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Sugerencias litúrgicas de Cuaresma. «Camino sinodal con Jesús»

Diócesis de Teruel y Albarracín
4 de marzo de 2022

La Cuaresma es el tiempo de preparación de la Pascua. Originariamente, lo que caracterizaba este tiempo era la preparación inmediata de los que querían recibir el bautismo, que se celebraba en la Vigilia Pascual. Y la penitencia que hacían los pecadores –los que habían actuado rompiendo de manera decisiva la comunión con Dios y la Iglesia- para ser reconciliados el Jueves Santo y así poder celebrar de nuevo la Pascua con toda la comunidad.

Nuestra situación actual ya no es la de los orígenes. Pero el objetivo es el mismo. Durante los días de la muerte y resurrección de Jesús, y durante la cincuentena que viene después, fijaremos nuestra mirada en el camino nuevo que Jesús nos ha abierto con su fidelidad, y daremos gracias por ello, y reafirmaremos nuestra fe en él, y reconoceremos que él nos salva. Pero para que eso sea auténtico, será necesario por nuestra parte que hayamos reforzado este camino nuevo: hayamos renovado la fe y el compromiso de nuestro bautismo y hayamos caminado hacia la reconciliación con Dios. Y eso es lo que la Cuaresma nos invita a hacer mientras nos apresuramos en “subir” con Jesús a Jerusalén, es decir, al Triduo Sacro, a la Pascua. ¡Eso sí!: sin pretender en la mayoría de los casos grandes cambios –ya sabemos que somos muy limitados- pero tampoco sin que este tiempo pase sin aprovecharlo.

Que la Cuaresma sea un tiempo fuerte del año debe subrayarse y manifestarse en múltiples detalles de la celebración. Cuanto más se diferencie, incluso en los signos externos, este ciclo del resto del año tanto más fácil será vivir el sentido espiritual propio de estos días.

Y durante todo este tiempo (40 días de preparación) la Iglesia, como pueblo sacerdotal, no puede olvidar su obligación de orar por los pecadores. Esta plegaria no debería faltar nunca durante estos días en la oración universal.

A) SUGERENCIAS CUARESMALES LITÚRGICO-PASTORALES.

Aunque no tenga prácticamente resonancia social (a diferencia del Adviento y la Navidad), el tiempo de Cuaresma es un tiempo muy arraigado en el pueblo cristiano. Y cada vez está también más arraigada la conciencia de que la Cuaresma tiene su sentido en tanto que preparación de la Pascua. Pero aún así, es importante esforzarse para que los signos y las actividades ayuden a vivirla con intensidad. De lo contrario, podríamos pasar las semanas sin darnos cuenta y llegaríamos a la Pascua sin la necesaria preparación.

Resaltamos algunos “puntos-sugerencias” que pueden ayudar, tanto a nivel directamente litúrgico como también de vida cristiana en general:

1.- Ambientación de la iglesia: centrarse en lo esencial. La ambientación de la iglesia durante la Cuaresma debe ser austera (sin flores ni adornos incluso delante del Santísimo o de las imágenes de la Virgen o de los santos –¡aunque sean de plástico o de tela! ¿?-; sin música instrumental durante la misa, excepto para sostener el canto. Pero no porque la austeridad ambiental sea un valor en sí misma, sino porque se trata de centrarnos en lo que es verdaderamente esencial. Será una ocasión para destacar lo que siempre es fundamental en el lugar de la celebración cristiana: el ALTAR para la Eucaristía y el AMBÓN para la Palabra de Dios. Algún póster y algún paño morado también pueden contribuir a esa ambientación.

Las flores deben suprimirse también en la capilla de la Reserva eucarística ya que la Eucaristía (también la Reserva) debe manifestar siempre su relación con la misa en la que fue consagrada (Cf. Ritual de la S. Comunión y del Culto Eucarístico fuera de la Misa, no 82). Tampoco está permitido adornar con flores las imágenes de la iglesia.

