El libro Pijama para Dos (Planeta Testimonio) cumple la quincena y sus autores, los aragoneses Alfonso Basallo y Teresa Díez, han querido compartir su experiencia con nosotros. Premiados con el galardón José Ramon Losana en 2012, llevan 37 años juntos y tienen siete hijos. Hace 25 años que se dedican a formar a las parejas que comienzan un camino en común e imparten conferencias por todo el mundo.
- Teresa Díez (Zaragoza, 1961) es historiadora por la Universidad de Zaragoza y especializada en la filosofía del Personalismo Integral. Considera a Emmanuel Mounier, Juan Pablo II o Chesterton sus maestros. Teresa afirma que dirige su propia empresa, el hogar. Es esposa, madre y ama de casa, en ese orden.
- Alfonso Basallo (Zaragoza, 1957) es periodista por la Universidad de Navarra y doctorado en CEU San Pablo. Cofundador de El Mundo y La Gaceta, ha recibido el Premio Nacional de Fomento de la Lectura en 1999. Ha entrevistado a personalidades como Camilo José Cela, Viggo Mortensen o Stanley G. Payne.
¿Cómo surge la idea de Pijama para Dos?
A.- Nosotros llevábamos bastante tiempo impartiendo charlas a parejas jóvenes. Entonces, nos hicieron un encargo de escribir un libro sobre el Matrimonio. Como ya teníamos esquemas hechos, hicimos con ellos el esqueleto del libro. Lo único que hicimos fue rellenar el esqueleto documentándonos. Sobre todo, tirando mucho de la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II, el Personalismo de Emmanuel Mounier, Chesterton, C. S. Lewis, etc. ¡Y nuestra propia experiencia también! Nuestra experiencia de Matrimonio con siete hijos.
También es verdad que nosotros, desde el primer momento, desde que nos casamos en 1985 -¡en el siglo pasado! [risas]-, teníamos claro que, en nuestro Matrimonio, íbamos a cultivar la unidad a tope. Lo teníamos muy claro. O sea, para nosotros, era lo más importante de nuestra vida. Más que el trabajo, más que todo lo demás. ¡Nos empeñamos! Y, cuando te empeñas, las cosas salen, curiosamente, ¿no? [risas] Ese es un poco del origen del libro. Por eso escribimos Pijama para Dos.
Ahora que han pasado 15 años desde su publicación, después de diez ediciones, nuevos libros y una cantidad muy considerable de conferencias, ¿qué experiencias os ha traído todo este recorrido?
T.- La primera experiencia es un beneficio para nosotros. Con la excusa de que teníamos que trabajar en la escritura del libro, nos pegábamos buenas escapadas.
A.-¡Y lo pasábamos muy bien!
T.- Y lo pasábamos fenomenal…
A.- En realidad era una excusa.
T.- ¡Exacto! [ríen juntos]
Cada vez que hablamos del Matrimonio a los demás, Alfonso y yo nos enamoramos más de nuestro propio matrimonio. Porque el matrimonio -como dice Alfonso muchas veces y es cierto- no es algo abstracto y tiene nombre de persona. Entonces, para mí, el matrimonio es Alfonso. Yo siempre explico que la clave del Matrimonio, para nosotros, es darnos cuenta al casarnos de que queríamos ser una unidad, como ha dicho Alfonso. Queríamos ser una-sola-carne. Y, para ser una-sola-carne, lo complicado era intentar ser Alfonso, llamándome Teresa. Y Alfonso, que se llama Alfonso, tenía que intentar ser Teresa.
Entonces, nos dimos cuenta de que, el día que nos casamos y nos intercambiamos las alianzas, en mi alianza ponía “Alfonso”. Por lo tanto, desde el 27 de julio de 1985, dejé de llamarme Teresa para llamarme Alfonso. Con las implicaciones que eso supone: nadie se critica a sí mismo, nadie habla mal de sí mismo y todo el mundo se excusa. Por lo tanto, si yo puedo ver en mi marido algún defecto, como la que se llama Alfonso soy yo, lo tengo que mirar con buenos ojos. ¿Por qué? Porque igual se ha enfadado pero porque está cansado o saturado… Es decir, excusas siempre hay. Porque, desde el día en que te casas, en tu alianza pone que has recibido un nombre nuevo. Como en el Apocalipsis, es una piedrecita blanca en la que está escrito un nombre que sólo conoce el que recibe (cfr. Ap 2, 17).
