El papa Francisco ha confirmado al arzobispo emérito de Zaragoza, monseñor Vicente Jiménez Zamora, como padre sinodal para la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que celebrará su primera sesión del 4 al 29 de octubre de 2023 en Roma. Aprovechando esta ocasión, lo entrevistamos para que nos hable de sus impresiones acerca del rumbo que va a tomar la fase final del Sínodo.
Don Vicente, lleva desde que comenzó el Sínodo participando activamente como coordinador del equipo sinodal de la CEE. Primero en la Fase Diocesana, después en la Continental que finalizó con la Asamblea que tuvo lugar en Praga del 5 al 12 de febrero, y el próximo mes de octubre se celebrará la Fase Final del Sínodo para la que ha sido elegido padre sinodal. ¿Cuál va a ser su papel a partir de ahora?
Mi papel es representar a la Conferencia Episcopal Española donde fui elegido por mis hermanos obispos en esta XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los obispos dedicado al tema de la Sinodalidad como una iglesia en comunión, en misión y con la participación de todos. Por tanto, es representar a los obispos y a la Iglesia en España en el Sínodo de los obispos. Fui elegido por ellos y he sido confirmado por el Santo Padre como padre sinodal.
Después de todo lo que ha vivido como parte responsable de este Sínodo, de todo lo que ha visto, de las conclusiones extraídas tanto en la fase diocesana como en la europea, ¿qué perspectivas tiene para esta fase final? ¿Qué rumbo le parece que está tomando el tema que ocupa al Sínodo?
Yo he ido descubriendo a lo largo de este proceso sinodal, y así se confirmará en el mes de octubre en Roma, una Iglesia que reconoce la dignidad común derivada del Bautismo. Todos somos bautizados, todos somos, digamos en este sentido, miembros de la Iglesia y por tanto todos, en alguna manera, somos sinodales. También una Iglesia que escucha al Espíritu, nos escuchamos entre nosotros y vemos lo que el espíritu quiere de nosotros en esta hora la Iglesia y del mundo. También un reto y una perspectiva es que la Iglesia quiere ser humilde y tiene mucho que aprender de los demás, de la cultura y de su propia experiencia. Una iglesia sobre todo del encuentro y del diálogo y que no teme la diversidad porque quiere la comunión en la unidad pero una unidad que es rica por la diversidad. Una Iglesia sobre todo acogedora, abierta, que abraza a todos, que no excluye a nadie sino que es inclusiva. Y una Iglesia también dispuesta a gestionar esas tensiones que pueden producirse sin dejarnos aplastar por ellas, porque las tensiones enriquecen si las asumimos en el espíritu y en la vida de Cristo. Y también una Iglesia del discernimiento, ver lo que Dios quiere de nosotros aquí y ahora movidos por el Espíritu, porque el Sínodo es un acontecimiento eminentemente espiritual. Sin el Espíritu Santo no habrá Sínodo, habrá sociología, habrá parlamento, habrá otra cosa, pero no acontecimiento eclesial.
¿Va a haber cambios significativos en la Iglesia?
Habrá cambios significativos, pero no serán ahora definitivos en este mes de octubre en el sínodo sino que como hay otra sesión para octubre del año 2024, ahora quedarán abiertas algunas líneas, algunas perspectivas, algunos retos que necesitarán todavía de mayor profundización. Por eso, lo que salga del mes de octubre de nuevo tendrá que volver a las iglesias locales, a las diócesis. Habrá que orar, habrá que reflexionar, habrá que profundizar más para luego, ya en la segunda sesión del sínodo en 2024, el Santo Padre recoja las propuestas del Sínodo y él sea el que decida el rumbo definitivo de la Iglesia para los próximos años.
¿Cuál es su balance de todo lo vivido hasta la fecha? ¿Cómo califica el trabajo que le ha tenido tan ocupado estos últimos años?
Ha sido un trabajo apasionante en el que he encontrado un equipo colaborador dentro de la Conferencia Episcopal Española. Hemos trabajado conjuntamente, hemos estado en contacto estrecho con los responsables en cada una de las diócesis, también hemos estado en comunicación con la Secretaría General del Sínodo en Roma y ha sido un trabajo donde hemos podido hablar con libertad, nos hemos escuchado detenidamente, tanteando y discerniendo qué es lo que conviene para la Iglesia. Lógicamente, nosotros desde la perspectiva de la Iglesia que peregrina en España, porque la Iglesia es universal, es católica, y está hecha de diversas culturas, pueblos y gentes y todos, caminando juntos en la comunión de Espíritu, haremos la Iglesia que el Señor quiere para los próximos años en este siglo XXI.
¿Cómo está preparando su viaje a Roma para esta primera sesión de la fase final del Sínodo?
El Papa quiere que antes empezar el Sínodo que será el 4 de octubre, tengamos un retiro espiritual los días 1, 2 y 3 en una casa de espiritualidad a las afueras de Roma, precisamente para prepararnos espiritualmente y ver las llamadas que nos quiere hacer del Espíritu. Luego ya propiamente la apertura oficial será el 4 de octubre y culminará el 29 de octubre, por tanto marcharé a Roma el 29 de septiembre en la fiesta de San Miguel y luego ya regresaré si Dios quiere a partir del 29 de octubre. Así que estaré todo el mes de octubre allí en Roma, también con el resto de obispos de la Iglesia que peregrina en España, con los obispos de la Iglesia universal y también con las personas que no son obispos, pero que son miembros por decisión del Santo Padre de este Sínodo. Van a participar un 25% de personas, hombres, mujeres, sacerdotes que no son obispos, pero que van a tener participación activa con voz y voto y entre 25%, la mitad ha querido el papa Francisco que sean mujeres.
Puedes escuchar esta entrevista en formato audio, extraída del programa de ‘El Espejo de la Iglesia en Aragón’ emitida en COPE Zaragoza el 28 de julio a las 13.35.
