Por vuestra terquedad…

Pedro Escartín
5 de octubre de 2024

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XXVII Domingo del Tiempo Ordinario – B – (06/10/2024)

Jesús sigue camino de Jerusalén y llegó al territorio de Judea donde abundaban los fariseos, que se consideraban los más observantes de la Ley del Señor; por eso el episodio que hoy nos ofrece el evangelio (Mc 10, 2-16) es particularmente significativo…

– Otra vez los fariseos quisieron ponerte a prueba. ¿Qué pretendían: enredarte en su casuística sobre los motivos que autorizaban el divorcio?

Jesús ha sonreído, me ha deseado feliz día del Señor, ha tomado un sorbo y me ha dicho:

– No lo tomes a broma. El matrimonio es un asunto muy serio, y el divorcio un problema delicado y comprometido, aunque lo hayáis convertido en algo banal. ¡Cuánto me duele la superficialidad con la que algunos se casan y luego recurren al divorcio!

– Pero Moisés ya permitió a los israelitas que se divorciasen -he dicho mirándole fijamente con mi taza de café en las manos-.

 – Por vuestra terquedad, les recordé que Moisés les permitió divorciarse, pero no era ése el deseo del Padre al crearos hombre y mujer y poneros cara a cara, porque «no está bien que el hombre esté solo» -me ha replicado-. El relato del Génesis, que habéis escuchado en la primera lectura (Gen 2, 18-24), es muy sugerente, precisamente porque es más didáctico que histórico. Os enseña a valoraros como “hombre” o “mujer”, como dos seres iguales y complementarios, ya que en ninguna otra criatura encontró el hombre alguien «como él que le ayude»; sólo en la mujer, creada no del barro de la tierra, como el hombre, sino de una costilla del hombre encontró esa ayuda que necesitáis para afrontar la vida. La igual dignidad de la mujer, que tanto reivindicáis, no es fruto de vuestras ideologías, sino de la voluntad del Padre.

– Realmente es un relato muy hermoso que pasamos por alto con demasiada facilidad -he reconocido con mi taza en la mano mientras le miraba pendiente de sus labios-.

– ¡Bebe! -me ha dicho-, que se te va a enfriar el café. Convenceos de que el matrimonio no es un simple contrato legal, sino una alianza estable de amor, a semejanza de la que Dios ha hecho con su pueblo. La fidelidad conyugal y la indisolubilidad se sostienen y alientan en ese amor mutuo, que ha de regarse y cultivarse cada día. Nada hay más fecundo y satisfactorio que el amor para afrontar con éxito las muchas vicisitudes que la vida lleva consigo. Por eso recordé a los fariseos que el deseo el Creador fue que hombre y mujer sean «una sola carne» y que «lo que Dios ha unido no lo separe el hombre».

– Pero ni tus discípulos lo veían claro, pues en casa te volvieron a preguntar sobre lo mismo. ¿Cómo quieres que la gente que anda por la calle no vea el divorcio como una aceptable salida de emergencia? -he dicho mirándole apesadumbrado-.

Las salidas de emergencia sirven en caso de accidente, pero no son el camino. Muchas parejas se mantienen fieles, se ayudan, cuidan con cariño a sus hijos y son felices. Su matrimonio no fue una aventura pasajera, sino fruto del amor y de la templanza, una virtud que os ayuda a moderar la atracción de los placeres y a equilibrar vuestras emociones…

– Algo bastante olvidado en los tiempos que corren. ¡Y así nos va! -me he lamentado y me he despedido hasta el próximo domingo-.

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