Esto quiere decir que somos dos personas distintas llamadas a ser una sola persona: una unidad completa de cuerpo, alma, espíritu, proyecto. Nuestro gran anhelo siempre ha sido: ser esta unidad, envejecer juntos y, de la mano, pasar a la verdadera Vida, que es la vida eterna, en la que Alfonso y yo vamos a seguir casados. ¡Lo tenemos clarísimo! Y si no… [risas].
A.- También nos han ayudado mucho las charlas que hemos ido dando en tantos sitios. Primero, porque nos ha permitido profundizar en nuestro propio matrimonio; segundo, porque hemos podido pulsar los intereses, las preocupaciones y las dudas de los matrimonios, los novios…; también, para no caer en la soberbia. Nosotros no somos la Biblia. “Una sola carne”, eso sí que es Palabra de Dios (Gn 2, 24). Pero otras muchas cosas no. Nosotros solo queremos estar abiertos a las preocupaciones de la gente para ayudar. Pero, curiosamente, las preguntas que nos hacen en estas charlas nos ayudan muchísimo. Sobre todo, las dificultades, los temas problemáticos. Porque, a veces, podemos ir con la idea de que esto es maravilloso, pero luego llega el día a día, la cruda realidad. Y hay problemas muy complejos, con gente herida. Eso nos ha hecho, poco a poco, más humildes.
Hay una cosa que está clara: no hay nadie que quiera ser infeliz. Partiendo de esa base se pueden construir muchas cosas.
¿Hay alguna anécdota concreta que nos podáis compartir de todo este camino que estáis describiendo?
T.- Hace unos años, recibimos una llamada de una chica que le había regalado nuestro libro a su novio. Él era ateo y ella católica practicante. Por lo tanto, ella tenía cierto temor a que su novio leyera el libro y no lo entendiera. Sin embargo, cuando acabó de leer el libro, le dijo: “Ésta es la verdad. Y, si esta es la verdad y el origen del amor está en Dios, ¡Dios existe!”. Y se convirtió. Nos impactó muchísimo el hecho de que nuestro libro fuera el medio por el cual él había conocido el origen del amor. Porque el amor no lo ha inventado el hombre. Su fuente es Dios. Lo impactante es que Dios-escondido se manifiesta en los abrazos de tu marido y en su mirada. Para mí, lo más impactante de lo que hemos percibido en estos años es que Alfonso, que es un ser finito con debilidades, me aporta una comprensión, un amor y un perdón… que es infinito. Esto me permitió darme cuenta de que, en Alfonso, yo podía distinguir perfectamente el rostro de Dios. Lo cual es la bomba. ¡La bomba!
Muchos matrimonios y novios nos han dicho que, gracias a nuestro libro y nuestras charlas, han salido adelante
Quería hablar un poco de las tecnologías de hoy. Os he traído una impresión de lo que dice el Chat GPT sobre vuestro libro y vosotros. Es sólo un ejemplo del avance que hemos vivido los últimos años. ¿Cómo se hace el amor y el Matrimonio en 2023? ¿Qué elementos de desarrollo habéis detectado?
T.- Te diría que la evolución tiene elementos muy positivos. El hecho de que ahora mismo se pueda hablar con claridad del amor, del matrimonio, de la sexualidad, del lenguaje del cuerpo… todo esto es enormemente positivo. Es muy enriquecedor. Y creo que la revolución sexual de Mayo del 68 aportó esta riqueza. ¿Cuál es el problema? Que Mayo del 68 abrió la posibilidad de interpretar el amor humano con muchísima nitidez, pero hizo una muy mala lectura del lenguaje del cuerpo y de la sexualidad. Esta es la parte negativa. Una de las cosas que más nos entristece es comprobar que muchos jóvenes quieren ser felices, quieren amar, quieren amar bien y se les ha escondido sin embargo la realidad del matrimonio. Porque la revolución sexual de Mayo del 68 ha interpretado muy mal el amor y la sexualidad. Entonces, si no queda claro el camino que hay que recorrer para aprender a amar, es muy difícil saber amar. No es que se haya escondido el lenguaje del cuerpo pero sí que se ha oscurecido mucho. Juan Pablo II decía una frase que me parece muy nítida: “Aprender a amar con el cuerpo y en el tiempo -las dos coordenadas con las que nos movemos los seres humanos- es la tarea fundamental del hombre”. Este es, un poco, el resumen de todo el pontificado de Juan Pablo II con respecto a su Teología del Cuerpo. ¿Eso qué quiere decir? Que es una tarea. Que no es fácil y que hay que aprender. Y nosotros les decimos a los jóvenes: “¡Tranquilos! Uno no sabe amar de forma natural. Tiene que aprender. Y queremos compartir con vosotros este rato para que cojáis un poquito de carrerilla y sepáis por vuestra cuenta que es una tarea que se aprende. No es espontáneo el amor, como nos quieren mostrar, sino que requiere un esfuerzo y un aprendizaje”.
