Benedicto XVI, fallecido el pasado 31 de diciembre, escribió el 29 de agosto de 2006 su testamento espiritual, que recientemente ha sido publicado en la página oficial del Vaticano www.vaticannews.va. En él rebosa gratitud, oración y fe.
Si tenemos en cuenta la cita del evangelio «de la abundancia del corazón habla la boca» (Lc 6, 45), entonces podemos afirmar sin ninguna duda que el corazón de Benedicto XVI fue un corazón tremendamente agradecido.
En su testamento espiritual publicado en 2006, agradece en primer lugar a Dios «que me ha dado la vida y me ha guiado en diversos momentos de confusión; siempre me ha levantado cuando empezaba a resbalar y siempre me ha devuelto la luz de su semblante».
También da las gracias a sus padres «que me dieron la vida en una época difícil y que, a costa de grandes sacrificios, con su amor prepararon para mí un magnífico hogar que, como una luz clara, ilumina todos mis días hasta el día de hoy». De su padre destaca la «fe firme» y de su madre «la profunda devoción y la gran bondad».
De igual modo, significaron mucho para su vida su hermana, por asistirle «durante décadas desinteresadamente y con afectuoso cuidado», y su hermano, ya que «sin su constante precederme y acompañarme, no habría podido encontrar la senda correcta».
Dios y familia en primer y segundo lugar. ¿Y cuál es la tercera parada en su lista de agradecimiento? Sus «muchos amigos, hombres y mujeres que Dios ha puesto a mi lado». Asimismo, no se olvida de sus colaboradores, profesores y alumnos: «con gratitud los encomiendo todos a Su bondad».
Su corazón también derrama gratitud por su madre patria y reza para que «siga siendo una tierra de fe y les ruego, queridos compatriotas: no se dejen apartar de la fe».
Y de su tierra natal se detiene en la belleza que ha podido «experimentar en todas las etapas de mi viaje, pero especialmente en Roma y en Italia, que se ha convertido en mi segunda patria».
Benedicto XVI también pide perdón a quien haya podido agraviar y grita con cariño y convicción a todos los que en la Iglesia fueron confiados a su servicio: «¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir», afirmando que «he visto cómo de la confusión de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe».
Concluye esta bella carta pidiendo a todos que recen por él «para que el Señor me reciba en la Morada eterna».
Benedicto, ahora nos toca a nosotros: «Con cariño, gracias».