Un pueblo que canta no puede morir

Raúl Romero López
4 de octubre de 2021

Salmo 147

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1 ¡Aleluya!

Alabad al Señor, que la música es buena;

nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

2 El Señor reconstruye Jerusalén,

reúne a los deportados de Israel,

3 él sana los corazones destrozados,

venda sus heridas.

4 Cuenta el número de las estrellas,

a cada una la llama por su nombre.

5 Nuestro Señor es grande y poderoso,

su sabiduría no tiene medida.

6 El Señor sostiene a los humildes,

humilla hasta el polvo a los malvados.

7 Entonad la acción de gracias al Señor,

tocad la cítara para nuestro Dios:

8 que cubre el cielo de nubes,

preparando la lluvia para la tierra;

que hace brotar hierba en los montes,

para los que sirven al hombre;

9 que da su alimento al ganado

y a las crías de cuervo que graznan.

10 No aprecia el vigor de los caballos,

no estima los jarretes del hombre:

11 el Señor aprecia a sus fieles,

que confían en su misericordia.

12 Glorifica al Señor, Jerusalén;

alaba a tu Dios, Sión:

13 que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,

y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;

14 ha puesto paz en tus fronteras,

te sacia con flor de harina;

15 él envía su mensaje a la tierra,

y su palabra corre veloz;

16 manda la nieve como lana,

esparce la escarcha como ceniza;

17 hace caer como el hielo como migajas

y con el frío congela las aguas;

18 envía una orden y se derriten;

sopla su aliento y corren.

19 Anuncia su palabra a Jacob,

sus decretos y mandatos a Israel;

20 con ninguna nación obró así,

ni les dio a conocer sus mandatos.

¡Aleluya!

INTRODUCCIÓN

La versión griega de los LXX, seguida por la Vulgata, ha dividido este himno en dos salmos. Nosotros seguimos el texto hebreo, considerándolo como un solo salmo: un himno con tres estrofas. El salmo 147 es un canto admirable a la revelación cósmica e histórica de Dios. Su originalidad consiste en comparar la acción de Yavé sobre su pueblo con la que ejerce sobre la naturaleza.

La obra de maestría que Yavé realiza sobre los astros es idéntica a la que ejerce sobre las naciones (1-6). Yavé renueva y restaura a su pueblo como lo hace con la naturaleza: después de un invierno riguroso surge en primavera la belleza y el encanto de la nueva vida (7-11). La naturaleza obedece a la Palabra de Dios y produce maravillas: nieve, escarcha, hielo. Del mismo modo, Israel debe obedecer a esa Palabra (12-20).

En manos de Dios, los elementos hostiles se vuelven domésticos: la nieve es como la lana blanca y protectora; la ceniza es como resto de un fuego de hogar; los mendrugos, resto de pan. Pero Dios es grande sobre todo cuando reúne a los dispersos de Israel en Jerusalén, donde él mismo se preocupa de reforzar las defensas de la ciudad y preparar para sus hijos una mesa abundante.

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO

La música es buena, pero sólo los que cantan con el corazón agradan a Dios (v.1).

Al comienzo del salmo se afirma el carácter religioso de la música. El canto, la música y la alabanza son algo bueno y agradable, ya que son escuchados por Dios. Siempre hay un cántico interior que es escuchado. Escuchemos estas bellas palabras de san Agustín: “Oigamos y cantemos, ya que, cuando oímos, nuestro gozo es cántico para nuestro Dios, pues no solamente cantamos cuando proferimos el canto con los labios y la boca, pues existe un cántico interior, porque hay oídos de uno que oye interiormente. Cantamos con la voz para excitarnos, cantamos con el corazón para agradarle”.

Para reconstruir Jerusalén, después del exilio, no sólo era necesario la reconstrucción material de los edificios, sino también la reconstrucción moral de las personas (v.2-6).

A la vuelta del destierro, Jerusalén está en ruinas. Dios en persona va a reconstruir la ciudad santa. “Dios es el que les da el éxito en su trabajo” (Neh 2,20) y el que reúne a los exiliados “recogiéndolos de Oriente y Occidente para habitar en medio de Jerusalén” (Zac 8,7-8).

Con todo, una reconstrucción material del templo y de las casas no es suficiente. Hace falta también una reconstrucción moral de las personas. Hace falta curar las heridas del alma y levantar los ánimos decaídos.

“Buscaré a la oveja perdida y traeré a la descarriada; vendaré a la herida, robusteceré a la flaca” (Ez 34,16). Una restauración total, material y espiritual, sólo la podía hacer Aquel que sabe el número innumerable de las estrellas y las conoce una a una. El poder de Dios desborda la capacidad humana.

Tocar con la cítara es llenar todo el salmo de la música de Dios (v 7).

El salmista retoma el tema de la alabanza. Ahora lo hace al son de la cítara. El salmista quiere empapar de música todo el salmo de modo que el lector quede embriagado de una dulce melodía. Llenar el salmo de música es una manera elegante de decirnos que su alma salta de gozo por Dios.

