Opinión

Pedro Escartín

María escogió la mejor parte

16 de julio de 2022

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del Domingo XVI del tiempo ordinario

El párroco ha resaltado que hoy la Palabra de Dios insiste en la hospitalidad. La primera lectura relata la acogida que Abrahán dispensó, junto a la encina de Mambré, a los tres caminantes, que le dieron la buena noticia de que por fin su mujer Sara sería madre, y el evangelio nos cuenta la diligencia con la que las hermanas Marta y María acogieron a Jesús en su viaje a Jerusalén (Lc 10, 38-42), compensando así el mal sabor que la negativa de los samaritanos a hospedarle, que se leyó hace tres domingos, debió dejar en su alma.

– Tu última subida a Jerusalén no fue fácil -he dicho para empezar a hablar, con los cafés humeantes delante de nosotros-. Lo digo por lo que pasó en la aldea de los samaritanos…

– En aquel viaje hubo de todo -me ha dicho recogiendo el guante-. ¿No has escuchado en el evangelio de hoy que Marta me recibió en su casa y no se dio descanso para tenerlo todo a punto y agasajarme? Fue un gesto que me confortó mucho.

– ¡Menos mal que lo dices! Porque, cuando Marta, agobiada por el trabajo, te pidió que le dijeras a su hermana María que le echase una mano, poco faltó para que la dejases cortada -he respondido sin poderme contener-.

Jesús ha sonreído como si esperase mis palabras, ha tomado un sorbo de café y pausadamente ha vuelto a hablar:

– Voy a tener que recordarte qué es lo primero. Es cierto que aquel día Marta se multiplicaba con el servicio, pues yo iba con los Doce y la comida para tantos no se prepara sola; recuerdo que su hermana María se había sentado a mis pies como un discípulo más, y esto la sacó de sus casillas. Un poco alterada me dijo: «¿No te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio?» Entonces vi la oportunidad de poner alguna cosa en su sitio…

– Y la dejaste perpleja con tu respuesta -le he atajado un poco nervioso-. Se desvivía por acogeros y tú vas y le dices que su hermana hacía lo correcto, a pesar de que estaba mano sobre mano…

– Eso lo dices tú, pero no yo -me ha corregido después de dejar su taza en la mesa-. Recuerda mis palabras y te darás cuenta. Yo apreciaba lo que Marta estaba haciendo; por eso mismo, era una oportunidad para puntualizar qué es lo primero, y le dije: «Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas: sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y no se la quitarán». ¿Qué pretendía con esta advertencia? Subrayar que acoger a los caminantes es cosa buena, pues lo que hacéis a uno de estos, mis pequeños hermanos, a mí me lo hacéis; pero que para no olvidar que “a mí me lo hacéis”, y para que ese bien que hacéis no se contamine con vuestra autosatisfacción, hay que estar empapados por mi presencia. María, sentada a mis pies y bebiéndose mis palabras era la mejor discípula de todo el grupo, y eso era lo primero, a pesar de que a las mujeres no les dejaban ser discípulas de los rabinos.

– Sí, pero dejó a su hermana con toda la faena -he vuelto a argumentar-.

– ¡Qué fácilmente olvidáis que «separados de mí no podéis dar fruto»! ¿Por qué Santiago y Juan pidieron un castigo del cielo para los samaritanos que no me acogieron y yo les regañé y me marché pacíficamente a otro lugar? Porque todavía no estaban empapados por mi palabra y mis actitudes. Por eso quise deciros que, para atender bien al caminante, primero hay que escucharme con atención; esto era lo que hacía María…

– O sea, que a Dios rogando y con el mazo dando.

– Si quieres decirlo así, no me dolerán prendas -ha dicho poniéndose de pie para salir-.

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