Opinión

José Luis Lázaro

Up&Down

30 de marzo de 2018

Up & down  no es el título de la última canción de moda o una expresión para definir un aspecto de la cultura juvenil de nuestro tiempo, es sencillamente la forma en que la gente de esta parte del Noroeste de Zimbabue donde vivo, expresa el movimiento migratorio desde Zimbabue hacia la República de Sudáfrica y Botswana, países todos ellos en el sur de África.

Mucho se está hablando, en los últimos meses, en España y en Europa de la política migratoria, de los “cupos migratorios” incumplidos por todos los países europeos, de la aparición de la esclavitud –auténtico sinsentido en pleno siglo XXI- en el norte de África o de los procesos judiciales abiertos a la periodista Helena Maleno y al Sacerdote Eritreo Mussie Zerai, galardonados con el Premio MUNDO NEGRO a la Fraternidad 2017, por sus actividades en defensa de los migrantes de África…

Y a los pocos días de celebrar el 20 aniversario de “la Casa de las Culturas”, lugar de encuentro y acogida de muchos de los emigrantes que llegan a nuestra querida ciudad de Zaragoza, me gustaría acercar la realidad del movimiento migratorio que vivimos/sufrimos en este pequeño rincón del sur de África. Unos datos estadísticos nos pueden servir para encuadrar esta realidad migratoria en Zimbabue. País que cuenta en estos momentos con 12 millones de habitantes dentro de sus fronteras geográficas y más de 2,5 millones, algunos ya hablan de 3 millones, viviendo up & down entre Sudáfrica, Botswana y Zimbabue.

Algunos os estaréis preguntando qué significa esta expresión inglesa que estoy utilizando: Up & down. Su significado es Arriba & abajo”. Cuando se produce cualquier tipo de encuentro informal en África, también en España, preguntar por los familiares directos o lejanos, se hace casi obligatorio. Y, últimamente, siento temor a preguntar por los jóvenes o adultos de la familia (hombres y mujeres) pues la respuesta más común es: “Padre, han marchado a la ciudad” o están up & down (yendo y volviendo, a uno y otro lado de la frontera). En cualquiera de los casos, “no están”!!

Aquí, en esta parte fronteriza de Zimbabue donde vivo, no existe un mar Mediterráneo que sea muro y tumba para millares de hombres y mujeres que sueñan con un futuro mejor para ellos y sus hijos, la frontera es terrestre y “permeable”, se puede entrar en Sudáfrica o Botswana, a veces sin ni siquiera tener en regla el pasaporte, por un módico precio pagado a quien corresponde, y salir sin demasiadas dificultades…El trabajo en “estos paraísos africanos” para mi gente de Zimbabue es variable: a veces lo hay, y entonces permanecen allí (Up) o no lo hay y, entonces, deben volver a casa (down). Los trabajos son siempre los mismos para todos los migrantes pobres que tratan de “alcanzar la tierra prometida”: trabajadoras del hogar, -sin contrato-, guardias de seguridad de noche, empleados de pequeños comercios- sin un sueldo definido-, vendedores ambulantes –en un gran porcentaje-, etc.

Quizás en España se esté afrontando, únicamente, el problema del tránsito y la recepción de los emigrantes, que proceden -en un alto porcentaje- de países africanos. ¡Es normal! Sin embargo, hoy me gustaría acercaros la realidad de la migración desde su origen, desde su hogar. ¿Cuántas veces hemos oído hablar de las familias –mujeres, abuelos y nietos- de los migrantes, que quedan en los países de origen? ¿De las dificultades económicas que tienen, para afrontar el pago de una educación pública, que no es gratuita, de una enfermedad sobrevenida o de una temporada donde las lluvias llegaron tarde y nos dejaron sin cosecha para afrontar el año venidero?

En “tierra de frontera” o en la periferia de cualquier país del Sur, el Estado, las instituciones, la autoridad correspondiente, sencillamente no existe y la alternativa es clara: “permanecer”, llevando el mismo tipo de vida que las generaciones anteriores sometidas a la pobreza, a la exclusión –patente en las minorías étnicas- y a la dependencia; o, “emigrar” para buscar un futuro mejor –ya no para mí- sino para mis hijos. Pero la realidad, también la migratoria, no es blanca ni negra, hay un gran abanico de matices y aquí en Zimbabue se manifiesta en el up & down: donde nadie sabe si estás en Sudáfrica o en Zimbabue, en la ciudad o en una zona rural, si trabajas o estás desempleado –con el móvil es bien fácil engañar a los seres queridos-  o desapareciste sin dejar ningún rastro, para “recomenzar” una nueva vida, con una nueva familia, Dios sabe donde…

El único vinculo que sirve de conexión con los que quedaron atrás- en el país de origen- es una pequeña tarjeta de teléfono, casi ya del mismo tamaño “que un grano de mostaza”, con el agravante que esa tarjeta no sirve ya en Sudáfrica -no hay acuerdos entre las compañías telefónicas- y tienen que comenzar por invertir los pocos ahorros que llevaron en adquirir una tarjeta sudafricana…Ese pequeño gran cambio, puede suponer la “ruptura temporal o permanente” con los seres queridos, en función del emigrante, del azar, o la falta de saldo en los teléfonos de cualquiera de los interlocutores…¡Cuántas veces mi pregunta sobre “¿cómo están los de Sudáfrica?” se queda sin respuesta! ¡Misterio insondable de cómo viven mi gente africana la paciencia y la resignación!

La emigración está cambiando el mundo tradicional africano: costumbres, prácticas religiosas y el mismo sentido de familia ¡Cuántos miles de niños conocen solamente a su madre por una fotografía de móvil o el recuerdo, real o imaginario, de una visita que tuvo lugar bastantes años atrás! Lo más “terrible” o triste de la emigración –que también tiene efectos positivos, no lo dudo- es cuando el propio gobierno de tu país “te invita” a marchar y buscar nuevas posibilidades de vida fuera de tus propias fronteras…

Emigrar cuando no hay alternativa alguna, más que un derecho, es la violación del derecho humano más fundamental: el de vivir la vida allí donde uno ha nacido o ha decidido hacerlo, para consagrarse a la plena felicidad.

Así pues amigo cuando veas, te cruces o te encuentres con un hermano emigrante, afina bien la mirada del corazón y probablemente descubrirás todos esos rostros queridos que quedaron atrás en algún remoto lugar de África, cuyo nombre difícilmente llegarás a recordar…

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