Lectio Divina: 13 de febrero de 2024

Raúl Romero López
12 de febrero de 2024

¿Para qué tenéis los ojos, si no veis, y los oídos, si no escucháis?

1.- Oración introductoria.

Señor, esta escena del evangelio me habla de la terquedad de los apóstoles. Han sido testigos del milagro de la multiplicación de los panes y sólo se preocupan de un olvido: se han olvidado de coger pan. Están ahí contigo y sólo se preocupan de comer. Ayúdame, Señor, a no imitar a esos apóstoles que dan más importancia a las cosas materiales que a tu persona. Haz que yo sepa olvidarme de todo cuando estoy contigo, cuando te tengo a Ti.

2.- Lectura reposada del evangelio: Marcos, 8,14-21

En aquel tiempo, cuando los discípulos iban con Jesús en la barca, se dieron cuenta de que se les había olvidado llevar pan; sólo tenían uno. Jesús les hizo esta advertencia: “Fíjense bien y cuídense de la levadura de los fariseos y de la de Herodes”. Entonces ellos comentaban entre sí: “Es que no tenemos panes”. Dándose cuenta de ello, Jesús les dijo: “¿Por qué están comentando que no trajeron panes? ¿Todavía no entienden ni acaban de comprender? ¿Tan embotada está su mente? ¿Para qué tienen ustedes ojos, si no ven, y oídos, si no oyen? ¿No recuerdan cuántos canastos de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil hombres?” Ellos le contestaron: “Doce”. Y añadió: “¿Y cuántos canastos de sobras recogieron cuando repartí siete panes entre cuatro mil?” Le respondieron: “Siete”. Entonces Él dijo: “¿Y todavía no acaban de comprender?” Palabra del Señor.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión.

La levadura  era signo y causa de corrupción. Jesús quiere que nos liberemos de la levadura de los fariseos. ¿De qué levadura se trata? Los fariseos están anclados en la Ley, en las Instituciones, es decir, en lo viejo.   Ya todo está dicho y no cabe esperar nada mejor. La Pascua era la fiesta de la novedad, de la renuncia a lo viejo, de la búsqueda de un Dios que se revela en lo nuevo. Según San Pablo,  Jesús será el pan ázimo, el hombre nuevo. (I Cor. 5,6-8). San Juan nos presenta a Jesús como “nuevo vino” que revienta los odres viejos; como nuevo Templo, donde hay que adorar al Padre en Espíritu y en verdad; como nueva Luz, que ilumina la ceguera del mundo; como nueva vida, que nos saca del sepulcro. Jesús trae un nuevo y maravilloso rostro de Dios. No es un Dios vengativo ni castigador; es un Dios Padre, lleno de bondad y de ternura, que siempre nos perdona y goza cuando volvemos a la casa y caemos en sus brazos.

Palabra del Papa.

“Porque el Señor hará derivar hacia la santa Ciudad y sus habitantes un “torrente” de consolación, un “to­rrente” de consolación, tan lleno de consuelo, un torrente de ternura materna: “Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las aca­riciarán”. Como la mamá pone al niño sobre sus rodillas y lo acaricia, así hará el Señor con nosotros y hace con nosotros. Éste es el torrente de ternura que nos da tanto consuelo. “Como a un niño a quien su madre consuela, así los consolaré yo” (v. 12-13) (Homilía del 7-7-13).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Guardo silencio)

5.-Propósito. Vivir todo el día en el amor y así “todo me parecerá nuevo”.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Dios mío, de nuevo doblo mis rodillas ante Ti para adorarte y darte gracias por el don infinito de la persona de Jesús.  En Él soy capaz de renovarme cada día. Desde que me levanto, voy estrenando la vida, voy aprendiendo a vivir. Lo vivido sin Ti es lo viejo, lo gastado, lo caduco. Lo vivido contigo siempre suena a nuevo. Contigo, Señor, es imposible envejecer.

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