Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Ibrahima y Makatte

21 de julio de 2021

El 15 de este mes, un hombre golpeó e hirió gravemente a un sanitario en el metro de Madrid por pedirle que se pusiera la mascarilla. El presunto autor del golpe abandonó el vagón tras espetar al enfermero: “Ojalá te mueras, gilipollas”. La víctima ha perdido al menos una parte de la visión de un ojo a causa del fuerte golpe.

Ocurrió la noche del miércoles 17 de julio cuando salía de su casa. Isaac López Tirado había cumplido los 18 años el pasado 2 de junio. La noche del 17 murió después de que le habían dado cuatro puñaladas por la espalda. Le gustaba y hacía ‘rap’ en un grupo. «Desde el cielo le seguiremos oyendo rapear”, decía un amigo. Isaac tenía Asperger. «Tener Asperger es una condición, no una enfermedad», decía otro amigo entre aplausos. “Él no estaba enfermo, enfermos estaban quienes le mataron», proclamó una amiga de la familia en un acto de recuerdo a Isaac.

¡Hace falta mucho odio para ser capaz de matar a golpes a una persona! He escuchado varias veces estos días por el asesinato de Samuel Luíz. Mucho odio en cada uno de nosotros, a nuestro alrededor y en el mundo para que, un día sí y otro también, se cometan crímenes en nuestro país. Y en el resto del mundo. Odio alimentado por una sociedad harta de sí misma, egoísta, desorientada, donde la persona humana ‘vale’ muy poco.

Dos personas, conocidas por su buena y arriesgada acción, que encabezan y justifican este artículo. Los hechos más tristes, más inhumanos y salvajes, el asesinato de una persona por ser homosexual, tienen muchas veces un reverso muy positivo porque sacan lo mejor de otros. Ha sucedido en los tres ataques a personas que he citado. Como los asesinos visualizan lo peor de la humanidad, los que ayudan al asesinado realizan libre y amorosamente comportamientos de humanidad evidentes y de compromiso cívico que van mucho más allá de lo puramente anecdótico. Porque muestran el corazón valiente y misericordioso que guardamos en nuestro interior y en nuestra sociedad.

Ibrahima (en la foto) y Makatte son dos varones de origen senegalés, bien ‘morenos’ y emigrantes. Se encontraban en situación irregular en España cuando el 3 de julio se interpusieron, primero Ibrahima, que iba solo, ante los agresores de Samuel para intentar librarle de las patadas y puñetazos que finalmente acabaron con su vida. ibrahima no dudó ni un segundo en intervenir porque, según él mismo explica, no le gusta la violencia: “Esto le podría pasar a cualquiera. Y si fuese a mí y nadie irrumpe, también podría morir”. Después intervino Makatte uniéndose a los amigos de Samuel.

Inmigrantes, sin papeles, sin trabajo ‘ilegales’… personas humanas ante todo y sobre todo, que arriesgan mucho, dada su situación en España, por defender a un desconocido apaleado. Personas que no vienen a quitarnos nada. Solo vienen buscando una vida más digna y trabajo. Y ponen a nuestro servicio su humano corazón. No nos quitan ningún trabajo. Y no son el origen de problemas que cargamos a sus espaldas.

Hechos que dignifican nuestra naturaleza humana y nos abren caminos generosos de acogimiento y de humanidad ante todos, también los emigrantes. ¿Qué no siempre hacen todo bien? Admitido. Pero, ¿qué sociedad, raza, colectivo político, religioso o social hacemos todo bien? No justifico, simplemente constato.

La intervención de Ibrahima y Makate ha tenido para ellos un buen final. El Gobierno ha decidido, a petición de los amigos de Samuel,regularizar la situación de estos dos hombres senegaleses e ´ilegales’. Así lo afirmó el delegado del Gobierno en Galicia, José Miñones. Según él, la regularización sería «un acto de reconocimiento a la valentía, al compromiso ciudadano, la demostración de humanidad y el civismo encomiables» mostrado por los dos ciudadanos senegaleses. «Son personas que no tienen papeles y es ahí donde queremos actuar, para darles esa posibilidad, que puedan tener permiso de trabajo”“Es un acto de reconocimiento y también de derecho”. Ciertamente, porque reconoce que estas personas tuvieron un comportamiento heróico, poniendo en peligro la vida propia. Legalización que, según los medios de comunicación, ya está concedida desde el 16 de julio.

Es un ejemplo extraordinario, no habitual, en el que podemos descubrir algo de las cuatro acciones que el Papa Francisco recuerda constantemente sobre los emigrantes: “Acoger, proteger, promover e integrar a los emigrantes y refugiados”[1].

“Es un acto de justicia reconocer que estas personas tuvieron un comportamiento humano digno de ser reconocido con algo tan sencillo como es la documentación de su situación administrativa que les permita trabajar en España», ha apuntado el secretario de Estado de Migraciones, Jesús Javier Perea, en una entrevista a la Cadena SER.

Antes estas declaraciones, me viene a la mente una pregunta -no sé si tonta, lista, malvada-: Si es “algo tan sencillo como (conceder) la documentación de su situación administrativa que les permita trabajar en España», ¿por qué ha hecho falta el heroísmo de dos inmigrantes y la muerte de un español para concederlo? ¿Cuántos héroes extranjeros tiene que haber y cuántos muertos españoles para conceder esa documentación?

Perdón por la dureza de la pregunta. Tampoco pido ‘barra libre’ para todos los inmigrantes. Solo unas leyes más humanas que se rijan por el principio de “Acoger, proteger, promover e integrar a los emigrantes y refugiados”, que están o se acercan a nuestra España. Y que el Mediterráneo, el Atlántico de Canarias y otros mares, ríos y caminos no sean un cementerio.


[1] MENSAJE PARA LA JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y DEL REFUGIADO 14 de enero de 2018. Publicado el 15 agosto 2017

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