Don Vicente Jiménez: «El futuro de las vocaciones se forja en la familia»

Rocío Álvarez
15 de marzo de 2018

Con la mirada puesta en el Día del Seminario, el miércoles 14 de marzo tuvo lugar en el Seminario Metropolitano de Zaragoza un encuentro sacerdotal con dos objetivos. En primer lugar, conocer de cerca los testimonios de cuatro vocaciones sacerdotales. Como expresaba el arzobispo de Zaragoza, «del alba al atardecer, siguiendo el arco de la vida, hemos escuchado los testimonios del seminarista a punto de ser ordenado diácono, del sacerdote joven que vive la luna de miel de su ministerio, del que cumple sus bodas de plata y del que se encuentra en el atardecer de su vida». Y en segundo lugar, comentar la campaña del Día del Seminario así como revisar el panorama actual de las vocaciones en la diócesis.

Cuatro testimonios sacerdotales, cuatro etapas y un momento de comunión y compartir vivencias, incluidas las de don Vicente, que este año cumple sus bodas de oro sacerdotales y que con gran cariño y cercanía ha relatado varios aspectos de su vida personal relacionados con su vocación.

Cuatro etapas vitales en la vocación sacerdotal

Evertz José Vallejo será ordenado diácono el próximo mes de abril. El fue el primero en hablar de su vocación. Evertz asegura que la llama sigue encendida y que siente una gran alegría por haber sido llamado: «El camino de Dios es un camino alegre». Él entiende la vida de un sacerdote en clave de oración, eucaristía, reconciliación y dirección espiritual…  Afirma que la etapa pastoral que está viviendo es una gran experiencia: «Me gusta presentarme ante los demás de una forma respetuosa, sencilla y humilde, tal cual soy».


Ignacio Laguna fue ordenado sacerdote el pasado mes de diciembre. Ahora mismo está realizando su labor en varios pueblos de la diócesis. Ignacio entiende el sacerdocio como «un lugar donde puedo decir ‘obediencia’ y ‘paz'». Él ve una oportunidad de elegir a Dios en cada ocasión, cada llamada de teléfono, cada petición de sus feligreses. En su vida ajetreada, sin parar, revela hallar descanso en la lectura: «Me gustan los libros de teología, los textos del papa Francisco, recomiendo su vía crucis del año pasado. Pero el libro que más me descansa y del que más aprendo es el Evangelio». Además, valora la fraternidad sacerdotal: «disfruto las reuniones de arciprestazgos y vicarías».


Javier Pérez Mas celebra gozoso sus bodas de plata sacerdotales. Cree, parafraseando al papa Francisco, que cada vocación sacerdotal es única porque cada sacerdote es único. Por eso, añade, «mi testimonio servirá para identificarse con algunas cosas, pero no con todas». Comenzó repasando su recorrido desde que fue ordenado sacerdote. Primero, desempeñó su ministerio en el mundo rural, luego, estudió en Roma en el colegio español, después, regresó a Zaragoza donde fue párroco de Nuestra Señora del Rosario y, actualmente, desde hace año y medio, de la Presentación de la Virgen. En resumen concluye: «he sido muy feliz. Es fundamental vivir con gozo. Con el paso de los años, le doy mucha importancia al sentido de pertenencia: a una diócesis, a una Iglesia, al Señor, que me llamó y me sigue llamando para cumplir una misión». A continuación, Javier Pérez ofreció a sus compañeros sacerdotes unos consejos para vivir feliz su ministerio:

  1. ¡Qué importante es sentirme a gusto, estar contento con lo que hago! Sin depender de las circunstancias, adaptándome a lo que me ha pedido la Iglesia, ya sea en un pueblo, una ciudad, Roma…
  2. He aprendido a relativizar las cosas, a no agobiarme tanto. Es mejor estar agradecido por los que vienen que entristecerse por los que no vienen. La paz, la calma, es algo muy importante para mí en este momento…
  3. No hay que olvidar cuidarse afectivamente frente a lo pluriempleados que estamos. Por eso hay que cuidar la relación con la familia, con los amigos, con otras familias….
  4. Procuro llevar una vida espiritual sana. Unas veces se vive con más efervescencia, otras con más bajón, pero ese alimento espiritual que es la oración y la dirección espiritual, no debe faltar nunca.
  5. ¡Qué tesoro es la amistad con otros sacerdotes! En mi etapa rural recuerdo con cariño lo bien que nos llevamos los sacerdotes de la zona, comíamos juntos, nos hacíamos favores, había cariño, nos queríamos…
  6. Y los pequeños detalles, ¡hay que disfrutarlos también!
  7. Por último, siempre me queda la esperanza, que lo nuestro es sembrar y el Espíritu Santo es el que tiene que recoger.

