Amigonianos

Diócesis de Teruel y Albarracín
18 de abril de 2023

Me llamo Mónica Inés y soy argentina. Cuando tenía 25 años, en 1985 (si sacan la cuenta ya saben qué edad tengo) para cumplir con un pedido que me realizara un compañero de universidad, me acerqué hasta un centro de menores dirigido por Terciarios Capuchinos (Amigonianos). Yo estaba perdida en relación a mi vocación, terminé el colegio y decidí estudiar ingeniería electromecánica, aprobé las matemáticas y físicas del ciclo básico y me di cuenta que no quería ser ingeniera, entonces comencé a estudiar administración de empresas y tampoco me llenaba el alma –igual me recibí porque mamá no iba a pasar por alto que dejara una segunda carrera–, pero fue en ese centro de menores, colaborando día a día con los Amigonianos, cuando comprendí lo que quería hacer con y en mi vida, quería ser Trabajadora Social, y es que para monja me faltaba una condición, la obediencia, tal como me dijera Joaquín, el superior, cierto día que llevaba un pañuelo en la cabeza: “Mónica, te queda muy bien el velo pero no puedes ser monja, no eres obediente”, y todavía no aprendo a serlo, pero lo raro es que no me siento disconforme con esa situación.

Los religiosos Amigonianos no pudieron quedarse en mi provincia, para nuestro pesar los perdimos. Tras terminar mi primera carrera, comencé a estudiar Servicio Social, me casé y tuve a mi primer hijo, Javier, y a la segunda, Sofía. Termine la segunda carrera, me recibí de Asistente Social y comencé la licenciatura; tuve a las mellizas, Luciana y Rocío. Al terminar la licenciatura y cuando todos mis hijos ya cursaban el colegio volví al mercado laboral fuera del hogar, ejerciendo como Licenciada en Servicio Social y aún lo sigo haciendo.

Los hijos han crecido, Sofía se ha casado y me trajo un hijo más, Ezequiel, mi yerno, espero que pronto lleguen los nietos, mis padres han partido y ya soy mayor, pero nunca me abandonó la espiritualidad y el carisma Amigoniano, me guiaron siempre.

Soy parte de la Familia Amigoniana y no solo nominalmente. Este carisma ha marcado el rumbo y estilo de mis acciones, pulió y acrecentó la formación recibida en casa y a lo largo de la vida, y aprendí a amar y a ver a Dios en el prójimo, de todas las edades y condición socioeconómica y cultural, y para que cuajara en la vida diaria tomé como norma de vida aquel poema del Indio Nabori que esos religiosos tenía colgado a la entrada de la comunidad:

«Si no vienes a dar,

a dar tu tiempo, el corazón, la vida,

no desesperes por entrar, que en la entrada comienza tu salida.

Si vienes a buscar

el privilegio, la ocasión mullida,

no desesperes por estar donde la flor más bella es una herida.

Este lugar es un lugar propicio

para el amor al sacrificio.

Aquí tienes que ser

el último en comer,

el último en dormir,

el último en tener

y el primero en morir».

Este es un secreto entre Dios, fray Luis Amigó y yo (y ustedes ahora), pero tengo que confesarles que quizás hice trampas, porque mientras más vivo de este modo, no sé por qué, aun cuando he sufrido como todo ser humano, soy más feliz y siempre tengo motivos para agradecer, tantos que muchas veces pienso que no me alcanzará la vida para dar gracias suficientes.

En la actualidad formo parte del grupo de Cooperadores Amigonianos de San Nicolás de Bari en Teruel, con el que me conecto en todas las reuniones como una participante más.

Mónica Inés
Cooperadores Amigonianos

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