Salmo 149
1 ¡Aleluya!
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
2 que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
3 Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
4 porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
5 Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
6 con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
7 para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
8 sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
9 Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
¡Aleluya!
INTRODUCCION
El salmo 149, a pesar de todas las dificultades que aparecen en la segunda parte, es bastante inteligible si se toma la alabanza divina como base para todas las interpretaciones. La comunidad de Israel alaba a Yavé y le da gracias porque ha concedido su favor de manera maravillosa a los desvalidos y los ha exaltado. Este himno destaca por su entusiasmo guerrero y su ardiente nacionalismo. Dichas características se explican porque fue compuesto después del exilio babilónico, cuando Israel tuvo que luchar afanosamente por su reconstrucción nacional y religiosa, en medio de la tenaz oposición de sus vecinos (Neh 2-6).
La esperanza en la victoria reafirmaba su fe en el Señor y le daba nuevo ánimo para la lucha. Casi todos los comentaristas se hacen una pregunta: ¿no hay una oposición entre el deseo de alabanza de la primera parte y el placer de venganza de la segunda? Es claro que no son cristianos los sentimientos de venganza. Pero sí lo son el hambre y la sed de justicia, el deseo de buscar el reinado de este Dios.
Sólo el hombre nuevo puede cantar un cántico nuevo (v.1).
Escuchamos la explicación que hace san Agustín al “cántico nuevo”. “El hombre viejo canta cántico viejo; el nuevo, cántico nuevo. El Viejo Testamento canta cántico viejo; el Nuevo, cántico nuevo. En el Viejo Testamento se hallan las promesas temporales y terrenas. Todo el que ama las cosas terrenas canta cántico viejo. El que quiera cantar cántico nuevo, ame las cosas eternas. El amor es siempre nuevo, porque jamás envejece”. También podemos decir que es “cántico nuevo” porque es el canto de la libertad, canto del Israel libre de la esclavitud.
“Resuene su alabanza en la asamblea” La alabanza se vive en el corazón de cada uno, pero se celebra en la comunidad. El grupo es elemento fundamental de la fiesta. La fiesta llega a su plenitud cuando se celebra la misma fe en el mismo Dios.
El pueblo de Israel no se imagina una fiesta sin Dios (v.2-3).
Lo que llena de gozo al pueblo es tener por rey al Creador del universo… El mismo que gobierna al pueblo es aquel que, con sabiduría infinita, lleva el gobierno de millones de astros en el firmamento. Es el modo usual de expresión religiosa en las antiguas culturas. El salmistaquiere ofrecer un ambiente festivo. Notemos que en Israel la alabanzaa Dios va unida a la fiesta. Este pueblo no se imagina una fiestasin que participe Dios en ella.
Cuando al pueblo las cosas le iban muy mal, Dios seguía amando a su pueblo (v.4).
El pueblo al que Dios ama es el pueblo que ha sido humillado y perseguido durante el destierro de Babilonia. Cuando el pueblo se creía lejos de Dios; cuando estaba experimentando el peso de su silencio y la angustia de su ausencia, Dios lo estaba amando. La victoria que Dios ha dado al pueblo y la subsistencia histórica son motivo sobrado para la danza y el cante en su honor, elemento fundamental de la fiesta.
¿Cómo compaginar el canto en la boca con la espada en las manos? (5-6)
En este salmo tienen una gran importancia “los fieles”. Aparecen en el versículo 5 y ya habían aparecido también en el v. 1. ¿Quiénes son estos fieles? El padre Alonso Schökel les llama los leales. Y los describe de la siguiente manera:
Son un grupo devoto y combativo.
a) Devotos: ejercen su devoción cantando, celebrando, festejando, alabando y tañendo, vitoreando con entusiasmo. Cantan y danzan al son de la cítara y el tamboril. Estos leales reconocen al Señor como su Hacedor y su Rey. No reconocen a reyes extranjeros, tampoco cuentan con un rey davídico propio. Están seguros de la complacencia y amor del Señor por su pueblo.
