Palabra aramea que significa “ábrete” o “sé abierto” (De las dos formas se puede traducir según los biblistas). Jesús la empleó. Lo certifica el hecho de que Marcos nos la presenta en su evangelio (7,31-37) sin traducirla al griego. Así revela, sin decirlo, que es palabra importante en la vida y misión de Jesús. Y en la vida de quienes quieren seguirlo como discípulos.
Lo importante no es el milagro por el milagro. Dios todo lo puede. Y no necesita milagros para mostrárnoslo. El evangelista Juan, como muy sabemos, no llama milagros a estos hechos de Jesús. Los llama ‘signos’. Lo central no es el milagro, sino lo que significa, lo que nos quiere transmitir Jesús por medio de su actuación.
El que un sordo y mudo comience de repente a oír y hablar, ciertamente es algo que se sale de lo normal. Pero si nos quedamos ahí, no hemos entendido el evangelio. Jesús no hace milagros para ‘su’ gloria y provecho, para manifestar su poder, sino para bien de la persona agraciada y para anunciarnos el Reino de Dios en el que “no habrá ya pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar” (Plegaria Eucarística. Misas con niños 3).
Para un sordomudo es complicado el poder comunicarse con los demás. Y los demás debemos esforzarnos y conocer su lenguaje de gestos y signos para comprender lo que nos quiere decir.
Sin embargo, el evangélico efatá, en labios de Jesús, es extensible a toda persona que cree en Él y a toda la Iglesia, comunidad de Jesús. Ni el cristiano, ni la Iglesia podemos ser sordos y mudos ante la realidad que nos rodea y de la que formamos parte. Porque el mundo irá por su camino y la Iglesia por otro y, así, nunca llegarán a conectar. Como las paralelas.
Y la Iglesia, y en ella cada cristiano, al no abrirse ni escuchar, podrá caer en la tentación de condenar lo que no conoce y de alejarse del mundo al que ha sido enviado para evangelizarlo con sus obras y palabras.
Cuando miramos al mundo sin la mirada de Cristo no podemos amar a quien tenemos que evangelizar y nos encerramos en una especie de secta de ‘perfectos’. Y a quien no amamos no vamos a evangelizarlo.
Y voy terminando. Todo lo escrito es un pobre preludio para la sustancia que tienen otras palabras autorizadas, pronunciadas el pasado 13 de diciembre en la Audiencia General.
“El Evangelio relata la palabra decisiva de Jesús en arameo, “efatá”, quesignifica “ábrete”, deja que tus oídos se abran, deja que tu lengua se abra; y no se trata de una invitación dirigida al sordomudo, que no podía oírla, sino precisamente a los discípulos de aquel tiempo y de todos los tiempos.
También nosotros, que HEMOS RECIBIDO LA EFATÁ DEL ESPÍRITU EN EL BAUTISMO, ESTAMOS LLAMADOS A ABRIRNOS. “Ábrete”, dice Jesús a cada creyente y a su Iglesia: ¡Ábrete, porque el mensaje del Evangelio te necesita para ser testimoniado y anunciado!
Y esto nos hace pensar también en la actitud del cristiano: el cristiano debe estar abierto a la Palabra de Dios y al servicio de los demás. LOS CRISTIANOS CERRADOS SIEMPRE ACABAN MAL, PORQUE NO SON CRISTIANOS, SON IDEÓLOGOS, IDEÓLOGOS DE LA CERRAZÓN. Un cristiano debe estar abierto al anuncio de la Palabra de Dios, a la acogida de los hermanos y de las hermanas. Y por eso, este efatá, este “ábrete”, es una invitación para todos nosotros”.
Y haríamos muy bien haciéndonos estas dos preguntas, entre otras, que hizo Francisco en la misma ocasión: “Preguntémonos también nosotros, hagámonos cada uno de nosotros esta pregunta: ¿Amo realmente al Señor, hasta el punto de querer anunciarlo? ¿Quiero convertirme en su testigo o me contento con ser su discípulo? … Pensemos en esto. Pensemos en estas preguntas y vayamos adelante con nuestro testimonio. Gracias.”
“Feliz y Cristiana Navidad para todos. Gozosa. Creyente. Solidaria.”