El Padre escandalosamente bueno
1.- Introducción.
Señor, mi oración en este día quiero que sea distinta. No quiero pensar mucho sino ponerme delante de mi Padre Dios y dejarme abrazar por Él. Yo, mirando mis pecados, revolviendo mi vida, culpabilizándome, no consigo la paz. Quiero estar junto a Ti como el hijo que se fue de casa y siente necesidad del pan de tu ternura, del aceite de tu bondad, del vino de tu alegría. En la medida que vuelvo a Ti, que eres amor, vuelvo a la vida, vuelvo a ser aquel que era cuando vivía en tu casa antes de marchar. Quiero experimentar el gozo de sentirme perdonado por Ti.
2.- Leo despacio las palabras del Evangelio. Lc.15,1-3.11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.» El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de saciarse de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: «Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.» Se puso en camino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.» Pero el padre dijo a sus criados: «Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.» Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: «Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.» Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: «Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.» El padre le dijo: «Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.»»
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Para entender bien esta parábola hay que tener en cuenta la introducción. Los pecadores se acercaban y se sentían a gusto con Jesús. Los fariseos y escribas murmuraban. Esta parábola tiende a revelarnos la inmensa bondad de Dios nuestro Padre. Y es un reproche a los fariseos y escribas, los que se creían buenos, los que estaban todo el día con la Palabra de Dios en las manos. Jesús viene a decirles: Lo siento, pero no tenéis ni idea de lo que es Dios. Yo que soy su Hijo y he vivido siempre junto a Él os lo voy a contar. El Doctor Joaquín Jeremías que ha estudiado bien estas tres parábolas: la oveja perdida, el Hijo pródigo y la mujer que pierde una dracma, nos dice que la esencia de estas parábolas, el foco central, está en la insensatez. Es insensato un pastor que deja 99 ovejas por ir a buscar una que se ha perdido. Es insensato un padre que sale “corriendo” a buscar al calavera de su hijo. Y es insensata una mujer que, habiendo perdido una moneda de poco valor, se pasa toda la noche buscándola y, al encontrarla, invita a los vecinos y se gasta lo que vale la moneda. Conclusión: Ha llegado un momento en que a Dios le ha traicionado el corazón y se ha vuelto loco “por amor a los hombres”. Y éste es el mensaje que trae Jesús. El que, después de leer estas parábolas, saca la conclusión de que Dios es bueno, no ha entendido nada. Si, por el contrario, cae en la cuenta de que Dios es extremadamente bueno, escandalosamente bueno, entonces sí las ha entendido. Por otra parte, si el hombre saca la conclusión de que, puesto que Dios es tan bueno me puedo dedicar a pecar porque siempre me va a perdonar, tampoco ha entendido nada. ¿Os imagináis a este hijo volver de nuevo a hacer lo mismo? Sólo cuando ha caído en la cuenta de que la felicidad está dentro de casa ya no tiene necesidad de buscar falsas felicidades por fuera. “El Dios de Jesús no reprocha nada al hijo; le besa, le abraza y convierte la vida en fiesta. ¿Por qué corría aquel Padre? Porque temía que los vecinos, al ver que volvía el “sinvergüenza” lo pudieran linchar” (José Mª Castillo).
Palabra del Papa.
“Jesús no describe a un padre ofendido y resentido, un padre que, por ejemplo, dice al hijo: ‘me las pagaras, ¡eh!’; no, el padre lo abraza, lo espera con amor. Al contrario, la única cosa que el padre tiene en su corazón es que este hijo esté ante él sano y salvo y esto lo hace feliz y hace fiesta”. El Papa aseguró que “la misericordia del padre es rebosante, incondicionada, y se manifiesta mucho antes que el hijo hable”, quien sabe que se ha equivocado. Nadie puede quitarnos nuestra condición de hijos de Dios, ¡ni siquiera el diablo! “El abrazo y el beso de su papá le hacen entender que ha sido siempre considerado hijo, no obstante, todo. ¡Pero es hijo! Es importante esta enseñanza de Jesús: nuestra condición de hijos de Dios es fruto del amor del corazón del Padre; no depende de nuestros méritos o de nuestras acciones, y por ello nadie puede quitárnosla, nadie puede quitárnosla, ¡ni siquiera el diablo! Nadie puede quitarnos esta dignidad”, afirmó el Papa Francisco.
4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)
5.- Propósito: Voy a disfrutar este día de tener a un padre tan bueno. ¡Y es Dios!
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor Jesús, te doy infinitas gracias por habernos dado a conocer al Padre. Ya con saber esto me basta. No me importa que las cosas me salgan mal, ni me importan los problemas de la vida, ni siquiera mis enfermedades ni mi misma muerte. Con un Padre tan maravilloso que me ama de esta manera y que está al tanto de todo, nada malo me puede pasar. Me fío plenamente de Él.