Lectio Divina: 17 de septiembre de 2022

Raúl Romero López
12 de septiembre de 2022

SALIO EL SEMBRADOR A SEMBRAR…

1.- Oración – Introductoria.

Señor, hoy quiero acercarme a tu evangelio con un corazón limpio, transparente, dúctil, maleable, como cera blanda donde se marquen bien tus palabras. Y te pido que la semilla de tu Palabra sea abundante. El buen sembrador nunca se cansó de sembrar. Yo también quiero sembrar, sembrar el mundo de paz, de bondad, de sencillez, de amor.

2.- Lectura reposada del evangelio Lucas 8, 4-15

En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente, y viniendo a él de todas las ciudades, dijo en parábola: Salió un sembrador a sembrar su simiente; y al sembrar, una parte cayó al borde del camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre terreno pedregoso, y después de brotar, se secó, por no tener humedad; otra cayó en medio de abrojos, y creciendo con ella los abrojos, la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena, y creciendo dio fruto centuplicado. Dicho esto, exclamó: El que tenga oídos para oír, que oiga. Le preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola, y él dijo: A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no entiendan. La parábola quiere decir esto: La simiente es la Palabra de Dios. Los del borde del camino, son los que han oído; después viene el diablo y se lleva de su corazón la Palabra, no sea que crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, la reciben con alegría; pero éstos no tienen raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba desisten. Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez. Lo que en buena tierra, son los que, después de haber oído, conservan la Palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia.

3.- Qué dice el texto

Meditación-reflexión.

Ya hemos comentado en otro lugar que en las parábolas hay que distinguir tres etapas:

a) La parábola tal y como fue dicha por Jesús.

b) la parábola predicada por los apóstoles y discípulos (pensemos que desde la muerte de Jesús hasta que se escribe el primer evangelio de Marcos han pasado casi cuarenta años).

c) La parábola tal y como la escribió el evangelista. 

Normalmente las explicaciones de las parábolas son cosecha de la comunidad primitiva. ¿Qué quiso decir Jesús en esta parábola? En esta parábola, tal y como fue dicha por Jesús, hay que destacar:

a) La alegría del sembrador. Salió el sembrador con su juventud, su alegría, su canción por el monte y ¡su semilla! La estima más que nadie, pero no se la guarda en el zurrón, sino que la esparce.

b) La abundancia de la semilla. El sembrador derrocha la semilla y lo deja todo sembrado: los caminos, las piedras, los espinos. Lo importante para Jesús es no cansarse de sembrar el bien. No dar nada por perdido. No decir nunca: de aquí no se puede sacar nada.

c) Al final habrá una gran cosecha. En tiempo de Jesús una buena

cosecha daba el siete por uno. Pensar en un 30, 60 o 100 es impensable, Pero la cosecha es de Dios y es abundante. Lo nuestro es sembrar. El fruto se lo dejemos a Dios. 

Palabra del Papa

“Para hablar de salvación, se recuerda aquí la experiencia de cada año que se renueva en el mundo agrícola: el momento difícil y fatigoso de la siembra, y la alegría tremenda de la recogida. Una siembra que se acompaña con las lágrimas, porque se tira lo que todavía se podría convertir en pan, exponiéndose a una espera llena de inseguridades: el campesino trabaja, prepara el terreno, esparce la semilla, pero, como tan bien ilustra la parábola del sembrador, no sabe dónde caerá esta semilla, si los pájaros se la comerán, si se echará raíces, si se convertirá en espiga. Esparcir la semilla es un gesto de confianza y de esperanza; es necesario el trabajo del hombre, pero luego se entra en una espera impotente, sabiendo que muchos factores serán determinantes para el buen resultado de la recogida y que el riesgo de un fracaso está siempre presente. […] En la cosecha todo se transforma, el llanto termina, deja su lugar a gritos de alegría exultante. Benedicto XVI, 13 de octubre de 2011.

4.- Qué me dice hoy a mí esta parábola ya meditada. (Silencio)

5.- Propósito. Desde que me levanto hasta que me acuesto no dejo de sembrar el bien, aunque no vea ningún fruto.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi

Gracias, Señor, por tu capacidad de escucha, por tu capacidad de espera, por tu capacidad de aguante, con nosotros. Jamás das nada por perdido. Jamás dices: de este no se puede esperar nada. Tú, Señor, siempre animando, apoyando, levantando. No te asustan nuestras caídas, nuestras demoras, nuestros cansancios, nuestros retrocesos. Siempre nos ofreces una nueva oportunidad. ¡Qué bueno eres siempre con nosotros! ¡Gracias!

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