b) Combativos: El v. 6 lo canta lapidariamente: “con vítores a Dios en la boca y espadas de dos filos en las manos”. Dios honra con la victoria a los valerosos combatientes. No se encarga él de todo el asunto, sino que envía a luchar a los leales, una especie de orden militar por anticipado. Tan justa se cree su acción militar, que en ella se cumple la sentencia dictada por Dios. De este fervor religioso participan algunas arengas de los Macabeos: “No temáis su número ni os arredréis ante su empuje… Gritemos al cielo para que nos favorezca, acordándose de la Alianza con nuestros padres, para que aplaste hoy a ese ejército ante nosotros… Los de Judas tocaron a zafarrancho, y se entabló la lucha” (1 Mac 4,9-13).
Las arengas conjugan la confianza en Dios con la valentía militar. Dios ha de aplastar al enemigo por medio de las armas de los soldados judíos. Eran otros tiempos y hay que situarse en la mentalidad de entonces. Pero Jesús de Nazaret no opinaba lo mismo. Cuando vienen a prenderlo con espadas, Jesús rehúsa lo mismo las legiones de ángeles como la espada de Pedro (Mt 26,52-54). Jesús no acepta una violencia justa contra una injusta, no responde a la espada con la espada. Jesús está convencido que la violencia genera violencia y que “el que a hierro mata, a hierro muere”.
Las costumbres de entonces nos horrorizan hoy día (v. 8)
“Sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro” Los castigos que se imponen a los enemigos son los propios de aquella época. “Serán agrupados y hechos prisioneros, quedarán encerrados en la mazmorra; pasados muchos días serán juzgados” (Is 24,22). Podemos imaginar las vejaciones a las que estaban sometidos los prisioneros. El profeta nos habla de la dilación de la justicia: “serán juzgados pasados muchos días”.
El Concilio Vaticano II nos ha hablado de los prisioneros heridos, y nos dice: “Existen sobre la guerra y sus problemas varios tratados internacionales, para que las operaciones militares y sus consecuencias sean menos inhumanas” (G.S. 79).
En esta época están ausentes los grandes temas de los derechos humanos y la dignidad de la persona. Lo que nos extraña es que, teniendo elEvangelio delante, la Iglesia haya tardado tanto tiempo en incorporarlosa su doctrina. Ha sido el Concilio Vaticano II el que ha tratado con amplitudestos temas. El hecho de que, en muchas naciones, se haya abolidola pena de muerte y se hayan prohibido las torturas, indica el avancemoral de la historia actual en relación con épocas anteriores (G.S. 79).
“Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles. ¡Aleluya! (v.9).
La ejecución de la sentencia consiste en practicar la venganza, esposar a los nobles y encarcelar a los reyes. Eso era un motivo de orgullo para los fieles… Nosotros no podemos estar de acuerdo con esta manera de pensar, superada totalmente por Cristo. Nosotros debemos emplear las armas de la fe, la oración, la caridad y la esperanza (1 Tes 5,8).
Para nosotros los cristianos, es un honor el luchar contra las guerras, los homicidios, las torturas, la violencia y todo aquello que atente contra la vida. Para nosotros los cristianos, debe ser un orgullo sembrar en el mundo las semillas del Evangelio: paz, amor, justicia, fraternidad, solidaridad. Para nosotros los cristianos, es un honor apoyar abiertamente a todos los grupos y colectivos que trabajan por la justicia y por la dignidad de las personas, sean de cualquier partido o ideología.
Nosotros debemos ser expertos en humanismo. Hemos de manifestar al mundo que ser cristiano es el modo más auténtico, más positivo y audaz de ser persona.
TRASPOSICIÓN CRISTIANA
“Él ha envido su Palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo que es el Señor de todos” (Hech. 10,36).
“Que el Señor de la paz os conceda la paz siempre y en todos los órdenes” (2Tes. 3,16).
“Apártese del mal, haga el bien, busque la paz y corra tras ella” (1Ped. 3,11).
“Con el salmo 149 se abre un abismo insalvable entre el Evangelio de Jesucristo y la piedad judía” (W. Ttaerk).
