El pasado 28 de octubre, finalizaba la primera sesión de la XVI Asamblea del Sínodo de la sinodalidad con la presentación del documento final. Una Asamblea en la que han participado 464 representantes de los cinco continentes, 365 con derecho a voto. Entre ellos, tres aragoneses: la teóloga Cristina Inogés, el obispo emérito de Zaragoza, Vicente Jiménez y el cardenal Juan José Omella.
Más allá de las cuestiones concretas que se han debatido en las mesas de la última Asamblea del Sínodo, los participantes en la misma coinciden en la impresión de haber vivido un momento extraordinario marcado por la alegría y el espíritu de comunión. De hecho, el ruido mediático generado tiene poco que ver con la generosidad que unos y otros han mostrado tratando de encontrar convergencias. «Comprendes que no se trata de imponer lo que yo quiero sino de ver lo que la Iglesia necesita. Nos hemos escuchado mucho», contaba Cristina Inogés el pasado sábado desde Barbastro. Una apreciación que coincide con la del padre sinodal D. Vicente Jiménez, quien lo expresaba con las siguientes palabras en una entrevista en Cope Aragón: «El yo se abre al tú para crear el nosotros de la comunión eclesial».
Una Iglesia poliédrica
El papa Francisco propone la imagen del poliedro como camino hacia la comunión en las diferencias. En este sentido, Mons. Jiménez confiesa que «he vivido con verdadero gozo la armonía de la unidad hecha con la polifonía de múltiples voces que dan como resultado una bella sinfonía». Y repite convencido que «el Espíritu Santo siempre crea armonía en medio de la diversidad». Una reflexión que la teóloga Inogés matiza recordando las palabras del propio pontífice: «Comunión sí, uniformidad no». Para esta laica zaragozana, «la Iglesia tiene que aprender a vivir en un proceso pascual continuo, y eso implica morir a muchas cuestiones que ya no encajan en el siglo XXI. Tenemos que resucitar a lo que verdaderamente necesita la Iglesia en el contexto actual que vivimos».
Un proceso abierto
El Informe de Síntesis al término de la XVI Asamblea General del Sínodo sobre la Sinodalidad, recoge «los principales elementos que surgieron del diálogo, la oración y la discusión que caracterizaron estos días». Es el punto final de una fase y el inicio de otra que concluirá el año que viene. Esta fase durará hasta octubre de 2024, cuando la segunda sesión de la Asamblea concluirá sus trabajos, ofreciéndolos al Santo Padre.Los padres sinodales recuerdan que el documento que ha salido de la Asamblea ha de ser revisado ahora por las diócesis. «Ahora es el Pueblo de Dios el que tiene que trabajar sobre él», dice Inogés, quien opina que «se trata de un texto profundamente consensuado», a pesar de las divergencias expresadas en temas que «no desaparecen, sino que han de volver a abordarse con más reflexión». Para Don Vicente, «no hay motivos para preocuparse. La idea no es cambiar los aspectos fundamentales de la doctrina, sino de cambiar la actitud, que ha de ser de acogida».
Espítitu Conciliar
A pesar de la novedad que supone este sínodo para la Iglesia, la idea de renovación no es nueva. Mons. Jiménez tiene claro que «debería ser un desarrollo del Concilio Vaticano II, enraizado en la tradición viva de la Iglesia, que dé respuesta a las necesidades actuales». Para Inogés, «es momento de empezar a leer el Derecho Canónico a la luz del Evangelio y no al revés».