El sol, la lluvia, el aire, la tierra, todos son criaturas de Dios al servicio del hombre (v.8).

Para un buen israelita, los fenómenos de la naturaleza están sabiamente dirigidos y armoniosamente ordenados por la mano providente de Dios No existe naturaleza muerta. “¿Acaso hay algún ídolo de los gentiles que haga llover? ¿Dan los cielos la lluvia por sí solos? ¿No eres sólo tú, Señor, ¿Dios nuestro? Nosotros esperamos en ti, porque tú eres el que haces todo eso” (Jer 14,22).

Dios es el que fecunda la tierra para que ésta dé alimento a los hombres. Él lo prepara desde el cielo convocando las nubes y enviando la lluvia a manera de bendición.

Dios también protege la vida de los animales (v 9).

La providencia de Dios se extiende también a los animales. “¿Quién proporciona sustento al cuervo, cuando sus crías graznan hacia Dios y aletean faltos de comida?” (Job 38,41).

El verdadero defensor del Pueblo de Israel es Dios y no tiene necesidad de los apoyos humanos de los pueblos vecinos. (v 10).

En lo que concierne a la guerra y a la seguridad nacional, el salmista recuerda que Yavé no se complace ni con el vigor de los caballos ni con las piernas de los hombres; no da apoyo ni victoria a los que ponen su confianza en la fuerza de su caballería (el cuerpo de guerra más terrible del tiempo) o en su habilidad guerrera. Es la lección que Israel tiene que aprender, pueblo siempre tan dado a buscar apoyos más sólidos que los de la propia fe.

Durante el destierro, Jerusalén ha quedado sin niños, cosa bien triste. Más que nunca esta ciudad necesita una bendición fecunda (v 12).

La tercera parte del salmo también comienza con un himno de alabanza. Ahora es Jerusalén la que tiene nuevos motivos para el elogio: Dios ha defendido la ciudad fortaleciendo los cerrojos de sus puertas y, sobre todo, la ha bendecido con abundancia de hijos. Una ciudad sin niños que jueguen por las calles y las plazas y sin jóvenes que trabajen, es una ciudad triste y sin futuro. Y ésa era la situación de Jerusalén durante el destierro. “La ciudad era espaciosa y grande pero poco poblada, y no se construían nuevas casas” (Neh 7,4).

Pan para vivir y paz para convivir, es todo lo que necesita un pueblo (v.14).

Pan y paz. Esto es todo lo que necesita un pueblo o una ciudad.  Esto es lo que los profetas habían anunciado cuando hablaban de la restauración: “Yo cambiaré la suerte de mi pueblo Israel: reconstruirán las ciudades devastadas y vivirán en ellas, plantarán viñas y beberán su vino, cultivarán huertas y comerán sus frutos” (Am 9,14). A la vuelta del destierro, los habitantes de la ciudad reconstruida viven seguros en paz y prosperidad.

La mayor desgracia que el pueblo de Dios podía tener es el verse privado de la Palabra de Dios (v. 15-18).

Ahora se describe el mayor don con el que Dios restaura a su pueblo: el don de la Palabra. Ésta es de tal modo potente y eficaz que lo mismo detiene la vida que la pone en marcha. La detención de la vida queda descrita poéticamente en una serie de fenómenos invernales: nieve/escarcha/granizo/frío helador. Todo queda detenido al paso de este mensajero poderoso. Así quedó bloqueada la vida del pueblo en el exilio. Pero, igualmente, la Palabra de Dios, su aliento, puede reanimar lo que antes había quedado congelado. Todo vuelve a renacer ante la presencia absoluta de la Palabra.

Para un creyente, lo más importante es saber lo que a Dios le agrada (v.19).

La Palabra de Dios tiene otra dimensión: es revelación de la voluntad divina a su pueblo escogido para establecer un orden religioso. Israel, a través de la ley divina, ya sabe cómo agradar a Dios.

Israel es un pueblo mimado por Dios. El último Aleluya es de reconocimiento (v.20).

Israel se convierte en nación privilegiada. El último “aleluya” es la respuesta agradecida y jubilosa a Dios que de esta manera ha mirado a su pueblo.

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

“Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?” (Mt,6,26)

“Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos”. (Mt. 6,28-29)

“El salmo 147 es un admirable cántico de la revelación cósmica e histórica de Dios. Yavé rompe el silencio y aparece en la primavera y en el hielo, en las vicisitudes de las estaciones y de la historia. La fe se parece a la poesía: nos invita a alabar, a perforar la superficie de la realidad para captar su último sentido, la oculta palabra de Dios” (Ravasi). 

“¿Cómo actúa la paz en esta nuestra mortal peregrinación?… De lo incierto no juzga, lo desconocido no lo afirma. Se inclina más a suponer el bien del hombre que a sospechar el mal. No le importa mucho equivocarse cuando piensa bien aún del malo; juzga pernicioso pensar mal del que quizás es bueno” (San Agustín).

