Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del VIII Domingo del Tiempo Ordinario
El evangelio es una fuente de la que mana sabiduría y sentido común. Hoy, con tres ejemplos tomados de la vida diaria (Lc 6, 39-45), propone un modelo de convivencia basada en la sinceridad y la humildad como una advertencia frente a los falsos maestros que pronto aparecieron en la comunidad a la que el evangelista dedicó su evangelio. Rumiando lo que he escuchado en la homilía, me he encontrado sin darme cuenta dentro de la cafetería.
– Te veo absorto en tus pensamientos – me ha dicho Jesús, que ya había llegado- .
– ¡Hola y feliz domingo! – he reaccionado sorprendido al verle- . Venía pensando en lo que dijiste a los falsos maestros…
– Y a todos – me ha dicho invitándome a tomar asiento ante dos humeantes tazas de café- , pues esos tres ejemplos sirven para todo el mundo, aunque Lucas hizo bien al recordárselos a su comunidad.
– ¿Quieres decir que en las primeras comunidades ya hubo comportamientos tan poco evangélicos? – he preguntado con cara de sorpresa después de tomar un sorbo de café- .
– Amigo, los cristianos de las primeras comunidades eran como vosotros; en ellas, los había fervorosos y otros sucumbían, al igual que los fariseos, que fueron los primeros a los que hice esas advertencias, a la tentación de la hipocresía. Veo que sigues pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor; pero aquellos fueron tiempos como los de ahora: había de todo. Así que no utilices el tiempo pasado para justificar la pereza que tantas veces os impide convertiros – me ha dicho amablemente- .
– No era ésa mi intención – me he excusado- , pero hablemos de otra cosa; quiero decirte que estuviste muy acertado con los tres ejemplos: el del ciego que se empeña en hacer de guía, el del discípulo que se cree más que su maestro y el de la zarza que no da higos…
Jesús ha tomado un largo sorbo de café y me ha dicho con calma:
– Desgraciadamente, son tan reales como la vida misma. O es que te has olvidado de tantos “parlamentarios de café”, que pregonan a los cuatro vientos lo que hay que hacer, pero no mueven ni un dedo para mejorar la vida del pueblo, ni la de su casa… O de los que se atreven a corregir a los demás los mismos defectos en los que ellos caen a menudo… O de los que piden lo imposible, siempre que sean otros quienes lo hagan…
– Efectivamente, resumiste perfectamente ese modo hipócrita de vivir con la imagen del árbol que se da a conocer por sus frutos: una zarza no puede dar higos ni un espino, uvas – he añadido con aplomo- ; sería un milagro. – Y los milagros son cosa más seria – ha dicho con cara de complicidad- , ¿no es así?
– Por supuesto. Pero todos los días asistimos al penoso espectáculo de ver cómo se hace propaganda de las bondades de los propios proyectos y realizaciones, cuando no son más que árboles exuberantes sin frutos de calidad – he dicho dando un suspiro- .
– No pienses sólo en la propaganda política y en la publicidad comercial, tan frecuentes entre vosotros. Piensa también en lo que cada uno de vosotros hacéis en vuestra vida familiar y social. También ahí debéis comportaros con sinceridad y evitar la tentación de declinar la responsabilidad en los demás. ¿No te parece?
– Me parece que siempre pones el dedo en la llaga – he dicho yendo a la barra para pagar- .