Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XXV domingo del tiempo ordinario – A
La parábola de los trabajadores de la viña, que hoy relata el evangelio (Mt 20, 1-16), refleja el ambiente de Galilea en tiempos de Jesús. Muchos pequeños propietarios habían perdido las tierras de su familia a causa de los impuestos y de las malas cosechas, y se veían obligados a ser contratados día a día para poder comer. Los oyentes de Jesús sabían esto porque lo veían constantemente. Pero para ellos lo más llamativo de la parábola fue diferente de lo que nos sorprende a nosotros. ¿Qué quiso recalcar Jesús con este relato? Ahora mismo se lo pregunto.
– El propietario de tu parábola hoy sería tratado de injusto: pagó igual a los que habían trabajado sólo una hora que a los que trabajaron todo el día -le he dicho sonriendo, después de saludarnos y de recoger nuestros cafés-.
– Mis oyentes de entonces no hablaron de injusticia -me ha puntualizado-. Fue la generosidad del amo lo que les sorprendió. Para ellos, no estaba en juego la justicia social, sino la envidia de los primeros por ser tratados igual que los últimos. Por eso murmuraron y maldijeron al patrón. El vocablo que suele traducirse por “envidia” literalmente en griego significaba “mal ojo”.
– ¿Tan retorcidos eran aquellos trabajadores? -he preguntado sorprendido.
– No más que los de otras épocas. Si tienes en cuenta la situación que entonces se vivía, al no tener sus propios campos, muchos salían a buscar trabajo a primera hora para poder percibir el jornal completo, que entonces era de un denario; éste fue el precio en el que los primeros se ajustaron con el amo. Y los que llegaron después estuvieron de acuerdo en que se les pagase «lo debido». A la hora de cobrar, los primeros vieron que el amo era generoso con los últimos y se hicieron ilusiones; pensaron: “si a éstos les ha regalado un denario, a nosotros nos dará más”. Lo que les molestó fue la generosidad del amo para con los que habían trabajado menos.
– Tienes razón; así se desprende de las palabras que el amo cruzó con ellos: «A estos los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno», dijeron los primeros al amo, y éste les replicó: «Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario?». Así era, ¿por qué protestaban?
– ¿No lo ves? Protestaban porque el amo fue generoso con aquellos pobres que habían estado todo el día buscando trabajo y nadie los había contratado. No hubo injusticia, sino expectativas equivocadas en los primeros que consiguieron el trabajo. En lugar de sentirse contentos por haber obtenido el jornal completo de un día, cosa que no siempre se obtenía, permitieron que la envidia embarrase su corazón. Bien claro se lo dijo el amo: «¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?»
– Entonces, ¿qué quisiste enseñarnos con esta parábola?
– Algo que deberíais tener muy claro: que la oferta de vida eterna, que el Padre os ha hecho enviándome al mundo, es puro don y nadie se lo merece, haga lo que haga; el Padre lo regala a los últimos y también a los primeros. En esto hay “café para todos”.
– Pero si esto es así, ¿por qué nos vamos a esforzar para hacer el bien durante toda la vida?
– ¿Tampoco tú comprendes que hacer el bien es más satisfactorio que buscar el propio interés? Que venga el Reino de Dios es bueno para todos y merece la pena abrirle paso en vuestro mundo. ¿Cuántos cafés tendremos que tomar para que lo entiendas? -me ha dicho con una mirada entristecida mientras pagábamos la cuenta-.