A.- Yo añadiría que sí que han cambiado muchas cosas, pero lo fundamental no ha cambiado. Nosotros hemos podido comprobarlo. A raíz de las charlas, hemos conocido a muchos novios y matrimonios con problemáticas muy diferentes, muy distintas. Pero también hemos visto que hay novios que pueden seguir el mismo camino de exigencia que nosotros seguimos. Nosotros planteamos un noviazgo muy exigente. ¿Por qué digo lo del noviazgo? Porque el noviazgo es la clave. Se puede decir que el 98 por ciento del éxito del matrimonio depende del noviazgo. Y hoy en día son palabras desdibujadas. Se entienden cosas que no tienen nada que ver. Por eso solemos decir, en nuestros libros y charlas, que el noviazgo hay que concebirlo como si fuera un máster: algo muy exigente, muy concreto, muy intenso, un trabajo, no algo a la ligera… Lo que pasa es que es un trabajo enormemente estimulante e ilusionante. Pero es un trabajo. Más importante que los trabajos profesionales que, al final, va a venir un ERE y lo vas a perder, ¿no? En cambio, esto otro es el trabajo que va a condicionar tu felicidad futura. Entonces, lo que es el noviazgo creemos que se puede seguir viviendo. Lo hemos comprobado en novios que hemos conocido e incluso en alguno de nuestros hijos, que viven unos noviazgos que -la verdad- da gusto verlos: cómo se lo plantean, con esa exigencia, con ese estímulo y esa sinceridad… Muy importante: elegir bien la pareja.
Tener muy clara también una cosa importante hoy en día: la distinción entre hombre y mujer, que se ha difuminado mucho. El chico tiene que saber que él es de Marte y la chica es de Venus y que, por tanto, hay cosas que no vas a entender. Pero la mujer no está para entenderla, está para amarla, ¿no? [risas] Hay que dar ese paso. Ahí hay mucho material que, sin embargo, hoy en día se puede seguir viviendo. Aunque es verdad que parece más difícil que en otras épocas y que requiere más disciplina o más exigencia, a pesar de ello, se puede vivir. También lo ha comentado antes Teresa: también nos hemos encontrado a muchos matrimonios y novios que nos han dicho que, gracias al libro o a nuestras charlas, ellos habían salido adelante en sus relaciones. Eso nos ha dado una satisfacción enorme. Poder ayudar a los demás es lo que más nos alegra y nos estimula.
T.- Sólo hay un punto del Catecismo de la Iglesia Católica que se dedica al noviazgo. Tiene tanto contenido que lo hemos planteado a nuestros hijos para tomarlo, trabajarlo, seguirlo, rezar para vivirlo juntos como “el mejor cursillo prematrimonial”. Es un punto muy interesante: “Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del Matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad” (CCE 2350). No solamente parte de la base de que van a vivir la castidad, sino que también hay que reservar el afecto propio de la unidad conyugal. Reconoce que es una prueba y hay que reconocer que lo es, muy difícil, pero que nos prepara para unirnos con Dios.
¿Eso es lo que os lleva a decir en vuestro libro que un beso tampoco es muy aconsejable durante el noviazgo?
A.- Es una idea de Chesterton: “Cada coqueteo es un matrimonio”. En el sentido de lo que hablamos, cuando decimos que el famoso pico o el roce… Eso no es de ley, porque ese chico o esa chica no tiene que ver nada contigo. No es pariente tuyo [risas]. Puede parecer una idea muy exigente, pero creemos que las relaciones sexuales empiezan con el beso. Cuando empiezas ya con un beso o una caricia estás dando “al interruptor”. Y, claro, la luz va a la velocidad del rayo. Es inseparable. Hoy en día, claro, eso no se entiende. Es verdad que no es lo mismo un beso que consumar el acto. Eso es cierto. Pero son medidas de seguridad, medidas de puro sentido común. Insisto: es que no es tu pariente.
