J.C Bermejo: «Al final de la vida, se hace más patente la necesidad de considerar todas las dimensiones de la persona»

Marta Latorre
1 de septiembre de 2021

El religioso camilo, José Carlos Bermejo, es el encargado de dar los próximos 3 y 4 de septiembre la charla-coloquio «Humanizar al final de la vida. Testamento vital y eutanasia» en Tarazona (Catedral, 20.00 h) y Calatayud (Santo Sepulcro,11.30 h), respectivamente, actividad organizada por los secretariados de Familia y Vida y Pastoral de la Salud. Con esta ponencia, la Diócesis de Tarazona comienza la campaña «Cuidar y acompañar en la vida» que tiene dos objetivos claros: difundir el Testamento Vital y cuidar y acompañar a las personas a morir en paz. Las acciones que se organicen dentro de esta campaña se irán comunicando.

José Carlos Bermejo es el director del Centro de Humanización de la Salud de Tres Cantos (Madrid). Experto en humanización de la salud, en duelo y bioética, director máster en counselling, posgrado en duelo, en humanización, en gestión y en pastoral de la salud, es también profesor de la Universidad Ramón Llull de Barcelona, Católica de Portugal y Católica de Valencia y del 1994 al 2019 del Camillianum de Roma, autor de numerosos libros y artículos en español, portugués e italiano.

Es un gran conocedor pues de una serie de aspectos que nos incumben a todos y hemos hablado con él.

¿Es necesario «humanizar» el final de la vida? ¿Por qué?

J.C Bermejo (J.C.B): En los últimos años, afortunadamente, estamos hablando de humanizar. Particularmente en el mundo de la atención sanitaria y sociosanitaria. Parece que somos cada vez más conscientes de que somos personas y, cuando enfermamos, no podemos ser reducidos a un caso clínico, ni tratados con un paradigma exclusivamente biologicista, sino que, tanto en el enfermar, como en los procesos de curación, están en juego los aspectos relacionales, emocionales, espirituales, sociales, además de los biológicos. El desarrollo de las tecnologías biomédicas y la universalización de la atención en salud, corren el peligro de alejarse del genuino valor del encuentro entre personas, como sanadores heridos que somos. Al final de la vida, se hace más patente la necesidad de considerar todas las dimensiones de la persona, porque precisamente el fracaso de las dinámicas curativas está ante nosotros. O cuidamos bien, a la persona entera, o morimos como los animales.

En el Centro de Humanización de la Salud que usted dirige se dedican a «humanizar» todo lo que tiene que ver con la salud -además de la muerte-, el duelo, el sufrimiento. Supongo que el tener presente a Cristo, ayuda.

J.C.B: Desde hace 30 años, los religiosos camilos trabajamos en España con esta bandera de la humanización de la asistencia sanitaria, del final, y del duelo, al que le damos un espacio muy importante con los Centros de escucha especializados en acompañamiento al dolor producido por pérdida de seres queridos. El enfrentamiento espiritual y religioso de estas realidades, es un factor protector, que refuerza las dinámicas comunitarias y despierta resortes saludables de esperanza, sentido, conexión y trascendencia. Humanizar es un desafío universal. Mirado desde la fe, adquiere una luz nueva que aporta posibilidades de motivación y compasión. Humanizar es un desafío universal. Mirado desde la fe, adquiere una luz nueva que aporta posibilidades de motivación y compasión.

Humanizar es un desafío universal. Mirado desde la fe, adquiere una luz nueva que aporta posibilidades de motivación y compasión.

En la charla lo explicará con más detalle, pero ¿qué es el testamento vital y qué es la eutanasia?

J.C.B:-Para tomar decisiones en situaciones complejas de salud, en diálogo con los médicos, es necesario ser autónomos, tener las capacidades mentales en acto. Como sabemos que podemos perderlas, por envejecimiento, deterioro cognitivo, traumatismos o agravamiento de alguna enfermedad, es muy oportuno indicar -cuando todavía estamos bien- quién queremos que nos represente en el diálogo con los médicos y cuáles son algunos de nuestros valores, que puedan iluminar en la toma de decisiones complejas, sobre todo al final de la vida. Para esto existe el Testamento Vital, para dejar indicado en nuestra historia clínica estos aspectos y facilitar el cuidado que nos tengan que dar.

-¿Hace falta más pedagogía sobre estos temas para que sepamos realmente a qué nos enfrentamos cuando hablamos de eutanasia, cuidados paliativos, ayudar en el morir…?