José Laín, con mas de 60 años de vida sacerdotal a sus espaldas, sostiene orgulloso que ha sido párroco durante 51 años.En San Valero lo fue durante 26 años. Ahora es allí el comodín: «Estoy a disposición de los sacerdotes. Voy y hago lo que me piden. ¿Termino igual que empecé? No, ahora lo vivo de otra manera… Tengo toda una vida vivida». Su alegría es poder recorrer Tierra Santa, de la que es un experto y reputado guía desde hace décadas. «Soy feliz en mi trabajo, feliz por que la Iglesia pueda contar conmigo. Solo quiero ser útil hasta que Dios quiera. Celebro la Eucaristía y atiendo la gente. Ninguna otra cosa en la vida hubiera podido ser más que sacerdote”.


LO QUE APORTA LA NUEVA RATIO

Una vez concluida la parte testimonial del encuentro, se abrió paso a las preguntas. El sacerdote Antonio González Mohíno planteó la cuestión de la formación permanente del clero, su relevancia y modo de vivirla. Como respuesta, Fernando Arregui, moderador de la mesa y rector del Seminario Metropolitano de Zaragoza, sacó a la palestra el nuevo concepto de formación sacerdotal que plantea la nueva Ratio, publicada por el Vaticano en 2016 y que reemplaza a la anterior, publicada en 1985. Este documento, explicaba Arregui, plantea varias dimensiones en la formación del clero: aparte de la formación teológica, espiritual y pastoral, se contempla la humana como una parte fundamental en la formación del sacerdote. «Por eso», concluía el rector, «es preciso no descuidar las relaciones afectivas, como señalaba anteriormente Javier Pérez. Incluso el ocio, los hobbies o el deporte son aspectos que no deben faltar en la vida sana de un sacerdote».


EL TESTIMONIO VOCACIONAL Y SACERDOTAL DEL ARZOBISPO DE ZARAGOZA

El arzobispo, don Vicente Jiménez Zamora, fue el encargado de cerrar este encuentro sacerdotal. Agradeció los testimonios ofrecidos en la mesa de experiencias, a los que quiso sumar el suyo:  «Este año cumplo 50 años de vida sacerdotal. Lo soy por la gracia de Dios y solo siento gratitud por ello. Gratitud a mis padres, a los sacerdotes de la parroquia, del seminario, y a sus maestros. El Señor pone muchas personas en nuestro camino para ayudarnos en la vocación».  Por otro lado, señaló que «para ser sacerdote solo hace falta amar, porque el sacerdocio es un camino de amor». Don Vicente reveló que los años más felices de su vida fueron los del Seminario Menor, al que entró con 12 años. «Yo veía a los chicos del seminario y quería ser como ellos. Y veía al sacerdote que los llevaba, y también quería ser como él». Fueron años de rezar y tambien de jugar: «Todos los días jugábamos, hubiera sol, nieve o lluvia». Le ordenó sacerdote el obispo don Saturnino Rubio Montiel, y desde entonces, asegura don Vicente, «nada que pedir, nada que rehusar. Dispuse mi persona al servicio de la Iglesia. Allí donde me pidieran ir, allí iba yo», de ahí su lema episcopal ‘Amoris Officium’ (servicio de amor).

Don Vicente pide a los sacerdotes vivir con autenticidad su vocación, siendo «fieles a la misión, hasta el final, porque las palabras vuelan pero el testimonio arrasa». Asimismo, aseguró que el primer seminario es la familia: «El futuro de las vocaciones se forja en la familia».

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