Effetá

Pedro Escartín
7 de septiembre de 2024

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XXIII Domingo del Tiempo Ordinario – B – (08/09/2024)

Hoy, 8 de septiembre, celebramos la natividad de Nuestra Señora. Pero este año es domingo y el “día del Señor” está por delante de cualquier otra conmemoración. Por eso, hemos escuchado el evangelio correspondiente a este domingo del tiempo ordinario (Mc 7, 31-37). Nuestra Señora se declaró “sierva” del Señor y no se molestará si su cumpleaños queda en segundo lugar o eso pienso yo. Ahora mismo lo comento con Jesús, que ya viene hacia aquí…

– Ni a mí ni a mi madre nos parece mal que pongáis al Señor por delante. Ella proclamó: «Engrandece mi alma al Señor, porque se ha fijado en la pequeñez de su esclava». Si estuvo dispuesta a que los deseos del Padre se cumplieran en ella, ¿cómo no va a aceptar de buen grado seguir en la sombra, como lo estuvo durante su vida mortal? -me ha respondido-.

– Pero no quiero dejar de felicitarla: un cumpleaños siempre es motivo de alegría -he dicho mientras recogía los cafés en la barra y los acercaba a una mesa libre-.

– Obsesionados con que el tiempo se os escurre entre los dedos, dais mucha importancia a los cumpleaños, pero mi madre y yo vivimos ya junto al Padre; para Él y para nosotros no cuenta el tiempo porque gozamos ya de la vida eterna, pero felicítala que bien se lo merece.

– Es que mientras vivimos en este valle de lágrimas nos resulta difícil entender cómo se vive en la vida eterna -he dicho tratando de excusarme-.

– No te avergüences, que te comprendo -me ha tranquilizado-. Conozco lo difícil que es entender y aceptar aquello que aún no se ha experimentado. Bien sabía yo que el Padre no nos abandona y, sin embargo, en Getsemaní sentí mucha angustia pensando lo que se me venía encima. Es la fuerza del amor la que sostiene la fe y hace que seamos capaces de decir “hágase tu voluntad” cuando la voluntad del Padre nos escuece.

– ¡Cuánto agradezco lo que me dices! Pero ahora quisiera que me hablases del sordomudo que te presentaron cuando atravesaste la Decápolis. Los judíos lo tenían por pagano y, por ello, despreciable: estaba sordo para escuchar al Señor y al ser mudo era incapaz de alabarlo.

– Por eso quise curarlo: para manifestar que el poder liberador del Reino de Dios también está destinado a los paganos. En aquel recorrido por Tiro, Sidón y la Decápolis, además del sordomudo curé a la hija de una mujer sirofenicia, que manifestó una fe auténtica y conmovedora. Yo debía anunciar que la buena noticia es para todos.

– Aquella gente te pidió que impusieras tus manos sobre él, pero tú te empleaste a fondo: lo apartaste del gentío, le metiste los dedos en los oídos y con la saliva le tocaste su lengua -he dicho recordando el evangelio que se nos ha leído-.

– Y no pierdas de vista lo más importante: miré al Padre y suspirando dije “Effetá”. Usé la palabra aramea que significa “ábrete” y que el evangelista ha conservado. Hice un signo de la verdadera libertad: tener oídos libres para escuchar al Padre y lengua dispuesta a bendecirlo. ¡Lástima que algunos fariseos y maestros de la Ley rehusaran ser liberados!

– En el Bautismo se nos dijo “Effetá”; Dios quiera que no caigamos en esa sordera espiritual ?he dicho para mis adentros y he añadido en voz alta: hoy pago yo.

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