Todos los años, la Jornada Mundial de las Misiones nos acerca a la persona de Jesús que de modo siempre nuevo llama a todos los cristianos a anunciar el Evangelio y llevarlo hasta los confines y las periferias del mundo. En nuestra diócesis, de dilatada tradición misionera, la jornada del DOMUND es también un día de acción de gracias por el trabajo de nuestros misioneros en el mundo, de oración para que sean muchos los frutos que el Señor les conceda por su inestimable entrega, de compromiso generoso con sus necesidades y de recuerdo afectuoso a sus familiares. Contemplar su testimonio misionero, nos recuerda Francisco en su mensaje para el Domund de este año, “nos anima a ser valientes y a pedir con insistencia “al dueño que envíe trabajadores para su cosecha” (Lc 10,2), porque somos conscientes de que la vocación a la misión no es algo del pasado o un recuerdo romántico de otros tiempos. Hoy, Jesús necesita corazones que sean capaces de vivir su vocación como una verdadera historia de amor, que les haga salir a las periferias del mundo y convertirse en mensajeros e instrumentos de compasión”(nº10).
La Jornada Mundial de las Misiones se asoma cada año a la vida de la Iglesia universal, a la vez que irrumpe en el día a día de nuestras parroquias. La celebración del Domund ha arraigado en la comunidad cristiana. Los contenidos que en ella se proponen nos ayudan a descubrir lo que significa ser misionero en la vida de la Iglesia y a concienciarnos de la necesidad de ponerlo en práctica. El lema de la jornada del Domund de este año nos anima a caminar en ese sentido y se convierte en una propuesta para volver a la raíz de nuestro ser misionero: «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20). Del encuentro personal nace esa expresión de los apóstoles en el libro de los Hechos. El evangelizador es la persona que se ha dejado tocar por el dedo amoroso de Dios, capaz de reconstruir lo que en su vida estaba destruido. El misionero es aquel que ha reconocido a su Señor al partir el pan y no puede, no quiere vivir ya sin gustarlo. El apóstol de Cristo es quien ha descubierto que Jesús es ese tesoro escondido, esa perla preciosa, ese amigo, compañero de viaje, por el que vale la pena dejarlo todo y entregarse. Sí, ellos entienden que no pueden dejar de hablar de lo que el Señor ha sido capaz de hacer en sus vidas. Esa experiencia debe iluminar también nuestro compromiso evangelizador.
Quiero agradecer en estas líneas la tarea realizada por D. Alfonso Palos al frente de la Delegación de Misiones en los últimos años. Todo el equipo de la Delegación realiza siempre un magnífico trabajo que hay que reconocer y agradecer. Y dar también las gracias al nuevo delegado, D. Federico Castillo, por su generosidad al asumir este reto nuevo pastoral. Que san Francisco Javier y santa Teresa del Niño Jesús os sigan protegiendo en esta preciosa y necesaria tarea.