“Alabad a Dios íntegramente, es decir, no sólo alabe a Dios la lengua y la voz, sino también vuestra conciencia, vuestra vida y vuestros hechos. En efecto, ahora alabamos a Dios cuando nos hallamos congregados en la Iglesia, pero cuando cada uno se va a su casa, parece que deja de alabar a Dios. No deje de vivir bien, y siempre alabará al Señor. Dejas de alabar a Dios cuando te apartas de la justicia y de aquello que a él le agrada. Pero si no te apartas de hacer el bien, aunque calle tu lengua, vocea tu vida, y el oído de Dios está atento a tu corazón” (San Agustín).
ACTUALIZACIÓN
¿La Cruz y la espada?
Ciertamente que este salmo daría pie para justificar la llamada “guerra santa”. No faltan motivos para defender la libertad del pueblo de Dios contra la dominación de los poderosos. Pero el cristiano no puede olvidar que el camino elegido por Jesús es otro. La violencia nunca puede llevar el nombre de Dios.
El Concilio Vaticano II nos invita a cambiar de mentalidad: “A nuestra época, una y otra vez, oportuna e inoportunamente, quiere proponer el mensaje evangélico: Este es el tiempo aceptable para que cambien los corazones. Éste es el día de la salvación” (G.S. 82).
Hasta hace poco, el Catecismo de la Iglesia Católica, decía:”
“La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas” (art. 2267).
Este artículo ha sido cambiado por el Papa Francisco, y dice así:” “La pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona”.
PREGUNTAS
1.- ¿Sé estrenar un cántico nuevo para Dios, cada mañana?
2.- La alabanza se celebra en grupo. Mi comunidad cristiana, ¿ha tomado conciencia de la importancia de la alabanza? ¿Dedica a Dios las mejores horas del día?
3.- Como cristiano, ¿me gusta colaborar con otros grupos que trabajan por la paz y la erradicación del hambre y las guerras en el mundo?
ORACIÓN
“Cantad al Señor un cántico nuevo”
Señor, a lo largo del salterio, el salmista nos ha invitado a cantarte un cántico nuevo. “Canten al Señor un canto nuevo” es el título que hemos elegido para la portada de nuestros libros de salmos. De tanto repetir la frase, ¿no la habremos gastado? ¿No se habrá quedado ya vieja?
El cántico nuevo es el cántico del amor. Y el canto del amor ni se gasta ni envejece. Cantar un canto nuevo es señal de juventud. Cuando yo lo canto me salen alas, como al águila, y me renuevo por dentro. Cuando yo lo canto levanto mi vuelo hacia la altura y mi espíritu se baña de auras eternas.
“Alabad su nombre con danzas”
El salmista quiere que alabemos a Dios con todo nuestro ser: también con nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo, Señor, también es creación tuya. Nuestro cuerpo, lejos de ser obstáculo o tropiezo para ir a ti, debe ser un medio para acercarnos más a ti. Desde el momento en que tú, siendo Dios, te hiciste hombre, nada hay verdaderamente humano que no pueda glorificarte. Yo quiero danzar para ti, Señor. Y quiero unir mi danza a la de tantos pueblos jóvenes que te expresan su amor y reconocimiento a través de la danza. Que la danza sea un nuevo método de oración.
“Con vítores a Dios en la boca”
La boca expresa lo que se vive en el corazón. El salmista tiene el corazón lleno de Dios; por eso esta dulce palabra no cae de sus labios y la pronuncia como una dulce melodía. Señor, no hay nada en este mundo que me moleste tanto como oír blasfemar. No puedo soportar que tu santo nombre sea ultrajado. Yo, en compensación, quiero alabar, bendecir y vitorear ese nombre. Quiero pronunciarlo con amor, con respeto, con emoción, con orgullo y con estremecimiento. Quiero comenzar mi jornada, Señor, poniendo tu nombre en mis labios y quiero pronunciarlo por la noche, cuando mi cuerpo caiga rendido por el sueño. Ojalá sea el nombre de Dios Padre la última palabra que pronuncien mis labios antes de morir.