En Francia ya hay, estadísticamente, más ateos que creyentes. “La ‘laica’ Francia está a punto de convertirse en la ‘atea’ Francia. Por primera vez, una mayoría de ciudadanos galos (en concreto, el 51%) han contestado ‘No’ a una pregunta directa: ¿Cree usted en Dios?[1]
En el resultado de esta encuesta francesa, hay un dato que me llama la atención. En España, según la encuesta del CIS, que es el origen de mis tres últimos comentarios, los que no creen en Dios son casi el 39%. 4 de cada 10 españoles se confiesan ateos. Pues bien, ya en 1947 el 34% de la población francesa afirmaba no creer en ningún dios. Un poco menos que nosotros ahora en 2021: 39%. En Francia el número de ateos ascendió al 44% en 2011. Y ahora, en 2021, por primera vez, aunque sea por poco, supera el 50%.
El aviso es claro: así será nuestro camino en España. Afirmar esto creo que no es pesimismo, ni mucho menos. “El pesimismo nos enferma de amargura. Se envejece por dentro. Y se envejece siendo jóvenes… La queja y el pesimismo no son cristianos, el Señor detesta la tristeza y el victimismo. No estamos hechos para ir mirando el piso, sino para elevar los ojos y mirar al cielo, a los otros y a la sociedad”.[2]
Este probable camino es un signo de los tiempos que nos invita -nos obliga desde la fe- a discernirlo reconociendo, primero de todo, los pecados de la Iglesia, nuestros pecados. Tan aireados, comentados, ¿exagerados? por los medios de comunicación sobre todo cuando los escándalos los protagonizamos de curas para arriba. Cosa que no nos puede extrañar en una sociedad tan ‘necesitada’ de morbo y de chismes. Sobre todo, en medios que buscan desacreditar a la Iglesia. Pero los medios no crean nuestros pecados.
Reconocer nuestra responsabilidad y nuestro pecado es imprescindible, pero no suficiente. Es necesario, cada vez más, porque el tiempo no se detiene, mirar al mundo con misericordia, sensibilidad e inteligencia. Y desde esa mirada, examinar nuestro caminar pastoral, con misericordia, sensibilidad e inteligencia, para no ser ‘una Iglesia que se equivoca de siglo’[3]. Esto puede suceder cuando miramos más al pasado para continuarlo por falsa seguridad que al futuro para crearlo desde el hoy que va renovándose. Si queremos evitar ese peligro, es necesario un conocimiento de la sociedad actual que no sea un conocimiento falseado o superficial, porque sin un conocimiento correcto y cordial mal podremos dar respuestas adecuadas con misericordia, sensibilidad e inteligencia. Y siempre atentos al Espíritu que nos guiará a la verdad (Cfr. Jn 16,13)
Echo mano de nuevo de un guía que mira la realidad desde el Evangelio, Francisco, y señala caminos de superación y de esperanza.“No se trata de ser hostiles al mundo, sino ‘signos de contradicción’ en el mundo. Cristianos que saben mostrar con su vida la belleza del Evangelio, que son tejedores de diálogo allí donde las posiciones se endurecen, que hacen resplandecer la vida fraterna allí donde a menudo en la sociedad hay división y hostilidad, que difunden el buen perfume de la acogida y de la solidaridad allí donde los egoísmos personales o colectivos predominan; cristianos que protegen y cuidan la vida donde reinan lógicas de muerte”.[4]
“Porque a esto es a lo que sobre todo está llamado el Pueblo de Dios: adorar, rezar, caminar, peregrinar, hacer penitencia, y en esto sentir la paz, la alegría que nos da el Señor. Y esto tiene una particular importancia en el continente europeo, donde la presencia de Dios se diluye en el consumismo y en los “vapores” de un pensamiento único fruto de la mezcla de viejas y nuevas ideologías. También en tal contexto, la respuesta que sana viene de la oración, del testimonio, del amor humilde”.[5]
Nunca el ‘siempre se ha hecho así’ que se reduce al tramo de nuestra vida. Son tradiciones de ayer y para ayer. “Porque “LA TRADICIÖN no es un museo, la religión verdadera no es un congelador y la doctrina no es estática, sino que crece y se desarrolla como un árbol que es siempre el mismo, pero se hace más grande y da más fruto. Hay quienes piensan que Dios habló una vez y para siempre solo en el en el modo y en la forma que ellos conocen y dominan. Oyen la palabra ‘discernimiento’ y temen que sea una manera sofisticada de eludir las reglas o alguna artimaña para degradar la verdad, cuando es lo contrario”.[6]
La persona humana es un ser esperanzado. Si muere la esperanza, muere la persona, aunque esté ‘viviendo’. El cristiano es sostenido por la esperanza. Cuando la pierde, ‘su fe se fue’. Pero actuando con misericordia, sensibilidad e inteligencia, con fe en el Espíritu, la esperanza no muere, sino que se vuelve la actitud-virtud imprescindible para una pastoral imaginativa y renovadora y para una Iglesia del siglo XXI que rompe esquemas y estructuras que fueron y algunas sirvieron, pero ya no son.
[1] Jesús Bastante. Religión Digital.24 septiembre 2021. De aquí provienen los datos que cito.
[2] Francisco. Encuentro con los jóvenes en Košice. Eslovaquia. 14 sept. 21.
[3] Fue famoso en su momento un artículo titulado «Une Église qui se trompe de siècle» («una Iglesia que se equivoca de siglo»), publicado el 7 de agosto de 1971 (¡¡¡!!!) por el académico francés Maurice DRUON en Le Monde
[4] Homilía en el Santuario nacional de Šaštin. Eslovaquia – 15 sept 2021
[5] Catequesis, audiencia general 22 septiembre 2021
[6] Francisco. SOÑEMOS JUNTOS. El camino a un futuro mejor. Madrid 2020, pág. 59.