Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Enfádate mañana

1 de septiembre de 2021

En una sociedad crispada, cansada de una pandemia ni prevista ni evitada, harta de tanta violencia intrafamiliar, vecinal, nacional y mundial, aburrida de tantos cuidados necesarios, sin fiestas, sin encuentros normales de disfrute y convivencia… corremos el riesgo de enfadarnos por todo y por nada. Estamos predispuestos a enfadarnos.

Un enfado que va desde el “ya está bien” y nos saltamos la responsabilidad de cuidarnos. Enfados en la familia, entre amigos, entre compañeros, con cualquiera que nos molesta. “No has hecho lo que tenías que hacer”, enfado tenemos. “Me pone nervioso ese ruidito con la cucharilla”, un silencio de enfado. “Me has hecho esperar”, y el encuentro ya no será el mismo. Etc… No soportamos la mínima contrariedad. Estamos muy nerviosos.

Y en estas, me acuerdo de un hecho sobre el que escribí, con este mismo título, el 1 de diciembre de 2002 en Iglesia en Tarazona de entonces. Y lo transcribo tal cual. Lo creo válido también hoy. Y dedicado como entonces:

A las Franciscanas de la Madre del Divino Pastor y a las personas que no se enfadan.

            A la Comunidad Religiosa de acogida se le presentó un problema. Un grupo de personas había solicitado la casa para un encuentro. Como sucede, por “mala costumbre” o exceso de confianza, en estas reuniones, bastantes no comunicaron su asistencia, pero se presentaron. Era fiesta en el lugar y todos los comercios y servicios descansaban. ¿Cómo darles de comer? Nervios normales y movimientos acelerados en la comunidad de acogida porque tienen la “buena costumbre” de atender muy bien a los que se acercan a su casa.

            De repente, la frase genial que obedece a un espíritu o talante adquiridos: “Hermana, solucionemos el problema y enfádate mañana”. Testigo presencial, me quedo admirado y sorprendido por la actitud y por la frase que, para mí, era nueva. Y que recoge, creo, toda una filosofía humana y cristiana de alto calado. O así me lo pareció, y me parece, a mí. Y enseguida dije: se lo tengo que transmitir a los lectores de la Hoja Diocesana.

            “Enfadarse mañana” es todo un gran-pequeño gesto de los que hacen la vida agradable a los demás sin que éstos se enteren. Una gran-pequeña actitud que humaniza a nuestro mundo y a nuestras relaciones. Un gran-pequeño mensaje que conviene, es necesario, extender para que vaya cundiendo.

            Un signo de nuestro mundo –hay otros muchos positivos- es la prisa, el nerviosismo, lo mucho que tengo que hacer, el egoísmo autocomplaciente y que “nadie me moleste”. De esta realidad surgen enfados, violencias cercanas, caras serias y poco acogedoras, falta de atención al otro. Y la vida va perdiendo, en lo cotidiano, atención, servicio, capacidad de acogida, tiempo para el otro.

            “Enfadarse mañana” es una buena solución. Supone, entre otras cosas, no enfadarse nunca. Porque mañana siempre será mañana. Cuando llegue, será hoy, ya no será mañana. Ya no podré enfadarme porque decidí enfadarme mañana y mañana, en su momento, ya no será mañana, será hoy. No es un juego de palabras. Es una verdad “como un templo” y de los grandes. Con este objetivo, “enfadarse mañana”, nadie nos enfadaríamos y desaparecerían muchos nervios, muchas palabras y muchas reacciones de las que después nos vamos a arrepentir. Cuando, quizás, ya sea tarde. Porque, al enfadarnos, habremos puesto un gramo más de intransigencia y de dureza en nuestra sociedad, en las relaciones humanas.

            Nos encontramos, pues, ante una pequeña-gran ocasión diaria de aportar humanidad, serenidad, amor, acogida fraterna a nuestro alrededor. Actitudes y comportamientos como éste hacen que vivir sea más agradable. Esta actitud constante será señal de que nada tiene más valor para nosotros que transmitir paz a los demás. Será señal de que para nosotros los demás son más importantes que nuestras cosas y nuestro tiempo. También se colabora así a que todos confiemos más en los otros. A que podamos seguir construyendo y esperando una sociedad mejor.

Hasta aquí el 1 de diciembre de 2002. Hoy termino así: “La mansedumbre, la ternura: estas virtudes humanas parecen pequeñas, pero son capaces de superar los conflictos más difíciles”.[1]


[1] Francisco@Pontifex_es·  29 Ene 2019

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