2.- La cruz es un punto de referencia todo el año, pero especialmente durante la Cuaresma. Será conveniente resaltar una en el presbiterio, significativa y bien iluminada. Si el presbiterio es de dimensiones reducidas, colocar en él la cruz grande que quizá tengamos al final de la iglesia puede resultar excesivo. Pero tampoco sería conveniente limitarse a una mini-cruz como las que a menudo hay en nuestros presbiterios -¡y encima del altar¡ ¿?-. Si tenemos una “mini-cruz”, o una cruz demasiado vulgar, ¿no podría ser una ocasión para adquirir una cruz más digna?. Y sin olvidar, por cierto, que el Misal Romano, en la tercera edición (2002) dice hasta tres veces que la Cruz debe tener la imagen del Señor, o sea, que no sea sólo el madero.

3.- Los cantos. Este es un aspecto básico para la creación de clima cuaresmal en nuestras celebraciones. Los cantos deben ser muy propios del tiempo. De un modo especial debe serlo el canto de entrada, que podría repetirse todos los domingos, para ayudar a vivir este tiempo como una unidad. La Comisión Episcopal de Liturgia nos señala como canto propio de entrada para la cuaresma el titulado “Me invocará y lo escucharé”.

Conviene que los cantos de este ciclo cuaresmal sean distintos de los habituales y marcadamente sobrios, sobre todo en las ferias. Los cantos distintos y apropiados constituyen un medio especialmente eficaz para recordar e invitar a vivir la penitencia propia de estos días.

4.- La entrada de la misa. Es muy importante que el inicio de la celebración dominical ayude a experimentar muy claramente que nos encontramos de lleno en el tiempo cuaresmal. La posibilidad más habitual será cantar un canto de entrada propio de cuaresma, más bien largo, y que se repita cada domingo para resaltar la unidad del tiempo; durante este canto, se podría hacer la entrada con la cruz y el evangeliario (o leccionario). Otra opción, allí donde sea posible (y especialmente en el primer domingo de Cuaresma), será comenzar la Eucaristía con la “letanía de los santos”, como signo expresivo de la entrada en el “ejercicio cuaresmal”; hay que hacer notar que, si se hace la letanía, no hay acto penitencial y se enlaza directamente con la oración colecta.

5.- El acto penitencial. Habría que darle relieve durante estos domingos (y, en cambio, sustituirlo por la aspersión del agua durante los domingos de Pascua: una y otra forma contribuirán a combatir la rutina frecuente del principio de la misa y así diversificar las celebraciones). Una forma de darle ese relieve será hacer suficientemente largo el silencio de este momento: durante el tiempo cuaresmal, el silencio debe tener “realidad” y no reducirlo, como ocurre a menudo, a una mínima pausa que lo convierte en un rito desprovisto de sentido. Hay que invitar a que cada uno se ponga realmente en espíritu de oración ante Dios.

6.- El gloria y el aleluya NO se cantan ni se recitan durante estas semanas de cuaresma (en espera de cantarlos gozosamente en la solemne Vigilia de la Pascua). Antes del evangelio se canta una aclamación a Jesucristo, que se hace presente entre nosotros.

7.- La misa diaria. Sería conveniente invitar a todos aquellos que les sea posible a participar de la misa diaria durante la Cuaresma. Se puede recomendar también a los que no puedan participar de la misa que lean en su casa las lecturas de cada día.

8.- Otros encuentros litúrgicos y de oración. Se puede instaurar, allí donde aún no sea costumbre, el rezo de la Liturgia de las Horas: por ejemplo, los días laborables rezar laúdes o vísperas antes de la misa, o como rezo independiente; por ejemplo también, celebrar con mayor solemnidad las vísperas los domingos por la tarde; por ejemplo también, cada miércoles rezar vísperas y cada viernes el vía crucis. Respecto al vía crucis, es conveniente revisar de vez en cuando la forma de hacerlo: superar la rutina, buscar textos variados y adecuados…; sin intentar, sin embargo, revitalizaciones nostálgicas que no funcionarán: por ejemplo, si la costumbre es hacerlo discretamente dentro de la iglesia, no tiene mucho sentido intentar resucitar el vía crucis por la calle. Y también hay otras posibilidades: convocar un encuentro semanal de oración, a base de lecturas, cantos, silencios…; preparar especialmente una celebración de la Eucaristía una vez por semana un día laborable…; organizar un retiro o encuentro de oración parroquial o arciprestal…

9.- Un tiempo de preparación bautismal. La Cuaresma es un tiempo de preparación para el bautismo y para la renovación bautismal de la Noche de Pascua. Será conveniente que mencionemos este tema de vez en cuando: nos preparamos para unirnos a Jesús en su Pascua, y esto es precisamente el bautismo (Rm 6,3-11). Por eso, es deseable que NO se celebren bautismos durante la Cuaresma (aunque la gente no lo entienda muy a fondo; el sólo hecho de no celebrarnos crea como mínimo interrogantes y resalta que la Cuaresma es un tiempo especial). También es conveniente, en las iglesias en las que hay pila de agua bendita, recordar que hacerse la señal de la cruz con el agua es una forma de revivir el bautismo y de recordar que entramos en la iglesia como bautizados.

