En la solemnidad de la Santísima Trinidad, la Iglesia celebra la jornada Pro orantibus. En ella oramos por quienes continuamente oran por nosotros: las personas consagradas contemplativas. Con este motivo, agradecemos a Dios esta forma de consagración que necesita la Iglesia. Damos gracias, singularmente, en nuestra Archidiócesis de Zaragoza, por las comunidades contemplativas que nos enriquecen con su carisma particular. Ellas son signo de presencia del amor de Dios y custodios para todos del pulmón de la oración.
El lema de la jornada de este año ilumina el camino sinodal que ha emprendido la Iglesia, de la mano del papa Francisco. El lema escogido para la jornada Pro orantibus de este año es: ‘La vida contemplativa: lámparas en el Camino Sinodal’. En su mensaje de este año, los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal Española, describiendo la complementariedad de carismas en la Iglesia para la comunión, nos recuerdan: “Hay quien va abriendo horizontes en clave de vanguardia, quien convoca a los más lejanos a la peregrinación, quien reúne a los que a ratos se dispersan, quien abre su casa a los que se encuentran cansados, quien recoge a los apaleados a la orilla del camino y quien mantiene encendida la candela para que la senda no se interrumpa ni siquiera en la noche más profunda. Estos últimos, hombres y mujeres de vida escondida en Dios, son como lámparas que custodian la luz primera —la luz que viene del Padre—, dan testimonio de la luz verdadera —la luz que es Cristo vivo— y apuntan hacia la luz definitiva —la luz que se nos promete en el Espíritu—. Se puede decir de ellos, como del Bautista, que no son la luz, sino testigos de la luz. Así pues, las personas contemplativas son también profundamente sinodales no por un empeño extraordinario sino por su misma raíz carismática: en la medida en que buscan la luz de Dios y la derraman sobre el rostro de la Iglesia, son portadoras de una experiencia sinodal capaz de alentar la sinodalidad en otros. Ellas, que saben escuchar al Señor, alumbran para todos el camino de la apertura al otro y a los otros; ellas, que forjan su corazón en la permanente conversión a la voluntad divina, alumbran para todos el itinerario del discernimiento y de la transformación; ellas, que ensayan cada día la comunión fraterna, alumbran para todos la senda de la reconciliación y la paz entre los hermanos. Así, desplegando lo más genuino y hermoso de su llamada fundamental, se vuelven luminarias de vida y misión sinodales en el camino común del Pueblo de Dios”.
La oración de los contemplativos nos recuerda en este camino sinodal que, sin comunión con Dios, es imposible la comunión entre nosotros. La oración, al mismo tiempo que nos abre el apetito de la fe, provocará en nosotros el hambre y la sed de “caminar juntos” en el único camino que tiene un nombre propio: Jesús el Señor, hacia un estilo más sinodal de la Iglesia.
Muchas gracias a nuestras comunidades y monasterios contemplativos. Gracias por vuestra presencia enriquecedora en nuestra Archidiócesis. Rezamos especialmente en esta Jornada por vosotras.