T.- Si no quieres tener relaciones sexuales antes de casarte, tienes que reservarte, lógicamente, de todo lo que acompaña a la relación sexual. La relación sexual no es sólo el coito, con la penetración. Eso es una parte dentro de la relación sexual. La relación sexual empieza con las manifestaciones de afecto, abrazos, toqueteos, morreos. Todo ese contenido es el inicio, pero todo es una única relación sexual. Por eso somos -quizás- un poquito exagerados cuando decimos que no creemos en el pico, porque es un interruptor.
A.- ¡Cuéntale lo que decía tu madre, que es muy bonito!
T.- Que a los novios que no se besan San Pedro les regala un jamón. [risas] Entonces, cuando nosotros empezamos el noviazgo, le dije a Alfonso: “Por supuesto que nosotros queremos llegar sin relaciones sexuales al Matrimonio. Pero, además, caben dos opciones: que tengamos un jamón o no”. Y dijo Alfonso: “¡Hombre, yo quiero el jamón!”. Y dije: “Pues venga, adelante”. ¡Ni un beso!
Los hijos son importantes, pero son consecuencia del amor del marido
Habéis nombrado varios tips sobre el noviazgo. Y habéis hablado de la comunicación. Aunque los logros profesionales en casa son de los dos, Alfonso, eres cofundador del diario El Mundo. ¿Cuál es la importancia de la comunicación durante el noviazgo, a la hora de conocer a alguien?
A.- Cuando amas, cuando te entregas, eso es un acto de comunicación. Tú comunicas todo lo que eres, todo lo que sientes. Tu pasado, tu futuro, etc. Y la comunicación, normalmente es a través de la palabra. Por eso, nosotros decimos que es clave el diálogo dentro del matrimonio. ¡Clave! Decimos, por ejemplo, que muchos problemas de cama se arreglan en el sofá, hablando. Y por eso es muy importante la sinceridad.
T.- ¡Con educación!
A.- Sí, sí, claro. La sinceridad unida con el respeto, la delicadeza… Por ejemplo, una cosa en la que nosotros insistimos es que hay que tratar al otro con el mismo cariño que cuando lo conociste. Cuando te haces novio o novia, se te derrite el alma viendo al otro. Sin embargo, luego, cuando ya te casas… Bueno… Cuando viene la confianza, ya se sabe… ¡No, no, no! Hay que seguir tratando al otro con delicadeza, con cariño, con ternura. Y eso debe continuar a lo largo del matrimonio. Insisto, el diálogo es decisivo. De hecho, hay una frase que creo que ponemos en Pijama, que nos pareció muy divertida cuando la leímos. Es del famoso lingüista Martín de Riquer. Le preguntaron qué consejo le daría a los novios. Él decía: “Les diría que, si no tienen materia de conversación para los próximos cincuenta años, más vale que lo dejen”.
Definís el enamoramiento como una “chispa” y el amor como un “querer querer”. Sin embargo, viéndoos a vosotros, cualquiera pensaría que nunca habéis dejado de estar enamorados. ¿Cuál es el secreto?
T.- [Risas cómplices de ambos]. Yo no lo sé. En mi caso, la primera sensación que tuve cuando nos casamos es que, si yo no hubiera conocido a Alfonso, habría recorrido el mundo para encontrarlo. Porque me parecía que era lo mejor que me había ocurrido en mi vida. Pero, con los años, lo sorprendente es que me sigue ocurriendo. 37 años después, todavía hay veces que le digo: “Basallo, si no te hubiera conocido, estaría recorriendo el mundo para encontrarte”. ¿Por qué? Porque es lo más grande que Dios me ha dado… A ver, todo es enorme: mis padres, mi vida anterior, nuestros hijos. Pero nada se compara a pasear por la vida con Alfonso. ¡Es lo mejor que me ha ocurrido!
Si yo pudiera dar un consejo sólo a las mujeres, madres y esposas, les diría: “Los hijos son muy importantes, pero son consecuencia del amor del marido”. Entonces, ¿a quién hay que dedicarle el tiempo? Al marido. ¿Con quién hay que irse a pasear? Con el marido. ¿A quién hay que perdonarle todo? Al marido. Veo a algunas madres que perdonan a sus hijos lo imperdonable y a su marido no le perdonan ni que venga un día tarde o cansado. Ni que se le haya olvidado un día del aniversario y que no le haya hecho un regalo. ¡Al marido se le perdona todo! Y las madres, que somos muy posesivas con nuestros hijos y muy maternales… Se nos olvida que somos madres porque somos esposas. Primero, en el tiempo; y también primero en el orden. También, en la entrega, en la dedicación. Es decir: si yo tengo diez minutos a la semana para repartirlo entre mi marido y mis hijos, nueve minutos para Alfonso y para irnos a pasear y un minuto para nuestros hijos. Como son siete, les toca a 9 segundos. ¡Que se lo repartan!
