Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XXV Domingo del Tiempo Ordinario – B – (22/09/2024)
En el evangelio de Marcos, el camino hacia Jerusalén simboliza el camino del Mesías culminado con la muerte y resurrección de Jesús, un camino doloroso, pero finalmente glorioso. El camino cruzaba por Galilea, cuna del anuncio del evangelio, y Jesús quiso pasar desapercibido, porque iba instruyendo a sus discípulos, como hoy dice el evangelio (Mc 9, 30-37).
– En esta ocasión conseguiste que el gentío no se enterase y frustrase tu proyecto de instruir a solas a los Doce, como te ocurrió en otra ocasión. ¿Tanto deseabas hablarles sin interferencias? -he dicho a Jesús en cuanto hemos estado a punto de saborear nuestro café-.
– Ciertamente tenía que decirles algo con claridad y en un clima de paz, porque sería imprescindible para su futura misión -me ha respondido después de tomar un sorbo-.
– Por lo que dice el evangelista, de nuevo querías hablarles de tu pasión y resurrección, pero me sorprende que ellos no te entendieran y les diera miedo preguntarte.
– ¿Qué es lo que te sorprende? ¿Qué no entendieran o que les diera miedo preguntarme?
– Ambas cosas. Lo que les dijiste era muy claro: que te iban a perseguir hasta la muerte, pero que después de muerto, a los tres días resucitarías -he dicho abriendo las manos-. Pero sobre todo me sorprende la poca confianza que manifestaron al darles miedo preguntarte.
– Haz un esfuerzo para comprenderlos. Ellos tenían las mismas dificultades que vosotros para acoger mis palabras, pero con una añadida: vosotros contáis ahora con su testimonio para creer en mi resurrección, un testimonio que ratificaron con su vida, pues, como declararon ante el Sanedrín, no podían dejar de decir lo que habían visto y oído; pero entonces aún no habían vivido la experiencia de verme resucitado; sólo contaban con mi palabra y, aunque no les faltaban motivos para tomarla en serio, puedes imaginar cuánto les costó aceptar un anuncio tan sorprendente; no te extrañe que no entendieran…
– Esto ya lo he pensado, pero ¿por qué les daba miedo preguntarte?
– Por lo mismo que a vosotros os avergüenza seguir a un Mesías que, en lugar de triunfar sobre sus enemigos, dejó que lo destruyeran, confiando, no obstante, en que el Padre no abandonaría a su Hijo. Cuando les pregunté de qué discutían por el camino no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Si me preguntaban, quedaban en evidencia y prefirieron no preguntar ni responder a mi pregunta.
– Casi me alegro de que fueran tan parecidos a nosotros, pues el que les encantara el triunfo y ser los primeros, y además no estuvieran predispuestos a esperar que resucitases hace más veraz su testimonio y su conversión después de verte resucitado.
– Pues no olvides que puse delante de ellos a un niño, que en aquella cultura era símbolo de lo insignificante, para hacerles entender que el mayor es el que, en la vida, hace sitio al que no tiene grandeza. El Padre quiso que yo me encarnara en los débiles e indefensos. ¿Entiendes lo que esto supone?
– Sí; que, entre otras cosas sorprendentes, naciste en un establo porque no había sitio para ti en la posada -le he dicho mirándole con admiración y gratitud-.