La solemnidad del Corpus Christi fundamenta la misión evangelizadora en una sociedad que se aleja de Dios. San Juan Pablo II en su exhortación postsinodal Ecclesia in Europa escribía: “La cultura europea da la impresión de ser una apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente que vive como si Dios no existiera” (EE 9). Pensar y vivir desde Dios y hacia Dios conlleva asumir un compromiso por el hombre. Creer en la presencia real de Cristo en la Eucaristía nos afianza en nuestra fe y nos mueve a ser signo de esperanza para muchos.
El amor es inmortal porque Dios es amor. Este amor nos lo ha manifestado Dios Padre al enviarnos a su Hijo, hecho carne, para salvarnos y acompañarnos hasta el final de nuestros días. Esto se refleja en la institución de la Eucaristía. En la última Cena, “tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo”. (Mc 14,22). La fracción del pan, como al principio se llamaba a la Eucaristía, ha estado siempre en el centro de la vida de la Iglesia. Por ella, Cristo hace presente a lo largo de los siglos el misterio de su muerte y resurrección. En ella se le recibe a Él en persona, pan vivo que ha bajado del cielo (Jn 6,51). A los católicos se nos llama a celebrar, adorar y contemplar este Misterio con la conciencia viva de la presencia real de Cristo, testimoniándola con nuestra actitud al servicio de los últimos con el objetivo de construir una sociedad más justa y fraterna.
La vivencia profunda de la Eucaristía a la que nos mueve la solemnidad del Corpus, nos lleva a ponernos al servicio de los pobres, como el mismo Jesús. Por eso, “si alguno dice, amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1Jn 4,20). El amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables. En este convencimiento la Iglesia en España hace coincidir con la solemnidad del Corpus el Día de la Caridad, como llamada a estar pendientes de los demás, sobre todo de los más pobres y necesitados material y espiritualmente. La Campaña del Día de Caridad de Caritas nos invita a ser parte activa de una misión que empezó Jesús. Juntos, como comunidad reunida en torno al Cuerpo y a la Sangre del Señor, podemos extender la mano a quienes enfrentan dificultades, ofreciendo nuestro apoyo, amor y esperanza. En cada gesto de caridad, en cada acto de compasión, estamos construyendo un camino hacia un futuro mejor.
Con el lema: «Allí donde nos necesitas. Abrimos camino a la esperanza», Caritas diocesana de Zaragoza, nos invita a hacernos Caridad, pan que se parte y reparte entre nuestros hermanos y hermanas más vulnerables. Ellos deben saber que pueden contar con nosotros los cristianos, que queremos estar cerca suyo, comprometidos con la defensa de la dignidad y los derechos de las personas más desfavorecidas.
En esta fiesta del Corpus Christi, Día de la Caridad, muchas gracias por vuestro amor a la Eucaristía, por vuestro compromiso con los pobres y por vuestra generosa colaboración con Cáritas.