Opinión

Pedro Escartín

El ciego que guía a otro ciego

26 de febrero de 2022

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del VIII Domingo del Tiempo Ordinario

El evangelio es una fuente de la que mana sabiduría y sentido común. Hoy, con tres ejemplos tomados de la vida diaria (Lc 6, 39-45), propone un modelo de convivencia basada en la sinceridad y la humildad como una advertencia frente a los falsos maestros que pronto aparecieron en la comunidad a la que el evangelista dedicó su evangelio. Rumiando lo que he escuchado en la homilía, me he encontrado sin darme cuenta dentro de la cafetería.

–  Te veo absorto en tus pensamientos – me ha dicho Jesús, que ya había llegado- .

–  ¡Hola y feliz domingo! – he reaccionado sorprendido al verle- . Venía pensando en lo que dijiste a los falsos maestros…

–  Y a todos – me ha dicho invitándome a tomar asiento ante dos humeantes tazas de café- , pues esos tres ejemplos sirven para todo el mundo, aunque Lucas hizo bien al recordárselos a su comunidad.

–  ¿Quieres decir que en las primeras comunidades ya hubo comportamientos tan poco evangélicos? – he preguntado con cara de sorpresa después de tomar un sorbo de café- .

–  Amigo, los cristianos de las primeras comunidades eran como vosotros; en ellas, los había fervorosos y otros sucumbían, al igual que los fariseos, que fueron los primeros a los que hice esas advertencias, a la tentación de la hipocresía. Veo que sigues pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor; pero aquellos fueron tiempos como los de ahora: había de todo. Así que no utilices el tiempo pasado para justificar la pereza que tantas veces os impide convertiros – me ha dicho amablemente- .

–  No era ésa mi intención – me he excusado- , pero hablemos de otra cosa; quiero decirte que estuviste muy acertado con los tres ejemplos: el del ciego que se empeña en hacer de guía, el del discípulo que se cree más que su maestro y el de la zarza que no da higos…

Jesús ha tomado un largo sorbo de café y me ha dicho con calma:

–  Desgraciadamente, son tan reales como la vida misma. O es que te has olvidado de tantos “parlamentarios de café”, que pregonan a los cuatro vientos lo que hay que hacer, pero no mueven ni un dedo para mejorar la vida del pueblo, ni la de su casa… O de los que se atreven a corregir a los demás los mismos defectos en los que ellos caen a menudo… O de los que piden lo imposible, siempre que sean otros quienes lo hagan…

–  Efectivamente, resumiste perfectamente ese modo hipócrita de vivir con la imagen del árbol que se da a conocer por sus frutos: una zarza no puede dar higos ni un espino, uvas – he añadido con aplomo- ; sería un milagro. –  Y los milagros son cosa más seria – ha dicho con cara de complicidad- , ¿no es así?

–  Por supuesto. Pero todos los días asistimos al penoso espectáculo de ver cómo se hace propaganda de las bondades de los propios proyectos y realizaciones, cuando no son más que árboles exuberantes sin frutos de calidad – he dicho dando un suspiro- .

–  No pienses sólo en la propaganda política y en la publicidad comercial, tan frecuentes entre vosotros. Piensa también en lo que cada uno de vosotros hacéis en vuestra vida familiar y social. También ahí debéis comportaros con sinceridad y evitar la tentación de declinar la responsabilidad en los demás. ¿No te parece?

–  Me parece que siempre pones el dedo en la llaga – he dicho yendo a la barra para pagar- .

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