Opinión

José Antonio Calvo

Te doy gracias, mujer, por ser mujer

8 de marzo de 2018

Son las nueve de la noche. ‘Día Internacional de la Mujer’. Declaraciones para todos los gustos y desde todos los puntos de vista. Mucho oportunismo. Mucha hipocresía. A mí, me ha gustado particularmente el comunicado de la diócesis de Osma-Soria. Se lo cuento:

La Iglesia católica quiere dar gracias a Dios por el misterio de la mujer y por cada mujer, por las maravillas de Dios que, en la historia de la humanidad, se han realizado en ella y por ella. Un agradecimiento concreto y directo a las mujeres, a cada mujer. Con san Juan Pablo II hoy y cada día decimos: “¡Te doy gracias, mujer, por el hecho mismo de ser mujer!”.

Pero dar gracias no basta. Por desgracia, somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en todos los tiempos y en cada lugar, han hecho difícil el camino de la mujer, despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud. Entre estos condicionamientos queremos denunciar aquellos que impiden todavía hoy a las mujeres su plena inserción en la vida social, política y económica.

Es urgente alcanzar la efectiva igualdad de los derechos de la persona y, por tanto, igualdad de salario respecto a igualdad de trabajo, tutela de la trabajadora-madre, justas promociones en la carrera profesional, igualdad de los esposos en el derecho de familia, reconocimiento de todo lo que va unido a los derechos y deberes del ciudadano en un régimen democrático. Ciertamente, aún queda mucho por hacer para que ser mujer y madre no comporte una discriminación.

Ahora bien, el secreto para recorrer libremente el camino del pleno respeto de la identidad femenina no está solamente en la denuncia de las discriminaciones y de las injusticias sino también y sobre todo en un eficaz proyecto de promoción a partir de una renovada toma de conciencia de la dignidad de la mujer.

Con toda la Iglesia, con el papa Francisco a la cabeza, manifestamos nuestra profunda preocupación por una cierta mentalidad machista según la cual se consuman actos de violencia contra la mujer, convirtiéndola en objeto de maltrato, de trata y de lucro, así como de explotación en la publicidad y en la industria del consumo y de la diversión.

La historia de la Iglesia en estos dos milenios ha conocido verdaderamente el genio de la mujer, habiendo visto surgir en su seno mujeres de gran talla que han dejado amplia y beneficiosa huella de sí mismas en el tiempo. ¿Cómo no recordar, además, a tantas mujeres que, movidas por la fe, han emprendido iniciativas de extraordinaria importancia social, especialmente al servicio de los más pobres? ¿Cómo no reconocer a tantas mujeres sencillas, muchas en nuestros pueblos y en nuestros barrios, de fe firme y fuerte?

Y vuelvo a la frase de san Juan Pablo II: “¡Te doy gracias, mujer, por el hecho mismo de ser mujer!”.

Fuente: Diócesis de Osma-Soria

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