J.C.B: En la familia, en la escuela, en la catequesis, en la universidad, en los medios… deberíamos dar más espacio a la cara oscura de la vida, al enfermar y al morir. Esto mismo nos humanizaría, nos haría más realistas, más gozosos y capaces de apreciar la salud como tarea y los cuidados de unos a otros. La dimensión paliativa, la que se ocupa de cuidar cuando ya no se puede curar, la que es más atenta al control de síntomas y acompañamiento psico-espiritual, contribuye a definir los objetivos de la atención sanitaria, muy especialmente al final de la vida. Hoy sabemos que hay mucha confusión en la terminología sobre los problemas éticos del final, y muchas personas confunden cuidados paliativos con sedación o con adecuación del esfuerzo terapéutico o incluso con la eutanasia. Afortunadamente, hay acciones formativas que ayudan a clarificar los conceptos y a reservar la palabra eutanasia para aquellos actos que tienen como fin deliberado terminar con la vida de un paciente que sufre una enfermedad grave e incurable o un padecimiento grave, crónico e imposibilitante. No podemos considerar la práctica eutanásica como humanizadora precisamente por atentar contra la dignidad intrínseca de la vida humana.

-¿Conoce la sociedad qué son los cuidados paliativos?

J.C.B: Se está produciendo un crecimiento en la sensibilidad social ante los cuidados paliativos. Pero efectivamente necesitamos una mentalidad paliativa no solo entre los médicos, sino también en el contexto social, familiar, eclesial. La cara más humana de la medicina al final de la vida -cuando no la perdemos de manera súbita- es, precisamente esta respuesta que tiende a mirar interdisciplinarmente a la persona y a su familia y aliviar los síntomas para vivir el morir siendo protagonista del proceso, acompañado en lo biológico, en lo psicológico, en lo social y en lo espiritual.

-En alguna entrevista suya usted dice que el acompañamiento es fundamental cuando ya no hay solución. Sobre esto: ¿A qué nos referimos cuando hablamos de acompañamiento? Lo que estamos viviendo con la pandemia y, sobre todo, lo que se vivió al comienzo cuando tantas personas murieron en soledad ¿nos va a pasar factura como sociedad?

J.C.B: Es fundamental darnos compañía al final de la vida: compañía profesional, familiar, de los voluntarios, de los asistentes espirituales. La presencia es un valor que contribuye  dar sentido a la vida, a afrontar la soledad y aliviar el sufirmiento. Efectivamente en tiempo de pandemia hemos vivido duelos de riesgo que pueden dar paso a complicaciones ante las que hay que estar atentos, para recuperar las posibilidades de consuelo y esperanza que podemos transmitirnos con un genuino acompañamiento. Ciertamente, no basta la buena voluntad, sino que se requiere formación en relación de ayuda, en claves como la empatía terapéutica, la escucha activa, que permitan hacer relaciones que efectivamente alivien, ayuden, no añadan más malestar y sufrimiento a los enfermos y dolientes.

En tiempo de pandemia hemos vivido duelos de riesgo que pueden dar paso a complicaciones ante las que hay que estar atentos,

-Parece que en nuestros días la muerte no existe, o no queremos que exista, que la escondemos, cuando es algo natural del ser humano ¿sería necesario que nos familiarizarnos más con ella para entenderla y no temerla?

J.C.B: El temor a la muerte es universal. No desaparece con la fe. Los creyentes lo experimentamos al igual que los demás seres humanos. La fe nos permite contar con Dios Padre a quien dirigirnos en medio del sufrir, contar con el consuelo del Espíritu y con el referente que es salud plena, Jesús de Nazaret. Ciertamente, deberíamos hablar más de la muerte, promover una cultura con más elementos de tanatología. Podríamos hablar con naturalidad del hecho de morir y del duelo, superando el tabú, de modo que cualifiquemos la vida justamente por la conciencia de su finitud.

Podríamos hablar con naturalidad del hecho de morir y del duelo, superando el tabú, de modo que cualifiquemos la vida justamente por la conciencia de su finitud.

-¿Por qué hay que acercarse el día 3 de septiembre  a la Catedral de Tarazona y al día siguiente al Santo Sepulcro de Calatayud a escucharle?

J.C.B: Aclararemos los conceptos que se dan cita en torno a las cuestiones éticas del final de la vida. Explicaremos lo que es la eutanasia, la adecuación del esfuerzo terapéutico, la retirada del consentimiento, la sedación, los cuidados paliativos. De este modo, nos haremos con un lenguaje y unas claves éticas que nos permitirán argumentar a favor de la vida y de un modo de cuidarla y acompañarla a la medida de la dignidad humana. Nos preguntaremos qué podemos hacer para promover un morir digno, como personas y también como creyentes.

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