Yo estoy en medio de ellos

Pedro Escartín
9 de septiembre de 2023

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XXIII domingo del tiempo ordinario

Reconozco que hoy me he distraído durante la lectura del Evangelio (Mt 18, 15-20). Sería más exacto decir que hoy no me he sentido atraído por las palabras de Jesús. Siempre me resultan interesantes; pero esa llamada a la corrección fraterna me ha parecido poco realista y me he desconectado…

– Tengo que disculparme; hoy me he distraído; como si no me sintiera concernido por tus palabras -he confesado con gesto apesadumbrado ante las tazas de café que ya nos habían servido-.

– ¿Qué tienen de especial mis palabras en este domingo para que no te conciernan? -me ha preguntado con interés-.

– Que son poco realistas. ¡Buenos están los tiempos como para andar diciendo a los demás lo que han hecho mal! ¿Quieres que la gente se enemiste con nosotros? Lo menos que dirán es que limpiemos primero nuestra propia casa -he replicado en tono de disculpa-.

– Bueno, pues limpiadla, si también está sucia -me ha contestado mientras tomaba la taza de café con sus manos-. Con mi exhortación sobre la corrección fraterna pretendía que aplicaseis en vuestra comunidad la parábola de la oveja perdida (Mt 18, 12-14), que acababa de exponer o, dicho sin rodeos, que cuando un hermano se aparta de la comunidad, empleéis todos los medios para conseguir que vuelva. Ya sé que es más cómodo callarse, pero el amor obliga a hacer algo más que encogerse de hombros…

– ¡El amor obliga a mucho más de lo que nos apetece hacer! -he suspirado después de tomar un sorbo de café-, pero reconozco que sólo el amor ilumina nuestra vida; la comodidad alimenta el egoísmo y entre ambos consiguen que seamos ramplones y, a fin de cuentas, malhumorados.

– ¡Bien dicho! -ha reaccionado-. Me parece que has estado menos distraído de lo que me has dicho al principio. ¿No será que mis palabras te han resultado incómodas? A veces se hacen oídos sordos a lo que no se quiere oír y os disculpáis diciendo que “ha sido un rollo”. ¿No utilizáis esta expresión para devaluar lo que no os interesa?

– No sé por qué me empeño en pedirte explicaciones. Siempre me descubres la otra cara de la vida, que tantas veces prefiero que quede oculta -he dicho intentando disipar la tensión con otro sorbo de café-.

– Porque así os ha hecho el Padre: deseosos de saber y de ver las cosas claras, aunque algunas veces vuestra autosuficiencia os obnubila y os encerráis en vosotros mismos -ha asegurado-. Por esto os dije que yo soy «el camino y la verdad y la vida», y que «la verdad os hará libres».

– Este café está hoy más cargado que otras veces -he dicho cogiendo la taza y apurándola.

– Pues aún no lo hemos terminado -ha añadido levantando su mano-. Hoy también he dicho algo que no has de olvidar: que «donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Me apetece mucho estar entre vosotros cuando sois comunidad, pero ¡cuánto os cuesta conseguirlo! ¿Dónde queda lo de que «los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma», que el libro de los Hechos dice de la primera comunidad? (Hch 4, 32).

He cruzado con él una mirada de complicidad mientras le he dicho que me dejase pagar los cafés. Por algo se empieza a ser comunidad…

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