10.- Colocar la Cuaresma en la vida. Debe notarse que estamos en la Cuaresma de este año concreto y no en una Cuaresma fuera del tiempo: en las homilías, en las plegarias, pero también, por ejemplo, añadiendo algún testimonio (breve) de pecado personal o colectivo, o alguna (también breve) propuesta concreta de conversión; o bien montando una exposición al final de la iglesia sobre algún tema de lo que ocurre a nuestro alrededor o en nuestro mundo, y que sea una llamada a la conversión.

11.- El programa cuaresmal de cada uno. Este es uno de los elementos importantes para que la Cuaresma no “pase de largo” en la vida de los cristiano. Por lo cual, será conveniente repetir a menudo la invitación a que cada cristiano se haga su propio “programa cuaresmal”, que contendrá, por una parte, la reflexión sobre cómo hacer algún progreso de vida cristiana y de fidelidad al Evangelio y, por otra, algún acto que intensifique durante este tiempo la proximidad a Jesucristo. Los tres aspectos de la limosna, el ayuno y la oración son tres buenas guías en este tiempo.

12.- La conversión comunitaria, parroquial. La Cuaresma no es sólo un tiempo de conversión individual, también es un tiempo de conversión eclesial. Sería deseable que a nivel de comunidad parroquial nos paremos a ver en qué deberíamos convertirnos, tanto respecto al funcionamiento interno como hacia afuera. Y concretarlo de algún modo visible: en algo que nos ayude a ser más cristianos (iniciar algún encuentro periódico de oración, formación, catecumenado de adultos, iniciación cristiana familiar…), en algún cambio en la organización de las responsabilidades (consejo pastoral parroquial, equipo de animación litúrgica, grupo de cáritas, de catequistas…), en alguna acción colectiva de concienciación y de ayuda (que implique algún tipo de “ayuno”, privarse de algunas cosas: de un rato fácil de televisión, o de comprar aquel vestido, o de aquella comida que ahora me tomaría con gusto…), etc…

13.- Celebrar la reconciliación. Hacía el final de la Cuaresma, antes de empezar los días de la muerte y la resurrección de Jesús, vale la pena celebrar aquel sacramento que sella nuestro retorno a Dios. Celebrar la reconciliación, la penitencia, manifiesta públicamente nuestra voluntad de rehacer nuestro camino cristiano y, sobre todo, hace realidad el perdón que Dios nos ofrece, el perdón de la Pascua de Jesucristo. La podemos celebrar individualmente, resaltando entonces sobre todo su carácter de conversión personal y de búsqueda del camino de Dios, o comunitariamente, resaltando sobre todo nuestra voluntad de ser verdaderos hijos de Dios junto con los demás hermanos cristianos.

14.- Excepto en los domingos y en las solemnidades y fiestas, se dice siempre uno de los cinco prefacios cuaresmales o el prefacio de la penitencia, prefacios que en este ciclo (a diferencia de lo que acontece con los de Adviento) pueden intercambiarse libremente pues tienen una temática penitencial común.

15.- Todas las memorias de los santos son libres y sólo se pueden celebrar a manera de conmemoración. Para hacer esta conmemoración en el Oficio de Lectura puede añadirse como tercera lectura la propia del santo, en Laudes y Vísperas puede añadirse a la oración ferial la respectiva antífona y oración del santo y en la Misa puede substituirse la oración colecta ferial del inicio por la del santo.

16.- Todos los viernes de Cuaresma son días de abstinencia, sin que sea posible substituir esta abstinencia por otra penitencial.

B) PAUTAS PARA VIVIR LA CUARESMA.