A.- Y esto, ¿de dónde lo hemos sacado? Me gustaría hablar de la importancia de la familia. Esto lo hemos mamado de nuestras respectivas familias. Teresa, de sus padres, Julián y Mercedes; y yo, de los míos, Francisco y María Asunción. Eran dos matrimonios de familias muy numerosas, con muchos hijos, con mucho trabajo, desbordados de trabajo y, sin embargo, estuvieron enamorados siempre “del otro”. Entonces, tú haces lo que has visto en tu casa. ¡Lo hemos mamado! Mis padres tenían claro que “su mujer” era lo primero. Y los padres de Teresa, igual. Es muy importante transmitir todo esto de generación en generación. Desde Adán y Eva, nuestros primeros padres [se ríe Teresa] hasta hoy en día. Volvemos mucho a Adán y Eva porque creemos que se trata de la quintaesencia del Matrimonio. Cuando Dios crea a Adán, crea a una criatura que no es capaz de comunicarse con las demás. De pronto, ve a Eva: “¡Tú eres carne de mi carne y hueso de mis huesos!”. Entonces, ¿qué es lo que ha hecho el diablo? -Esto ya es tema de Manzana para Dos (Planeta, 2015)- Ha intentado romper esa fascinación. Ha conseguido que los hombres y mujeres estén en guerra. Cuando es todo lo contrario: el hombre queda fascinado. Cada matrimonio, cada noviazgo es volver a fascinarte por el misterio de la feminidad y darte cuenta de que has sido diseñado, por el autor de los planos, para casarte. O sea, esto es cosa de Dios, Ntro. Señor, no es cosa nuestra. Por eso digo que es importantísimo todo esto y transmitir estas ideas a las nuevas generaciones.
El Matrimonio es el estado más natural del hombre
Me viene muy bien que nombres a Dios. Vosotros lo definís así en vuestro libro: “Alegría, confianza, ternura, hogar, humor y siempre en grupo. Por la sencilla razón de que Dios es una familia cálida, divertida, afectuosa, hogareña; una comunión de amor, una tertulia, un abrazo”. ¿Cuál es su papel en todo esto?
T.- Dios es el casamentero. Alfonso y yo estamos aquí porque yo fui pensada por Dios desde toda la eternidad para que Alfonso, entre todos los millones de mujeres que había en el mundo mundial, me reconociera; y Alfonso fue creado desde toda la eternidad por Dios, con las características propias que a mí me iban a atraer enormemente, para que yo lo reconociera. Alfonso y yo no nos hemos elegido. Nos eligió Dios el uno para el otro. Sólo nos dio las claves para reconocernos. Por tanto, él y yo sabemos que la fuente y el origen de nuestro amor es Dios. Eso nos ha dado mucha seguridad también. El sí que te das el día que te casas es un sí infinito. Hasta que la muerte te separe y más allá. ¿Cómo puede dar un ser finito un sí infinito? Porque ahí el que se ha comprometido, el que está en el origen de todo esto es Dios. Entonces, sin Dios, ¿el matrimonio es posible? Sí, realmente. Porque la atracción es enorme y porque el amor es natural. El matrimonio es el estado más natural del hombre. Pero, desde la caída del hombre, en lugar de ver al otro con admiración y con amor, empiezas a mirarte a ti con admiración y con amor. Entonces, el egoísmo es muy incompatible con el amor. Por lo tanto, viene muy bien que Dios entre en nuestra existencia, la comparta con nosotros, se meta -incluso- en nuestra cama. Es fenomenal, porque el Sacramento no es algo que nos ponemos como un abrigo, sino que está interiorizado, porque se mete en el interior de nuestros cuerpos. Nos une desde dentro.
¿Cómo actúa? En nuestras miradas, en nuestros “perdones”, en nuestras relaciones sexuales, se mete en nuestros hijos, en nuestras tertulias, en nuestros maravillosos paseos, en nuestras lágrimas… Dios está en toda nuestra existencia, aunque no siempre lo veamos. Y lo más bonito es que “la gente que no conoce a Dios puede distinguirlo cuando ve un matrimonio”, como decía San Juan Pablo II. Porque el matrimonio es el icono de Dios; es decir, el rostro de Dios en una cultura que desconoce a Dios es el matrimonio.
