El contenido real de la celebración de la Navidad se ha ido diluyendo en los últimos años. La significación profana intenta imponerse al gran acontecimiento del Nacimiento de Cristo según la carne y a nuestra necesaria preparación. Esto afecta a la vivencia del Adviento incluso para los cristianos. Por eso os animo en este año a vivir este tiempo fuerte con espíritu de conversión, para buscar el núcleo del acontecimiento que la Iglesia nos invita a celebrar.
¿Cuál es el núcleo de la vivencia del Adviento? Es un tiempo litúrgico que hunde sus raíces en los misterios de la vida de Cristo y con su sabia penetra la vida cristiana, nutriendo las convicciones y actitudes de los fieles. La liturgia es la acción-contemplación del Cristo total. Es una única acción, en la cual los misterios de la vida de Cristo, que tienen su centro en la Pascua, se despliegan a lo largo de todo el año. También en la liturgia, Dios toma la iniciativa mostrando un doble movimiento: es un don de Dios que viene de lo alto (descendente) y es la respuesta del hombre a su Dador (ascendente). El vivir la liturgia del Adviento ayuda al creyente a descubrir su realidad impregnada por la presencia fascinante de Dios que visita a su Pueblo. Es un don que exige una respuesta en consonancia, de ahí nuestra necesidad de preparación, de celebración y de conversión. En el Adviento hacemos memoria de la Encarnación del Verbo, a la vez que levantamos nuestro corazón implorando a Dios el cumplimiento definitivo de su plan de salvación.
En la liturgia del Adviento se puede reconocer el anuncio de una triple llegada de Cristo (cfr. prefacio III de Adviento): una ya ocurrida, con el nacimiento histórico de Jesús en Belén, en el que se ha cumplido la espera de los tiempos anteriores anunciados por los profetas; luego hay un “todavía por venir” que se está acercando constantemente, en la esperanza; finalmente un venir presente, un venir espiritual y de gracia, que se concreta en “cada persona y en cada acontecimiento”.
Este año cuando miremos al pasado con la liturgia del Adviento, descubriremos que nuestra fe tiene unas raíces profundamente enclavadas en Dios, sintiéndonos constantemente invitados a iluminar desde el pasado nuestro presente. Cuando contemplemos el hoy, veremos al mismo Cristo presente en la Iglesia: se actualiza su salvación por medio de los Sacramentos y por el compromiso de los cristianos de anunciar el Evangelio siendo fieles a la Palabra y llevando una vida conforme al mandamiento del amor para ser discípulos misioneros. Cuando miremos al mañana, se reforzará nuestra convicción de que el futuro solo es de Dios, y que sólo desde Él se puede afrontar.
¡Ven Señor Jesús! Que sea nuestra oración a lo largo de estas semanas, preparándonos para la venida de Cristo.