ORACIÓN

Es la que nos hace salir de la indiferencia y nos vuelve sensibles a las cosas de Dios. Se trata de vivir con más intensidad la relación personal con Dios. Por ejemplo:

Buscar momentos concretos (y mantenerlos fielmente) de silencio, breves o largos, para ponerse ante Dios y vivir con él los trabajos de la vida y las ganas de ser cristiano.

Leer el evangelio, orar con los salmos… Leerse las lecturas de la misa de cada día (en algunos de los misales manuales existentes).

Participar cada día o algunos días de la misa diaria o, si hay cerca algún monasterio (convento), participar de la plegaria de vísperas o de algún otro acto.

AYUNO.

Significa dominio sobre nosotros mismos, ser exigentes en las relaciones con nosotros mismos: estar prontos a renunciar a las cosas. Es privarse de algo, para manifestar que Dios es realmente lo único totalmente valioso, y también para ayudar a los necesitados con lo que ahorramos con nuestra privación.
Es una práctica cuaresmal poco valorada; pero en nuestros días, en este tiempo de confort y consumo imparable, vale la pena reivindicarla más que nunca. Por ejemplo:

La práctica tradicional: abstinencia de carne los viernes de Cuaresma (y no sustituirla por una comida mejor –aunque sea de pescado-, sino hacerlo todo más austero), y ayuno el Miércoles de Ceniza y Viernes Santo.

Privarse de algunas cosas: de un rato fácil de televisión, de diversión, de tabaco, o de comprar aquel vestido, o de aquella comida que ahora tomaría con gusto. Y dedicar el tiempo ahorrado (por ejemplo de televisión) a la oración o a la convivencia; y dedicar el dinero ahorrado a la ayuda a los necesitados….

LIMOSNA (CARIDAD, AMOR, SOLIDARIDAD…)

La limosna es signo de misericordia, de apertura a los demás. Hay que entenderla no sólo en dar dinero sino en compartir con los otros alegrías y tristezas. No des limosna sólo de lo que te sobra, ¡eso no cuenta!, sino de aquello que necesitas. El amor, para que sea auténtico y misericordioso, tiene que “doler”.
Dar limosna es dar de lo que tenemos al necesitado. Lo podemos concretar de tres maneras:

* Dar dinero. ¿Qué aportamos nosotros al servicio de los necesitados? Sea a través de Cáritas, de la Fundación de Solidaridad, de entidades dedicadas al Tercer Mundo, de grupos de ayuda fraterna y solidaridad…

* Dar tiempo. Visitando enfermos o personas que están solas, o trabajando en tareas de voluntariado u otras actividades sociales o eclesiales…

* Dar acción de transformación social. O sea, contribuir a hacer que esta sociedad nuestra sea menos injusta: actuar en la organización económica, social, política. Actuar en ella, o por lo menos, estar sensibilizados sobre la cuestión.

C) SOBRE TODO, NO PERDAMOS LA VIGILIA PASCUAL, LA NOCHE MÁS GRANDE DEL AÑO.

Todo el camino cuaresmal, culmina con los días santos de la Muerte y la Resurrección de Jesús. El domingo de Ramos lo acompañamos en su entrada en Jerusalén y, después, el Jueves por la noche, nos unimos a Él para vivir el Triduo Pascual de su muerte (Viernes), su sepultura (Sábado) y su resurrección (Noche de Pascua, el gran Domingo).

La Noche de Pascua es para los cristianos la noche más grande del año, la noche en la que se hace realidad nuestra salvación, la vida nueva de Jesús que es nuestra vida. No podemos dejar de participar en ella. ¿Cómo podría, un cristiano, dejar de compartir con Jesús y con todos los hermanos el momento culminante de la historia del amor de Dios hacia nosotros?.

D) NOTA DE ESPIRITUALIDAD LITÚRGICA.

El Oficio de lectura presenta este año una síntesis de la historia de la Pascua del Antiguo Testamento, entresacada de las páginas más sobresalientes del Éxodo, del Levítico y de los Números. Esta lectura nos sitúa, por una parte, en continuidad con el Génesis, que se leyó en las primeras semanas del Tiempo Ordinario y, por otra, nos ambienta y dispone a la celebración de la Pascua definitiva de Cristo, con que se culminará la Cuaresma.

Avelino José Belenguer Calvé
Responsable del Área de Celebraciones
y Sacramentos Diócesis de Teruel y Albarracín

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