Los sacerdotes de la Diócesis de Tarazona se reunieron ayer miércoles, 10 de mayo, en el Seminario diocesano para celebrar la fiesta de su patrón, San Juan de Ávila, y las bodas de oro sacerdotales de cuatro de ellos: D. Florentino Nonay, D. Carmelo Roy, D. Cecilio Berges y D. José Miguel Pallás. Los cuatro fueron obsequiados con una casulla que lucieron en la eucaristía. Este año también celebran aniversario D. Martín Crespo, que cumple 60 años como presbítero y D. Lucio Lalinde y D. Ángel Pérez, que conmemoran sus 70 años sacerdotales.
La jornada de fraternidad y convivencia comenzó con el rezo de la Hora Intermedia, que dio paso a la charla que ofreció el sacerdote y catedrático D. Eloy Bueno de la Fuente sobre «La revolución antropológica: nueva frontera de la misión», en la que abordó el cambio de época que estamos viviendo y que, según señaló, obliga al pensamiento cristiano y a la pastoral eclesial a perfilar su aportación y su testimonio en el tipo nuevo de civilización que está surgiendo. Tras el coloquio posterior a la intervención y la entrega del regalo a los cuatro sacerdotes homenajeados, tuvo lugar la eucaristía en la capilla del Seminario. La misa fue presidida por el obispo de Tarazona, Mons. Vicente Rebollo, que estuvo acompañando en el altar por el obispo emérito, Mons. Eusebio Hernández Sola, el vicario general, Javier Bernal, el rector del Seminario, Ion Perea, y por los cuatro sacerdotes que celebraban sus bodas de oro sacerdotales.
D. Vicente les dijo a sus hermanos sacerdotes que «todos somos pastores y no estamos solos. Somos un presbiterio rico porque somos distintos, cada uno tenemos nuestra forma de ser y con esa riqueza el Señor se hace rico. Esa es nuestra esperanza y la de esta Iglesia de Tarazona para seguir caminando». También recordó a los sacerdotes que se encuentran fuera, en la misión, como Florián Cuenca y Vicente Patzán, que están en Cochabamba, y Esteban Aranaz, en China.
D. Florentino Nonay habló en nombre de los curas que celebraban su aniversario. Tras recordar cómo había sido su camino hasta ser sacerdote, aludiendo a su «vocación tardía», recomendó a sus hermanos, «amar al presbiterio, llevarse bien con los otros sacerdotes. Eso es lo más importante. Se comparten las mismas preocupaciones e inquietudes y se puede encontrar apoyo«.
El día finalizó con una comida de hermandad.