«En verdad os digo que no os conozco”.
1.- Oración Introductoria.
Hoy, Señor, quiero iluminar la lámpara de mi vida con la tuya. “Quiero que tu luz me deje ver la luz” (Sal. 36,9). La lámpara de mi vida con frecuencia se apaga, si no se deja iluminar por tu Luz. Yo no puedo presumir de ser astro con luz propia; pero no me importa con tal de ser iluminado por Ti, mi Sol, que alumbras siempre y nunca te apagas.
2.- Lectura reposada del evangelio Mateo 25, 1-13
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. Mas a media noche se oyó un grito: «¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!» Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: «Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan.» Pero las prudentes replicaron: «No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis.» Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: «¡Señor, señor, ábrenos!» Pero él respondió: «En verdad os digo que no os conozco”. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión.
¡No bastan los sustantivos! También son necesarios los adjetivos. No basta decir “virgen” sino hay que decir “virgen prudente” o “virgen necia”. Todas han sido llamadas por Jesús al banquete de bodas. Pero no todas entraron. Sólo aquellas que tomaron el aceite para las lámparas. No basta decir: soy cristiano, soy sacerdote, soy religiosa. Hay que llevar el aceite del amor para salir al encuentro del esposo. Normalmente se llevaban una especie de “antorchas”, es decir, unos palos con trapos. Al llegar el esposo, esos trapos adheridos a los palos, se impregnaban bien de aceite y lucían en procesión acompañando a la novia hacia la casa del novio. Una solemne procesión, al atardecer, con luces, con cantos, con alegría. Las vírgenes necias llevaban los palos con los trapos, pero al no tener aceite, se quemaron inmediatamente y quedaron sucios, feos, sin poder alumbrar. Y son una imagen perfecta de lo que es una vida vacía, sucia, frustrada, al no llevar el aceite de las buenas obras. Y es muy triste presentarse con las manos vacías ante Dios-Esposo, que nos espera con ilusión, y que por nuestra culpa, sus sueños quedan frustrados. Lo contrario ocurre con las vírgenes que llegan con sus lámparas encendidas; vidas llenas de vida, de ilusión, de plenitud y de gozo. Y lo más importante: Vidas de esposas felices porque han agradado en todo a su Esposo.
Palabra del Papa.
“La lámpara que tenemos, es la mejor. Cuántas veces uno se despista y vive en la oscuridad. Y a veces unos se quieren poner a la luz del otro, como estas jóvenes que buscaron poner en sus lámparas el aceite de las otras. Pero cada uno tiene su luz. En cada uno Dios ha dejado una luz particular, una luz que le hace ser él mismo. Por eso, en el Reino de los cielos cada uno tiene que ser él mismo. Unas luces son más fuertes, otras más débiles, otras cambian constantemente… Y así podemos encontrar un sinfín de luces como personas. Y cada uno tiene que cuidar y dar cuentas de esa luz que recibió. Porque esa lámpara que Dios nos ha dado la tenemos que poner en el candelabro. Y puede que a veces no me guste mi lámpara, no me guste mi luz o gaste mi aceite. Puede que a veces utilice mis cualidades para presumir o a veces quiera ocultar esa luz, esas virtudes o defectos. Incluso a veces no quiero mi lámpara…Y siempre estoy queriendo la vela o el aceite de los otros. Pero, en realidad, la lámpara que tengo es la mejor, ¡porque es mi lámpara! Es un regalo de Dios. Lo importante es ver mi vida y mi historia desde los ojos de Dios y no desde una mirada humana. He de elevar la mirada; contemplar la maravillosa obra de Dios en mi vida y darle las gracias”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 10 de junio de 2016, en Santa Marta).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio).
5.-Propósito. Pienso en qué momento de este día puedo yo ser luz para alguna persona que vive en la oscuridad.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Dios mío, yo descubro que Tú siempre nos hablas de bodas, de fiesta, de comidas participadas con alegría. Pero a veces tu invitación no obtiene respuesta por nuestra parte. No me gusta hablar de castigos porque eres Padre y no te gusta castigar. Para mí el mayor castigo es el haberte defraudado, el que puedas decirme un día: Entra, pero que sepas que “esperaba más de ti”.