A.- Te ha quedado muy bonito [risas]. Al principio hemos comentado que hoy en día se dice mucho que el matrimonio está en crisis. Nuestra tesis es que no está en crisis porque el matrimonio es la Humanidad. Cuando Dios crea a Adán y Eva, crea el matrimonio, y al revés: la Humanidad siempre es una familia. La prueba es que, a pesar de los ataques que ha recibido el matrimonio históricamente, de muchos tipos, la gente se casa, una y otra vez.
No será tan malo el matrimonio si la gente reincide. Eso significa que no hay crisis. Algunos matrimonios sí que están en crisis. Esta es una época muy dura, además, porque está siendo atacada por, en primer lugar, las leyes divorcistas. Están produciendo mucho daño, porque generan ese tipo de mentalidad. De tal manera que la gente buena, que quiere hacerlo bien, va a casarse con la idea de que eso se puede romper. Por lo tanto, si se puede romper, se rompe. Es como cuando vas en bicicleta: si miras abajo, te pegas la castaña.
La ideología de género también está haciendo mucho daño y lo va a seguir haciendo, pero la lucha entre hombres y mujeres es la “lucha de clases marxista” aplicada al varón y la mujer. Con lo cual, el panorama parece oscuro. ¡No preocuparse! Las aguas volverán a su cauce. El diablo ha nacido para perder. Desde el año 33 de la era cristiana ha perdido ya, con lo cual Adán y Eva volverán a sentir fascinación. Ahora parece que el hombre y la mujer están en guerra y te pueden meter en la cárcel por decirle algo a una mujer, pero hay una frase que tiene mucha gracia, de Henry Kissinger, político diplomático americano que sabía mucho de guerras y también de sexo: “La guerra de sexos no tiene demasiado futuro, porque hay mucha confraternización con el enemigo”.
¿Existe la “media naranja”?
T.- Existe la media naranja en cuanto que reconoces al otro. Pero la clave de que exista no es que, al mirarnos, nos entusiasmemos. Existe cuando, en lugar de mirarse el uno al otro, los dos miran en la misma dirección. Es una media naranja que, en vez de cerrarse en sí misma, se abre hacia la misma dirección: el camino que queremos recorrer juntos. Si los dos vemos la misma realidad, entonces sí que existe la media naranja. Si los dos nos entusiasmamos al mirarnos el uno al otro, nos podemos equivocar, porque nos encerramos. Y ningún hombre ni ningún matrimonio es una isla.
Para nosotros, fue importante compartir la misma fe, la misma cultura y la misma visión de la vida. Esto fue clave para nosotros.
Entonces, para que exista la “media naranja” debe estar abierta, de acuerdo. Incluso, en un mundo tan parecido al “mundo feliz” de Aldous Huxley en el que vivimos. ¿Por qué merece la pena casarse hoy?
T.- La soledad es uno de los verdaderos cánceres de nuestra cultura. Es algo de lo que todos queremos huir. El Matrimonio te garantiza que tú vas a vivir acompañada. Que alguien a tu lado va a ser testigo de tu vida. Va a pasear contigo, a apoyarte pase lo que pase y hagas lo que hagas. El Matrimonio es lo que más te eleva la autoestima, lo que te hace mejor persona y lo que te permite salir de tu egoísmo. Yo lo recomiendo porque es ecológico, sano, profundamente actual y… ¡Jo! Es lo mejor que te puede ocurrir porque te hace inmensamente feliz. Verdaderamente, el Matrimonio es una máquina de producir felicidad. Ahora, hay que probarlo para saberlo: arriesgarse un poquito y casarse.
A.- Suscribo, ja, ja. La gente joven puede pensar: “Si yo me caso, pierdo la independencia, la libertad”. Pero precisamente, cuantos más vínculos tiene una persona, más libre es. Y el vínculo, por antonomasia, es el matrimonio. Es el enlace matrimonial. Eso es lo que verdaderamente te hace libre, no lo otro.
Por eso digo que la entrega es lo que te hace ser más persona, te hace mejor y te hace crecer.
T.- ¡Un último consejo! Se dice que las diferencias dificultan el amor. Y que, cuanto más nos parezcamos y más iguales seamos, con más paridad en la relación… ¡Falso! Para que exista la unidad se tiene que dar la diferencia clara y rotunda. Sólo gracias a la diferencia se puede producir la unidad y el amor. Las chicas tienen que ser muy mujeres y los hombres, muy hombres. ¡Muy diferentes! De carácter, de gustos… Las diferencias son lo que nos permiten llegar a la unidad. No sólo no agobiarse por las diferencias, sino amar las diferencias.