“La esperanza no es un tema secundario en el Antiguo Testamento, sino que está indisolublemente unido con Yavé en cuanto Dios de los pobres y los profetas, Dios de las amenazas y de las promesas anunciadas, Dios de los grandes cambios y de la salvación definitiva, y también Dios de los orantes y de los sabios” (H. W. Wolf).

ACTUALIZACIÓN

Pueblo que canta, no muere.

El pueblo de Dios acaba de salir de una catástrofe nacional. Ha sido deportado a Babilonia. Al regreso ha tomado el arpa y la cítara, todos los instrumentos musicales, para cantar y agradecer a Dios el retorno.

La cítara y el arpa han estado en Babilonia, pero las notas han estado dormidas en sus cuerdas. ¿Cómo cantar en un país extraño? Pero el pueblo no ha perdido su fe y su esperanza. Y ha llegado el momento de la liberación y los instrumentos musicales han vuelto a sonar y las notas dormidas a desperezarse. Las calles de la ciudad, antes silenciosa, se ha llenado de los gorjeos de los pájaros y del bullicio de los niños y los jóvenes.

Esto que pasó en el pueblo de Israel, puede suceder también en nuestro mundo después de la pandemia. Las vacunas están llegando y va surgiendo la esperanza. Y pronto nuestros hogares se llenarán de besos y abrazos; y nuestras calles y plazas se llenarán de niños con ganas de jugar. El mundo recuperará sus libertades perdidas y será normal el poder pasear, reir, jugar, vivir.  Con el Cantar de los Cantares, podremos decir: “Mira, el invierno ya ha pasado, | las lluvias cesaron, se han ido. Brotan las flores en el campo, | llega la estación de la poda, | el arrullo de la tórtola | se oye en nuestra tierra. En la higuera despuntan las yemas, | las viñas en flor exhalan su perfume”. Cant. 11-13).

Lloraremos a nuestros muertos, pero nadie nos podrá impedir la poesía, la música y el canto.  Israel, aunque no entendía muchos de los acontecimientos, su fe en Dios le hacía vivir siempre con esperanza.  Y, al final de todo, decía ¡Aleluya! Y nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, ¿seremos capaces de hacer lo mismo? ¿Seremos capaces de descubrir que Dios siempre está a nuestro lado, para sufrir y llorar con nosotros, y para reir, cantar y danzar a nuestro lado?  

PREGUNTAS

1.- Muchas veces he experimentado la tristeza de mi fracaso, de mi pecado. Pero ¿he sentido también la alegría de mi rehabilitación? ¿Le doy gracias a Dios por haberme perdonado del todo?

2.- Jerusalén experimentó el rigor del invierno y la bonanza de la primavera. ¿Tengo en mi comunidad experiencias positivas y gratificantes del perdón comunitario? ¿He vivido con gozo la restauración de mi comunidad?

3.-¿Estoy dispuesto a cambiar el mundo a través del amor? ¿Por dónde empezar?

ORACIÓN

“Alabad al Señor que la música es buena”

Señor, te doy gracias por la música. Me encanta ver a un pueblo unido, tocando, cantando y danzando por las calles y las plazas. El pueblo que trabaja y sufre tiene también derecho a la alegría y a la fiesta. Señor, muchas veces los hombres sólo contamos contigo en las situaciones límites de la vida: en la enfermedad o en la muerte. Pero tú no eres un Dios de muertos, sino de vivos. Te gusta participar de nuestras alegrías y ser invitado a nuestras fiestas. En las bodas de Caná tú pasabas desapercibido mientras había vino, pero entraste en acción cuando comenzaba a decaer la fiesta. Y les regalaste a aquellos comensales vino bueno y en abundancia. Contigo, aquella fiesta humana llegó a su plenitud. Ven, Señor, a nuestras fiestas.

“Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre”

Señor, nunca me canso de ver estrellas. Los sabios nos hablan de galaxias y de millones y millones de estrellas más grandes que el sol. Y tú las llamas a cada una por su nombre. Yo también tengo un nombre para ti. Tú me conoces y me amas. Para ti, yo soy inmensamente más importante que toda esa pléyade de astros que ruedan por los espacios.

Llámame, Señor, por mi nombre. Invítame a entrar en esa casa grande del universo. Llévame de paseo contigo por todo el cosmos bajo tu mirada cariñosa. Y, al final, permíteme que caiga de rodillas ante ti y te adore por tu inmensa grandeza.

“Con el frío congela las aguas; envía una orden y se derriten”

Señor, muchas veces el frío del invierno ha congelado mis relaciones contigo y con mis hermanos. He vivido en el invierno del desamor, de la tibieza, de la pereza. Pero tú viniste hacia mí y se derritió el hielo de mi ingratitud. Ahora, Señor, es primavera. “Las flores aparecen en el campo y se oye el arrullo de la tórtola. Apuntan los brotes de la higuera y las viñas en flor exhalan su fragancia” (Cant 2,12-13). Déjame embriagarme con el perfume de tu amor.

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