Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

La comparación es el ladrón de la alegría

20 de septiembre de 2023


El título me parece una maravilla. Creo que no necesita ninguna aclaración. Refleja una experiencia por la que, probablemente, hemos podido pasar muchos o podremos pasar en cualquier inesperado momento de nuestra existencia.

Solamente recordar que su autor de la frase es Theodore Roosevelt. Político y abogado estadounidense que ejerció como 32.º presidente de Estados Unidos desde 1933 hasta su muerte en 1945.

Me pregunto: por ejemplo, si piensas en tu habitación con una idea negativa, ¿es porque estás tomando como modelo las habitaciones de otros? Hoy consumimos más imágenes y comparaciones de cosas ajenas que nunca. Y en esta sociedad de consumo innecesario, es difícil no compararse con lo de los otros. Sobre todo, cuando se tiene un espíritu consumista.

Siguiendo con el ejemplo de la habitación: para hacerte una habitación estupenda no es lo mejor intentar emular o superar las habitaciones que conoces de otros. Es un camino equivocado que lleva a la insatisfacción: nunca estarás convencido de que lo has logrado, o seguirás comparando, pero al revés: ¡Ya tengo la habitación mejor que la de…! Y esto humanamente es muy triste y, a la hora de la verdad, nada satisfactorio.

Lo normal sería, o debería ser que preparemos nuestra habitación según nuestras necesidades de convivencia familiar, de trabajo, de intimidad. O según nuestros valores, deseos o gustos. Pero nunca comparándonos con las de otros, aunque pueden darnos sugerencias y aceptarlas libremente. Pero, con frecuencia, no es esto lo que hacemos, sino que nos comparamos con lo que hacen o tienen los demás. Y esto humanamente es muy triste y, a la hora de la verdad, nos deja insatisfechos. Por eso, ‘la comparación es el ladrón de la alegría’,

“La desesperación por hogares que no están a la altura de nuestras expectativas no es de Dios”. (Paige Rien)

Y en el otro extremo, nos encontramos con quienes creen que tienen la mejor de las habitaciones comparándola con la de amigos y conocidos. Y esto humanamente es muy triste y, a la hora de la verdad, nos deja insatisfechos. Nos hemos encontrado con ‘el ladrón de la alegría’.

La convicción de que nuestros hogares están a la altura de nuestras exageradas expectativas e incluso mejor que los hogares de los demás, tampoco es de Dios. (Paige Rien)

Claro está que hablamos del hecho de la comparación, no de habitaciones mejores o peores, pequeñas o grandes. Pero, de paso, lo de pequeñas o grandes también tiene su quid. ”Vivimos en una cultura de excesos, y cuantas más cosas tienes, más espacio necesitas para guardarlas. Es una casa pequeña hay que reducir; pero este ejercicio es muy útil. Debes tener claro lo importante, lo que realmente necesitas, tus aficiones…”(Paige Rien)

Compararnos con los demás nos roba una de las mejores cualidades, sentimientos, valores…: la alegría, el Evangelio, hasta a Jesús: “En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. […] Vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar”. (Jn 16,20-23)

Compararnos con los demás nos puede robar también la libertad. Tanto comparamos nos lleva a elegir no lo que nos gusta o nos hace bien, sino lo que pensamos que es mejor que lo que otros tienen o hacen. Triste. Claro: no hay alegría en las comparaciones personales con otros u otras.

Aunque quizás lo peor sea que, al compararnos con los demás, olvidamos nuestros valores personales y lo que, con ellos, podemos aportar sencilla y serenamente a los demás. Privamos a los demás de lo que valemos o tenemos, porque no lo reconocemos al estar siempre comparándonos con los demás.

El ladrón de la alegría no viene de fuera. Lo tenemos dentro de nosotros.

También habita dentro de nosotros el Reino de Dios y es más fuerte que el ladrón de la alegría.

«El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.» (Lc 17,20-21):

“Porque el reino de Dios no es comida o bebida, sino justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo”. (Rom 14,17)

Que la comparación es el ladrón de la alegría, lo hemos experimentado muchos en nuestras vidas. Me parece.

[1] Para el título y el tema, cfr. Paige Rien. LA COMPARACIÓN ES EL LADRÓN DE LA ALEGRÍA. Revista ‘MISIÒN’. Madrid. Sept-Nov 2023, Pág. 16.

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