Un total de 3.257 peregrinos han pasado por el Museo de los Mártires Claretianos desde el 28 julio hasta el 11 de agosto. En esos quince días, personas procedentes de Zambia, Estados Unidos, Italia, Francia, Ecuador, Colombia, Guatemala, Costa Rica, Israel, Palestina, Holanda, Polonia, Belice y también España han conocido a los beatos mártires claretianos, desbordando todas las previsiones. No queda ahí la cosa: el sábado llegaron otros 15 peregrinos de Hong Kong, junto a grupos de españoles de Logroño, Valencia, Murcia y Mallorca; el domingo, una docena de hondureños, de vuelta de la JMJ de Lisboa detuvieron sus pasos en los Misioneros.
Sin duda, el camino de ida y vuelta a esa Jornada Mundial de la Juventud se ha dejado notar y muchos jóvenes han conocido de primera mano el martirio de seminaristas y sacerdotes, muchos jóvenes como ellos. El superior de la comunidad, el padre Carlos Latorre, resalta «la alegría de poder acoger a tantas personas y de lugares tan diferentes que desean conocer el testimonio de estos jóvenes Claretianos que enfrentaron el martirio cantando». El grueso de los 42 mártires está entre 21 y 25 años, así que la edad los acerca a estos jóvenes peregrinos que «acaban de terminar su carrera. No tienen noticias de cuál era el motivo de la persecución y la guerra. Les cuesta entender porqué tanto odio contra la Iglesia. Fueron años muy turbulentos en lo político y social con una presión muy fuerte del expansionismo europeo del comunismo triunfante en Rusia. Todo esto ya les resulta más confuso a los jóvenes de hoy, y no digamos a los que vienen de América».
Muchos llegan, pues, sin conocer la historia previamente y «se quedan sorprendidos al oír hablar de tantos atropellos y matanzas que tuvo que sufrir la población en general y de modo especial quienes se profesaban católicos. Y más en particular obispos, sacerdotes y seminaristas». Por eso considera que «la visita ayuda a los jóvenes a tomar conciencia del valor de la fe católica cuando se vive de corazón: los mártires a pesar de tanto atropello y sufrimiento no se escaparon, sino que aceptaron el martirio con alegría, cantando».
