Convertíos…
INTRODUCCIÓN
“Jesús se aleja del bautista y comienza a vivir desde un nuevo horizonte. No hay que vivir preparándonos para el juicio inminente de Dios. Es el momento de acoger a un Dios Padre que busca hacer de la humanidad una familia más justa y fraterna. Movido por esta convicción, Jesús deja el desierto y marcha a Galilea a vivir de cerca los problemas y sufrimientos de la gente. Es ahí, en medio de la vida, donde se le tiene que sentir a Dios como “alguien bueno”: un Padre que atrae a todos a vivir una vida más humana. Jesús abandona también el lenguaje amenazador del Bautista y comienza a contar parábolas que jamás se le habían ocurrido a Juan. El mundo ha de saber lo bueno que es ese Dios que busca y acoge a sus hijos perdidos, porque sólo quiere salvar, no condenar” (José A. Pagola)
TEXTOS BÍBLICOS
1ª lectura: Is. 11,1-10. 2ª lectura: Ro. 15,4-9.
EVANGELIO
Mateo 3, 1-12
Por aquellos días, Juan el Bautista se presenta en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: «Voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”». Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; 6confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».
REFLEXIÓN
1.- Juan y Jesús. Jesús admira a Juan y hace de él el mayor elogio: “De entre los nacidos de mujer, nadie es mejor que Juan”. Pero añade esta coletilla: “Aunque el más pequeño en el reino es mayor que él” (Lc. 7,28). Jesús admira a Juan, se ha dejado bautizar por él, y como él ha llamado a todos a la conversión. Cuando Herodes mata a Juan, Jesús se retira. Tanto le ha impresionado su muerte que necesita tiempo para el duelo. Pero Jesús no sigue el camino de Juan.
Diferencias:
- Juan vive solo en el desierto y Jesús vive en comunidad con sus discípulos, y mezclado con la gente.
- Juan lleva una vida ascética, muy austera. Y Jesús “come, bebe, asiste a bodas y pasa como uno más, como uno cualquiera”. Su mística es el amor. Un amor ardiente y apasionado por el Padre y un amor concreto con los hombres, sus hermanos.
- Juan es duro en su mensaje, mete miedo a la gente y le amenaza si no se convierten. Jesús habla de amor, de perdón, de misericordia. Esto hace que Juan, estando en la cárcel, tenga dudas y mande unos emisarios a que les diga si es el Mesías o tienen que esperar a otro. (Mt. 11,3). Jesús le dice que es dichoso “aquel que no se escandaliza de Él”. (Mt. 11,6). Jesús supera la ira y la venganza propias del A.T. Y pasa por la vida con un amor escandaloso.
2.- Jesús realiza los sueños de los profetas. Los profetas son hombres geniales. Son poetas, artistas, soñadores. Llevan mensajes de protesta cuando el pueblo se desvía y llevan también mensajes de esperanza cuando este pueblo está hundido.
En la primera lectura, Isaías sueña con un mundo al revés, pero un mundo maravilloso: “habitará el lobo con el cordero; el leopardo se tumbará con el cabrito y el ternero y el león pacerán juntos”. Ha puesto juntos a un animal salvaje y a otro pacífico. Lo normal es que el salvaje se coma al pacífico. Pero, en la visión del profeta, en los tiempos del Mesías, el animal pacífico no sólo podrá habitar con el salvaje, sino que llegará a domesticarlo. Esos instintos bestiales, salvajes, que todos llevamos dentro quedarán vencidos por unos nuevos instintos de cercanía, bondad, fraternidad. Tiempos en que un “niño puede meter la mano en la boca de la serpiente y no le hará daño”. El niño, al no tener pasado ni prejuicios, cree que todo el mundo es bueno, que todos son tus tatos, su familia. Para él la vida es un juego. Los mayores no metemos la mano en la boca de nadie porque nos puede morder. Ese mundo ideal en el que nadie haga mal a nadie, es más, en el que todos vivamos como humanos, es el que ha venido a traernos Jesús. Él nos habla de un Dios Padre que es bueno para todos: “Hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre juntos y pecadores” (Mt.5,45). Murió pidiendo perdón por sus mismos asesinos.
PREGUNTAS
1.- ¿Trato de dominar todo lo bestial que todavía queda dentro de mí?
2.- ¿Sueño con un mundo más justo, más humano, más fraterno? Y yo, ¿qué hago por conseguirlo?
3.- ¿Estoy convencido de que todavía hay en el mundo más bien que mal; más amor que odio; más personas que rechazan la guerra y buscan la paz?
Este evangelio, en verso, suena así.
Hoy la «Niña del Adviento»
viste un «traje recio, austero».
Nos llama a la «conversión»,
a allanar nuestros senderos.
Juan bautiza en el desierto,
pues «está negando el Reino»;
pero todo su mensaje
tiene su base en el «miedo».
Concibe a Dios como a un Juez,
que amenaza con el «fuego»
al árbol que no da frutos
y ocupa en balde el terreno.
Jesús, más fuerte que Juan,
también nos pide un esfuerzo,
pero no quiere asustarnos.
Trae la paz para el Pueblo.
Él nos invita y desea
que salgamos a su encuentro
con libertad, con amor,
en justicia y en derecho.
Jesús quiere que cambiemos
los puñetazos por besos,
que dejemos de ser «lobos»
para ser mansos «corderos».
Que celebremos, Señor,
con gozo, tu Nacimiento.
Que, en nuestro tronco ya viejo,
rebrote un retoño nuevo.
Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)