En el mes de septiembre se celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. Por eso, la delegación del Encuentro quiere concluir su acción diocesana con una última propuesta: abrir nuestro corazón a la realidad de las personas migrantes para ser TESTIGOS DE LA FRATERNIDAD, siendo capaces de reconocer al prójimo en el extraño, o, en palabras del papa Francisco, “que no haya más otros, sino solo un nosotros, grande como toda la humanidad”.
La familia de José fue una familia de refugiados que salió huyendo de su tierra para buscar asilo en otro lugar, como tantos que llaman hoy a nuestra puerta a causa de la guerra, el odio, la persecución y la miseria. En ellos la luz de Dios se hace deslumbrante.