida eterna, gracias a los méritos de la pasión, muerte y resurrección de Cristo y que, alcanzaremos esta meta, a través del ejercicio de la caridad y de nuestra fortaleza en la fe.
María que nos ha precedido en este peregrinar, ha alcanzado el premio de la gloria del Cielo, es el signo cierto de nuestra esperanza. Y, mientras caminamos por esta vida, es nuestro consuelo para sentir a nuestro lado la providencia del Señor y la fortaleza en la adversidad. Y ya como buena madre, unida a Cristo, ha cargado también con parte de nuestro dolor, ha sufrido por nosotros, es fuente de consuelo. Y en el tormento de ese dolor ofrecido por amor se convertirá en nuestra madre de la esperanza (bula del Año Jubilar, 24).
Gracias María por ser nuestra madre, que seas siempre el Pilar para nuestra vida de cada día. Haznos fuertes y llévanos siempre a Dios. Con palabras de nuestro querido don Eusebio, obispo emérito de Tarazona, María es el regalo más bonito que hemos recibido de Dios, porque “por medio de María nosotros podemos experimentar la ternura del Padre, la cercanía del Hijo y la comunión del Espíritu” (La oración nos sintoniza con Dios, 177).
+Mons. Vicente Rebollo Mozos
Obispo de Tarazona